Me di una ducha breve y cuando salí del baño él vino a mi encuentro y me besó con ansias.
Se desplazó hasta su armario para buscarme algo de ropa y mi vista cayó al cajón de la cómoda en donde guardaba sus relojes y lentes de sol que estaba abierto. Encontré aquel reloj que había comprado idéntico al mío, lucía casi nuevo.
—No lo usaste más —dije mientras lo apuntaba con mi dedo índice.
Negó con la cabeza. Lo entendía, recordar era duro.
—El tuyo está ahí. —Señaló un saco de terciopelo negro—. Con nuestros brazaletes. —Asentí y le di una sonrisa pequeña.
Diego deslizó por mi cabeza esa camiseta negra manchada que solía ponerme cuando lo visitaba y me ayudó a colocarme uno de sus calzoncillos.
Luego, me condujo hasta la barra de la cocina. Encontré una bolsa de la farmacia llena de condones, me había comprado una pastilla anticonceptiva de emergencia por si quería tomarla. Decidí que sí, por si acaso, pues siempre que habíamos tenido relaciones sin condón habían sido cerca de mi periodo.
Como nunca la había tomado, comencé a leer las instrucciones para recordar lo que había leído hacía tiempo atrás en la farmacia de mi papá cuando había ayudado a una chica con algunas dudas. Diego colocó un vaso de agua en la mesada y se paró detrás de mí. Apoyó la barbilla en mi hombro y me besó el cuello con dulzura.
Finalmente, me tomé la pastilla y lo dejé abrazarme mientras recostaba mi espalda contra su pecho. Lo que no esperaba era que colara las manos bajo la camiseta y que ascendiera por mi abdomen hasta acunarme los pechos. Escuché cómo su respiración se iba acelerando conforme me besaba el cuello y su entrepierna se endurecía.
Moví el trasero contra él coquetamente y una de sus manos bajó para posarse sobre mi ropa interior. Apretó con suavidad mi sexo y eso me hizo jadear. Éramos demasiado inflamables.
—¿Quieres más?
—Mmm sí, pero tengo hambre —respondió y soltó una risa que yo secundé.
Metí la mano entre su pelvis y mis glúteos para apretarle la erección. Suspiró en mi oído y eso me hizo reír más. Me giré hacia él y lo encaré.
—Yo no puedo más, necesito recuperarme un poco. —Bajé la mano y lo acaricié impúdicamente—. ¿Me la guardas para más tarde?
Asintió efusivo y sonrió con picardía.
Comimos conversando sobre trabajo. El tema de la producción de más sabores de la línea de coberturas lo tenía muy motivado, así que me contó todo al respecto. Luego le hablé un rato de las materias que había cursado ese semestre y él me escuchó con atención.
También le expliqué el motivo de la mudanza de mi hermano a la ciudad y le conté sobre su relación con mi amiga Claudia. Después le dije las novedades de la universidad que incluían a Brenda que se le había declarado a Miguel y que Juan y Verónica también se habían hecho novios.
—Siempre pensé que terminarías saliendo con él, no con alguien como Ramiro —dijo serio y se llevó la taza de té verde a los labios.
—No hablemos de eso.
Él asintió sin más y tuve la impresión de que no le había gustado mi censura, pero recondujo la conversación al tema de mi viaje. Bromeó con que él podía aparecerse en la farmacia de mi padre para comprar banditas para cortadas y yo le aseguré que lo visitaría, que me inventaría excusas de lo más verosímiles para volver a la ciudad.
—Quiero pasar las navidades contigo, llenarte de regalos.
Lo miré enternecida y él se acercó a darme un beso dulce que me produjo un tirón en el estómago.
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A la Máxima (completa)
Подростковая литература«Salir con un hombre como él está mal. Máxima lo sabe, su lógica se lo dice, su mejor amiga se lo recuerda. Aun así, decide hacerlo». El semestre comienza y Máxima se entera de que hubo un error en el sistema de las inscripciones de la universidad y...
