Era domingo por la tarde, Natalia, Claudia, que nos había acompañado al pueblo, y yo calmábamos el calor en la piscina.
Sabía que mi mejor amiga había tenido buenas intenciones. Sacarme de la ciudad para tomar distancia de Diego era necesario para que pudiera adquirir algo de perspectiva. Y aunque me inclinaba cada vez más a darle una oportunidad, era fundamental que pensara bien nuestras circunstancias y analizara mis sentimientos.
Natalia había creído que al no estar bajo la constante presencia de Diego, podría tomarme un momento para descansar un poco de todo lo sucedido. Ocupar mi mente en algo más. En teoría tenía sentido, incluso parecía sensato, excepto que los resultados obtenidos fueron por completo adversos a los deseos de mi mejor amiga. La distancia solo contribuía a que sucumbiera a pensarlo con mayor ímpetu.
Y por más que intentaba librarme de él, no podía. Me resultaba tan rara esa lucha contra mí misma. Me costaba verme como una chica que no era capaz de salir de la bruma del deseo que le causaba un hombre, pues no me había ocurrido antes.
En mi fértil imaginario brotaban por doquier las más estimulantes fantasías. Tal vez, simplemente, me estaba haciendo adicta a la sensación deliciosa que hacía que algo burbujeara en mi vientre.
La excitación de mi sesión de besos con él en su camioneta continuaba diluyéndose por mi cuerpo y se sentía tan bien que ni siquiera me daba a la tarea de espantar los pensamientos lujuriosos, al contrario, me dejaba llevar por ellos.
Mi propensión hacía los besos de Diego era inequívoca. De solo imaginarlo quitándose la camisa, el deseo se arremolinaba violento en medio de mis mulos, para repartirme placenteras sensaciones eléctricas por todo el cuerpo y producirme una constante pulsión en mi sexo.
—Máxima, ¿quieres otro trago? —preguntó Clau.
—Ay, sí, porfa —dije entregándole mi vaso.
Las chicas salieron de la piscina y caminaron hasta la cocina de la casa de Natalia. Llevaba horas fingiendo que las escuchabas hablar de sus cosas de la universidad, de Gabo, del chico de la discoteca con el que Claudia había bailado, pero todo era falso. Solo pretendía, daba sonrisas impostadas e intentaba responder algunos comentarios, para dar la impresión de que me encontraba con ellas en la piscina.
En mi imaginación mis amigas se quedaban conversando en la cocina por un buen rato, mientras que él, me tomaba por la cintura y enroscaba mis piernas en torno a sus caderas, a la vez que me buscaba la boca.
Tras nuestro apasionado beso se separaba lo justo de mí, para preguntarme sí seríamos de ese tipo de personas que tendrían sexo en la piscina cuando los demás se habían alejado lo suficiente. Yo le respondía que sí, que sí seríamos así. Entonces él querría que le explicara cómo lo haríamos.
En mi imaginación no me paralizaba como me había sucedido en la camioneta. Al contrario, era sexualmente resuelta y le relataba de manera excitante como le bajaría los shorts, para acariciarlo y que echaría a un lado mi traje de baño, para que él...
—Aquí tienes.
Clau me extendió el vaso, acción que me arrancó de mis pensamientos.
—Gracias —respondí con la voz en un hilo y lo tomé, para que ella pudiese volver a entrar a la piscina.
Miré a un punto impreciso del jardín a través de mis lentes de sol y me llevé el trago de tinto de verano a los labios. Mis amigas hablaban y hablaban, cuestión que me mataba la vibra. Se me hacía intolerante permanecer ahí.
—Debo irme —anuncié—. Voy a estar un rato con mis padres.
—¿No dijiste que llegaban como a las seis de la tarde? Apenas van a ser las cinco.
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A la Máxima (completa)
Genç Kurgu«Salir con un hombre como él está mal. Máxima lo sabe, su lógica se lo dice, su mejor amiga se lo recuerda. Aun así, decide hacerlo». El semestre comienza y Máxima se entera de que hubo un error en el sistema de las inscripciones de la universidad y...
