No se me ocurrió alguna razón válida para no seguir. El deseo que sentía por Diego no retrocedía, no se apaciguaba, no mermaba de ninguna manera, al contrario, solo levaba y francamente, no quería esperar más. Él tenía la propiedad de empujarme a un estado de excitación incendiaria en la que a mí me provocaba quemarme a perpetuidad.
Y aunque poseía aquella seguridad tajante, eso no implicaba que los nervios no estuviesen presentes. Ahí, en medio del sofá, calentita, arropada con nuestra manta de lana blanca, me llevé una cucharada de dulce de leche a la boca y ahogué la risa que insistía en querer salir de mis labios. Me atacaban los nervios y me reía como tarada. Dejé la tacita en la mesa que estaba a un lado y me estiré. Luego, deslicé la mano por mi vientre bajo para acariciarme, me dolía un poco el pubis por la fuerza con la que nos habíamos frotado, hacía rato, desesperados sin poder llegar a más.
Tocaron el intercomunicador y Diego se aproximó a la puerta para recibir el pedido a domicilio que había hecho a la farmacia.
Condones, lubricante e ibuprofeno.
Me había comentado que era algo que ya había pensado comprar desde hacía un tiempo para estar preparado. Quería abastecerse de preservativos, para que cuando llegara el momento, este no le tomara desprevenido. No obstante, había tenido tanto trabajo, que no había encontrado oportunidad de ir a la farmacia.
Me entregó una pastilla con un vaso de agua. El tomarme un calmante había sido mi idea, quería minimizar el dolor que podría llegar a sentir.
Lo miré caminar hacia la habitación, regresó un par de minutos más tarde sin camiseta, ni pantalones, solo en calzoncillos. Se colocó encima de mí, me besó en la mejilla y se dejó caer contra los mullidos cojines del sofá a mi espalda. Sus manos se escurrieron debajo de la manta hacia mis muslos y me quejé de lo frías que estaban.
—Es que me las acabo de lavar, déjame, así se calientan.
—No —me quejé, pero él no me hizo caso—. Malo.
Diego me besó el hombro y me abrazó para empujarme contra su pecho. Estábamos viendo Dexter, una serie que había empezado a ver por recomendación suya durante una de nuestras conversaciones de amigos por teléfono y que me gustaba mucho, excepto que, en ese momento, no le estaba prestando nada de atención a la actuación fabulosa de Michael C. Hall. Al contrario, mi mente solo conseguía orbitar alrededor del hecho de que, en su habitación, yacían todos los suministros necesarios para que siguiéramos retozando.
Ser consciente de eso me paralizó un poco, él parecía muy a gusto recorriéndome el abdomen con la punta de los dedos sin hacer ningún tipo de movimiento incitador. ¿No pensaba avanzar?, ¿tendría que ser yo la que propusiera seguir? Me pregunté si acaso lo hacía porque estaba nervioso, o porque guardaba algún ultra motivo. Tal vez, secretamente, le excitaba que fuese yo la que incitara el encuentro.
Reacomodé la manta en la que me encontraba envuelta, para arroparlo y retorné a mi posición, acostada de medio lado, con la mirada hacia el televisor, pretendiendo tranquilidad. La diferencia sustancial con aquel cambio era que la piel de mi espalda colindaba sin remedio con la de su pecho, lo que producía un delicioso contacto que me estremeció en el acto. Estaba desnuda, solo con las medias negras que me llegaban a la mitad de los muslos
Me acomodé mejor contra su anatomía y Diego, en un movimiento en apariencia anodino, arrastró mis caderas hacia atrás, para adherir mi trasero a su entrepierna. Me mordí el labio inferior, mientras lo sentía empalmarse de a poco, no quería que se notara el deseo que aquello me provocaba.
Fingí mirar la televisión, fingí que el toque de sus dedos era insignificante, fingí que el motivo por el que echaba mi cabello a un lado era porque sentía algo de calor y no porque buscaba darle acceso descarado a mi cuello. Su respiración no tardó en golpearme en ráfagas cálidas. A diferencia de mí, Diego no se hacía de rogar, en definitiva, había juegos que me formulaba y ejecutaba sola sin que él se enterase nunca de su participación, o estuviese interesado en hacerlo. Él era más de acciones.
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A la Máxima (completa)
Teen Fiction«Salir con un hombre como él está mal. Máxima lo sabe, su lógica se lo dice, su mejor amiga se lo recuerda. Aun así, decide hacerlo». El semestre comienza y Máxima se entera de que hubo un error en el sistema de las inscripciones de la universidad y...
