El camino de la universidad al apartamento se me hizo eterno. Solo quería llegar a darme un baño y descansar. Esa mañana me había levantado temprano para hacerme un examen de sangre y confirmar que todo estuviese bien. Antonio y yo nos habíamos cuidado siempre con preservativo, pero aún así había decidido confirmar. Los resultados habían llegado durante la tarde a mi correo y me había alegrado saber que todo estuviese en orden.
Pero la falta de sueño no era el único motivo para mi desanimo. Después de lo ocurrido con Antonio no había sido fácil enfrentar los días.
Para bien o para mal, habíamos durado algún tiempo viéndonos y aunque nunca tuvimos una relación como tal, en los últimos días había extrañado la calma que experimentaba cuando estaba a su lado. Esa tranquilidad que se había dado entre ambos debido a las reglas que habíamos establecido que limitaban nuestro comportamiento. Por eso me había sentido cómoda a su lado para conversar, para besarnos, para dejarle ver mis vulnerabilidades. No tenía que fingir estar bien cuando no lo estaba, no tenía que rebanarme la mente para analizar su conducta, sus palabras o sus silencios. No desconfiaba de él, su honestidad siempre había estado presente e, irónicamente, esa había sido la razón de que nuestro arreglo se terminara.
Debía volver a tener una rutina en la que mi mejor compañía fuese la mía.
En cierta forma sentía que los últimos meses de mi vida habían sido un lapsus en el que me había desprendido de mí misma, para darle paso a esa Máxima en cuya mente flotaban una serie de preocupaciones que no había experimentado antes. Había pasado de ser una estudiante enfocada en su futuro, para obtener una beca de Maestría, que buscaba desarrollar las herramientas necesarias para ser una excelente profesional, que devoraba libros, escribía artículos interesantes, se divertía y era feliz, a convertirme en alguien que pasaba horas haciendo densas introspecciones por un hombre que le había dado prioridad a otra mujer y luego, incidentalmente, por otro con el que se suponía todo sería casual y sin sufrimiento. No quería eso para mi vida, quería recuperarme a mí misma como prioridad de todo.
Suspiré de alivio cuando al fin llegué a mi edificio y pulsé el botón de llamada del ascensor. Ni siquiera me molesté en mirar en qué piso se encontraba, solo me dediqué a leer mensajes que tenía pendientes. Decidí abrirlos por orden de prioridad. Primero respondí uno de mi padre y luego abrí los de María Clara en el que me enviaba un montón de fotos de accesorios para el cabello. No entendía de qué iba ese asunto.
El ascensor llegó a la planta baja y alcé el rostro para mirar cómo las puertas se abrían. Moví el pie con intenciones de entrar a este, pero me quedé paralizada al ver a su ocupante.
Tras superar la sorpresa, sonreí cómplice.
—¿Qué coño estás haciendo aquí?
—Eeeh... Nada. Es más, ni me viste —contestó Christopher al salir del ascensor.
Una parte de mí quería ir tras de él y obligarlo a confesarlo todo, pero estaba cansada luego de la tediosa clase de la materia optativa que tenía los viernes, así que lo dejé ir sin más.
Christopher portaba una sonrisa nerviosa en el rostro que se acrecentó a modo de despedida, antes de abrir la puerta que daba hacia la calle. Entré al ascensor pensando en que la que no se me escaparía sería Natalia.
Al ingresar al apartamento todo estaba en silencio. Me dirigí a la habitación de mi mejor amiga y escuché el ruido de la ducha. La cama se encontraba revuelta. Caminé hasta el cesto de la basura y descubrí dos empaques de condones y varios pañuelos desechables, unos parecían estar envolviendo algo, ¿un condón usado? En la mesa de noche había un tubo de lubricante. Las pruebas hablaban por sí solas.
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A la Máxima (completa)
Подростковая литература«Salir con un hombre como él está mal. Máxima lo sabe, su lógica se lo dice, su mejor amiga se lo recuerda. Aun así, decide hacerlo». El semestre comienza y Máxima se entera de que hubo un error en el sistema de las inscripciones de la universidad y...
