Nueve, segunda parte

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—Hubo un error en el sistema. —Lo miré incrédula, a esas alturas, dudaba hasta de eso, aunque sabía que era verdad, otros alumnos se habían visto afectados—. Al final del semestre anterior, hablé con la coordinadora de clases, pues había decidido impartir otra materia, estaba aburrido de las ecuaciones. Hablamos al respecto y le di una lista de materias que me interesaban enseñar. Ella me dijo que tenía que revisar bien a ver si se podía hacer este semestre o de lo contrario quedaría para el siguiente, pero cuando ocurrió lo del error me llamó y me comentó que se había abierto una clase para generación de potencia. Acepté e imagínate mi sorpresa cuando te vi en la lista de estudiantes.

»Por eso te hablé en el pasillo, para ponerte sobre aviso, porque sabía que si entrabas al salón y me veías ahí te iba a dar algo. Y estaba tan nervioso que fui un odioso de mierda contigo de nuevo.

»Aunque no lo creas, solo tomé la oportunidad de darte clases para demostrarte que no soy todo lo que piensas.

Negué con la cabeza.

—No debiste tomar la materia. Eres un... ¡Acosador asqueroso! —Le golpeé el pecho con el puño—. ¿Sabes todo el maldito estrés de esos días? No quería estar en el mismo lugar que tú y ¡lo sabías muy bien! ¡Lo sabías!

—Solo demostrarte que no soy el mismo profesor idiota de hace dos semestres atrás.

—¡Pues lograste todo lo contrario! ¡Sigues siendo el mismo idiota! —grité llena de coraje.

El desánimo en su rostro fue patente.

—Tienes razón, soy un idiota, pero me gustas, me vuelves loco, Max, dime, ¿tú no querrías estar cerca de la persona que te gusta? ¿Aunque no pudieras tenerle, solo porque verla te hace feliz? —Me miró a los ojos y aquella declaración me dejó perpleja—. ¿Solo porque conversar con ella de cualquier tontería es la mejor parte de tu día?

—Así no. No con engaños. ¡Me manipulaste, para que no retirara la materia!

—No te manipulé, Fui honesto contigo...

Lo interrumpí con una risa sarcástica.

—La palabra honestidad se te debe hacer ceniza en la boca.

—Me llamaste y te dije que si no querías ver la materia la sacaras... —dijo, tras ignorar mi último comentario—. No me imaginaba que sería un gran problema... Que no podrías intercambiarla por otra. Te juro que no tuve esa malicia. Sí, te insté a ver la clase con el profesor que tanto odias, pero es por lo que ya te expliqué, quería... La oportunidad de limar asperezas.

Negué con la cabeza, molesta. No quería limar nada con él.

—Pero todo lo demás fue real. Nuestras conversaciones, nuestras risas, nuestras confidencias, nuestros chistes internos, nuestras llamadas largas, todo. Así como también son ciertas...

—¿Qué? —pregunté al verlo dudar.

—Estas ganas de besarte, de abrazarte, todo es cierto, Max. —Eché el rostro a un lado, porque no sabía cómo lidiar con la mirada que me daba cuando me hablaba de esa manera—. Date cuenta, por favor, que si te invité a comer el martes de la semana pasada es porque no soporto no conversar contigo... ¡Carajo! —expresó en tono desesperado—. ¡Te extraño!

Apreté los dientes molesta, por todas sus mentiras. Yo también lo extrañaba, pero sus maneras habían sido incorrectas.

—Dime, sin ser tu profesor, sin coincidir contigo en la misma aula y de la forma en que se había dado nuestra última interacción dos semestres atrás... Si me hubiese acercado a ti para pedirte una cita, ¿qué me habrías dicho? Si tras disculparme lo hice y no quisiste, ¿imagínate si nunca nos hubiésemos reencontrado en clases? Creo que me habrías tirado un café hirviendo en la cara. Mientras que, a Leo, que no te ofrecía nada, le rogabas porque te dijera algo...

A la Máxima (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora