—Le gustas. No solo le gustas. Le gustas un montón —dijo Natalia.
Mi mejor amiga peinaba con los dedos su esponjosa melena de rizos color castaño oscuro, los cuales cuidaba con especial mimo para que no perdieran volumen, mientras hablaba conmigo. Se había hecho reflejitos marrón claro hacía poco, cuestión que contrastaba muy bien con su piel trigueña y sus hermosos ojos.
—Si le gustara jamás me habría tratado así, es un imbécil.
—Que es un imbécil no te lo refuto. —Se pintó el labio superior—. Pero igual le gustas un montón y tú lo sabes. Incluso me atrevería a decir que a ti también te gusta un poco. Y que te gusta desde hace dos semestres atrás. —Se terminó de maquillar la boca.
—¿Qué? ¿Estás fumada, loca?
—Máxima, siempre dices que la forma en la que te mira te pone arrítmica. Me acabas de contar que prácticamente te abrazó y a ti todo aquello no te causó repelús...
—Pero eso no quiere decir que me guste.
—No me interrumpas, escúchame, esto suele pasar. Las mujeres lastimosamente crecemos en una sociedad en donde sin darnos cuenta nos imponen roles de poder. El que te guste un tipo medio imbécil, medio dominante, medio intimidante, no es tu culpa. Es el puto morbo asociado a la autoridad masculina a los que nos hemos visto expuestas desde pequeñas en series, películas y libros en los que se erotizan o fetichizan estos roles. Es terrible.
—Ay, joder, Nat, que él no es un badboy, es un nerd medio idiota, creo que estás confundida.
—Aja, ya te veré dentro de quince años, cuando nos emborrachemos un viernes en la noche, para quejarnos de los tarados de nuestros esposos y admitas que el profe te ponía un poco y que eso te daba una rabia que te enfermaba.
—No, no, qué va, creo que el spray que te has estado atomizando en los rizos te causó un tumor cerebral o algo y estás disociada de la realidad. Nótese que el único momento en el que no lo encontré por completo vomitivo fue cuando admitió que era un imbécil, léase, cuando me hizo ver que es algo más que un idiota petulante y cretino.
—Mira, viéndolo así... —Hizo una pausa—. Aunque tal vez te sucede eso porque, una vez más, nos han acostumbrado a que cuando un macho deja sus actitudes de mierda por nosotras es porque somos especiales, cuando la realidad es que no deberían tener esas actitudes de mierda en un primer lugar.
—Pues... —Suspiré—. No puedo creer que vaya a defender al profesor Roca, pero tal parece ser que sus actitudes de mierda solo han sido conmigo, no con más nadie. Incluso recuerdo que con Brenda nunca fue un idiota. En clases es bastante amable con los estudiantes. Su problema era conmigo, así que sus actitudes de mierda no son generalizadas y hoy lo ha reconocido.
—Entonces no es un imbécil siempre, lo es solo contigo. Resulta que si eres especial después de todo —dijo sarcástica.
—Bap —solté antes de salir de su habitación.
Me fui a la cocina en donde comencé a prepararme la cena, sin poder dejar de pensar en lo que había dicho mi amiga. Yo no podía ser tan básica en la vida. No, él no me gustaba. «Es un imbécil», claudiqué decidida a olvidar el asunto, mientras una vocecita en mi cabeza me recordaba, en tono burlón, que había dejado perfectamente doblado su pañuelo en mi escritorio.
—¿Cómo me veo? —preguntó Nat desde la sala, minutos después.
Se veía guapísima con un vestido negro de coctel y unas sandalias rojas de infarto.
—Divina, preciosa, bellísima —contesté y comencé a bailar con ella un vals.
—Deberías acompañarme, champán gratííís —cantó alargando las notas.

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A la Máxima (completa)
Roman pour Adolescents«Salir con un hombre como él está mal. Máxima lo sabe, su lógica se lo dice, su mejor amiga se lo recuerda. Aun así, decide hacerlo». El semestre comienza y Máxima se entera de que hubo un error en el sistema de las inscripciones de la universidad y...