Estaba llevándome una taza de café a los labios, mientras revisaba los comentarios de un post que había publicado, cuando mi teléfono sonó y me sacó de mi ensimismamiento.
Leí en la pantalla el nombre de Niko y sonreí de inmediato. Contesté con la voz aun pastosa por el sueño, porque atípicamente había despertado temprano esa mañana.
Me sorprendió el tono de mi novio, el pobre sonaba muy estresado. Su padre había amanecido muy enfermo, su médico de siempre, su cuñada, no le contestaba, por lo que me llamaba para pedirme ayuda, pues no tenía ni idea de qué comprar en la farmacia. Me incorporé en el sofá y escuché los síntomas que incluían una historia sobre comer demasiado sushi, indigestión, vómito e ir al baño continuamente.
—Ven por mí, te acompaño.
—Gracias. Estoy ahí en quince minutos.
Corrí al baño para darme una ducha rápida, me coloqué mi vestidito blanco con rayitas verticales azules y fui a la cocina a prepararme un emparedado de pavo. Luego, me tomé mis vitaminas que siempre olvidaba, pues mi papá me había regañado en su última visita.
Diego me avisó de que estaba abajo, por lo que corrí a su encuentro. Nos habíamos pasado juntos el fin de semana anterior. Nat había organizado su noche de cine el sábado y yo le había pedido que no asistiera Ramiro, pues, por muy estúpido que sonara, él quería conmigo y no deseaba ver a mi novio en plan celoso, al contrario, ansiaba que se relajara y compartiera con mis amigos.
No sabía si era porque no lo veía desde el lunes en la mañana que me había dejado en mi apartamento o qué, pero me pareció que lucía más guapo. Llevaba jeans con una simple camiseta blanca y lentes de sol. Nada que no hubiese visto antes y aun así, pensé que estaba fantástico.
Le permití que me besara como se le antojaba, porque justo así, con el toque de sus dedos en mi muslo, me hacía perder la razón.
Aproveché de arreglarme un poco mientras él conducía. Se quejó de que lo ponía nervioso, pues pensaba que iba a sacarme un ojo con la máscara para pestaña por el movimiento y me rogó que esperara a que se detuviera en un semáforo para continuar. Le respondí con coquetería que no se preocupara, que tenía experiencia, que en la pausa de los semáforos prefería comérmelo a él.
Diego se rio y se sonrojó. Aún me parecía increíble que tuviera el poder de provocar que se pusiera así. Estiré la mano y le acaricié el cabello y él hizo ese movimiento de cabeza para demostrarme que aquel toque le producía escalofríos, por lo que continué adrede, porque me encantaba ponerlo así.
Fuimos a uno de esos supermercados con farmacia. Busqué un carrito y seleccioné medicamentos para restablecer la flora intestinal, para el malestar y suero, pues de seguro su padre estaba deshidratado. Con eso en mente, tomé algunas botellas de agua de coco también.
Escogí una papaya y bananas por el potasio. Unas patatas, pechugas de pollo, galletas de soda, entre otros alimentos para esos casos. Diego se alejó y lo vi regresar con un cepillo dental azul, me dijo que era para cuando estuviese en su casa, así que aproveché de seleccionar otros productos necesarios para mí, como acondicionador.
Hicimos la compra lo más rápido posible y durante la breve estadía en la fila de la caja nos miramos con sonrisitas socarronas. Él rodeó mi cintura con las manos y con discreción, deslizó un poquito a un lado el tirante de mi vestido para depositar en mi hombro uno de sus besos dulces y sosegados.
—¿Entonces mi lengua es un apéndice que con solo recordarlo te mojas? —susurró a mi oído, con tono provocador, lo que le había escrito en un mensaje el lunes.
Presionó su entrepierna contra mi trasero. Giré a mirarlo por encima del hombro y él miró hacia arriba para hacerse el desentendido.
—Pues sí, ¿te gustó el mensaje?
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A la Máxima (completa)
Teen Fiction«Salir con un hombre como él está mal. Máxima lo sabe, su lógica se lo dice, su mejor amiga se lo recuerda. Aun así, decide hacerlo». El semestre comienza y Máxima se entera de que hubo un error en el sistema de las inscripciones de la universidad y...
