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A pesar de todo los inconvenientes, no dejo de disfrutar aquel viaje. Dressrosa seguía siendo tan llamativa y armónica como la recordaba. Las castañuelas y los zapatos de tango se escuchaban en cada esquina acompañadas con las melodías de las guitarras acústicas. Los muñecos vivientes animaban a los ciudadanos con locas ocurrencias. Era un sitio ideal para cantar en la calle, recordaba su primera presentación callejera la sensación que la rodeo cuando las personas poco a poco se detenían a mirarla, los vítores y aplausos después de terminar. Extrañaba todo aquello, pero esa parte de ella había quedado en el pasado, enterrado junto con todos los dulces recuerdos con el aprendiz de pirata.

Beckmann la empujó levemente por la espalda para que continuará caminando al ver que se detenía para observar a una mujer bailando flamenco. Suspiro, por más terca que se pusiera ese hombre no iba a decir que se saliera con la suya.

Las horas pasaron rápidamente. Reina había obtenido varias prendas a su gusto, unos abrigos para diferentes grados de inviernos, ropa ligera para las islas calurosas. Yasopp le había convencido de cambiar su atuendo por algo más liberal diciéndole que aprovechará su "aventura pirata" por completo. Beck no había sido tan petulante una vez ella acatará su itinerario e incluso llegó a alargarla por su nueva ropa diaria.

Después de terminar de comprar las provisiones del barco, y enviar los baúles de ropa de Reina con una encomienda de confianza, los 3 viajeros fueron a comer. Beckmann les guío hasta uno de los locales del centro.

El restaurante se llamaba «La Brioche». Parecían un establecimiento decente, un piso con revestimiento cuadrado en forma de tablero de ajedrez, las sillas de las mesas eran poltronas capitoneadas en terciopelo Vinotinto. El techo era de un color oscuro, cubierto por vegetación y lámparas colgantes de mimbre. La extravagante decoración no la sorprendió, los restaurantes en Dressrosa eran peculiares y muchos tenían diferentes temáticas con casinos internos. En ningún lugar faltaba la música en vivo y los espectáculos. Aunque en su mente no había abandonado la idea de huir, era bueno disfrutar de la ciudad sin las miradas asustadizas, ni la falsa y excesiva adulación de los pobladores. Los Tenryūbito eran respetados por todos, por el miedo que les producía enfrentar al gobierno. Pero en ese momento ella era solo una turista más.

Al verlos entrar, uno de los mesoneros libres salió presuroso a su encuentro. El hombre dió una bienvenida respetuosa para luego guiarlos hasta una de las mesas desocupadas. Cómo si fueran clientes habituales, ambos piratas pidieron sus respectivas comidas sin siquiera mirar el menú, lo que obligo a Reina a escanear la carta con rapidez para no quedarse atrás. Cuando el mesonero se fue, los miro a ambos con el ceño fruncido. Ambos le sonrieron con travesura, como si lo hubieran planeado desde un principio.

—Hay uno de estos en East Blue, así que conocemos el menú— comentó Yasopp, mientras se recostaba del espaldar de la poltrona— El capitán creyó que te gustaría este sitio, así que nos pidió que te trajéramos a comer aquí.

No creyó lo que sus oídos escuchaban, Akagami se había tomado la molestia de escoger un lugar que creía podría gustarle. Y había atinado, lo que la hizo inexplicablemente feliz.

Una hora más tarde, todos ya tenían su comida en la mesa. Mientras comía, un alboroto en la entrada del restaurante llamo su atención. Por primera vez, un grupo de hombres miraba desafiante hasta su mesa, como si quisieran acercarse rápidamente a prender una mecha. Al observar a sus acompañantes, noto que ni Yasopp y ni Beck le prestaron atención a los busca pleitos, continuaron disfrutando de sus comidas como si nada. Para Reina, era la primera vez que había visto a otro pirata buscarle pelea a la tripulación de Akagami, por lo que pensó que debían ser adversarios dignos. Y tal vez, con un poco de suerte, podrían convertirse en su oportunidad de escape.

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