-

29.5K 2.4K 1K
                                        

Abstraída alcé los brazos, miré las luces de colores que brotaban del techo, eran tan bonitas. Estiré los dedos queriendo alcanzarlas y llegar a ellas. De seguro así se sentían los gatos con esos puntos rojos de láser en la pared sin poder atraparlos.

Me arrepentí de no haber fumado más antes de venir a bailar, porque así habría podido alargar más la sensación de liviandad que comenzaba a desaparecer poco a poco. Debí haber traído el porro conmigo para encenderlo afuera y permanecer así por más tiempo para no tener que ser consciente de nada, aunque fuese por una noche.

Una mano se posicionó con autoridad en mi vientre bajo y eso me exaltó por un segundo, hasta que su pecho encajó con naturalidad en mi espalda y me hizo reaccionar a su tacto como en otras ocasiones anteriores.

Máxima.

Su voz me confirmó quién era, pero no me había hecho falta oírlo para saberlo. Era como si mi cuerpo conociese su identidad por la manera en que me había tocado, o como el vaho tibio que se había desprendido de sus labios me había erizado la piel del cuello, cuando me había retirado el cabello para hablarme al oído.

—¿Qué estás haciendo aquí sola?

Tal vez todo ese conjunto de acciones le había tomado unos segundos llevarlas a cabo. No lo sabía. En ese tiempo debí haberme girado, empujarlo para alejarlo de mí, pero no hice nada de eso. Era algo visceral, mi piel respondía al contacto de la suya y se volvía hipersensible. Estaba tan jodida.

—¿Max?

No tenía la energía para enfrentarlo. Entonces hice lo que sabía que le volvería loco. Ignorarlo. No le pedí que me soltara, no le hablé en lo absoluto, solo me contoneé contra su cuerpo bailando como si nada, mientras pretendía que su presencia no me alteraba ni un poco y que él era cualquier otro hombre en medio de la pista de baile.

—Máxima, ¿has estado bebiendo? —dijo de nuevo a mi oído para hacerse oír debido a la música. Luego me hizo girar hacia él y me atrajo contra su pecho—. Contéstame.

—No —respondí ofendida, no tenía que estar borracha para pretender que lo ignoraba.

Me tomó de la mejilla para obligarme a encararlo y me miró el rostro como si estuviese analizando si mi respuesta le convencía. Al parecer así fue porque, un segundo después, me pasó la lengua sobre los labios y luego, me besó con hambre, con ese tipo de ansias que hacía que mi cerebro dejase de funcionar correctamente. En definitiva, no le importaba que tuviese novio, ni quien pudiese vernos.

Su lengua entró en mi boca de forma arrolladora y deseé ahogarme con ese apéndice que conocía tan bien, pues me había recorrido cada recoveco del cuerpo. Quería más, más de él y era tan, pero tan difícil obligarme a mí misma a apartarlo.

Como pude eché el rostro a un lado, más por orgullo que por el apremio de que se detuviera y le hablé al oído para que me escuchara.

—¡Suéltame! —Lo encaré y él hizo una mueca de molestia, pero fue obediente y dejó de rodearme con sus brazos, aunque no se apartó de mí, seguía muy cerca—. ¿Cómo sabías en donde estaba?

Me puso la mano en la cintura y colocó su boca junto a mi oído.

—Siempre vienes a bailar aquí con tus amigas. —Ah, mierda, se me había olvidado ese pequeño detalle hacía rato al teléfono—. Hablemos, por favor —rogó con un tonito que me desarmó.

Lo miré enmudecida, pero no llegué a pensar qué responderle al respecto, porque me tomó del brazo y comenzó a conducirme para que avanzáramos entre las personas que estaban en la pista de baile. Antes de lo previsto ya íbamos escaleras abajo.

A la Máxima (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora