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Savas entra a la cocina despeinado, su expresión perdida se posa en mi maleta. Siento un nudo en la garganta cuando se gira hacia mí. Durante unos minutos, el silencio se siente pesado.

—Nosotros nos vamos —murmura Jackson.

El silencio persiste mientras ellos cierran la puerta. Savas me observa con una mirada vacía.

—¿Qué haces?

Dudo un momento.

—Me voy a quedar con Nik y Jackson. Necesito tiempo para aclarar mis ideas y mis sentimientos.

Savas me agarra la cara con ambas manos.

—Está bien, Faith. Yo te voy a esperar a que regreses, a que estés preparada. Porque cuando tú estás, todo es mejor.

Me aparto de él.

—Jackson y Nik me esperan.

Savas toma mi maleta y nos dirigimos hacia el carro de Jackson. Ninguno dice nada, pero antes de subir, Jenna me abraza con fuerza.

—Jenna, no exageres, no es una despedida —dice Nik, intentando aligerar el momento.

Pero de repente, las lágrimas comienzan a brotar de los ojos de Jenna.

Savas se acerca y limpia mis lágrimas con ternura.

—Tranquila, no es una despedida. Sé que vas a volver a tu hogar —me dice mientras me da un beso en la frente.

Sus ojos están rojos, a punto de llorar. Subo al auto y Jackson comienza a conducir. Nadie habla durante el trayecto. En pocos minutos, llegamos al departamento de Jackson y Nik. Es acogedor, aunque más pequeño. Jackson deja mi maleta en la habitación de Nik.

—¿Y bien, qué pasó? —pregunta Nik en un tono frío.

Nik me observa, su mirada es intensa.

—No quiero hablar.

Nik frunce el ceño.

—No soy Jenna. No voy a empezar a hablar de sentimientos. Cuando me cuentes qué pasó, entonces podremos hablar. Así que déjate de estupideces y habla de una vez.

Respiro hondo, mi cuerpo tiembla.

—No estoy preparada para estar con alguien. No hablo de lo sexual, sino de lo emocional. Me aterra no saber cómo tener una relación sana. Sé que Savas quiere que esté bien, para que esté con él —digo, algo frustrada.

Nik me mira con molestia.

—Savas no quiere que estés bien para que estés con él. Solo quiere que estés bien. No seas una idiota, tú mereces estar bien, solo por ti, no por nadie más. ¿Faith, qué pasó esa noche después de la fiesta con tu ex?

Miro mis zapatos, incapaz de sostener su mirada.

—Cuando llegamos a su casa, fuimos directos a su habitación y seguimos discutiendo. Cuando quise irme, me agarró del cuello e intentó besarme. Eso provocó que yo le diera una bofetada. Él me dio un puñetazo en la costilla, su fuerza hizo que cayera. Nadie me había golpeado nunca, y me quedé sentada intentando recuperar la respiración. Cuando llegó el segundo golpe, fue una patada, luego otra, otra, otra, hasta que caí al suelo, tosiendo y llorando, esperando que se detuviera. Y lo hizo después de unos minutos. Me extendió la mano y me levantó. Una vez de pie, tomó mi rostro y me besó de forma brusca. Creía que todo había acabado, cuando otro puñetazo llegó, esta vez en mi rostro.

Me susurra al oído.

—Ves, amor, lo que me hiciste hacerte.

Entré en estado de shock. Me llevó a su baño y empezó a desvestirme. Llenó la bañera, y al entrar, él se giró hacia mí y me dijo:

—Faith, eres desechable. No tienes a nadie, puedo hacer contigo lo que quiera.

No sé cuánto tiempo estuve en esa bañera, pero cuando salí, Nate estaba dormido. Tomé mis cosas como pude, a pesar del dolor, y salí tan rápido como pude. Una vez fuera, llamé a Blair. Ella no entendía muy bien lo que decía por mi llanto, pero vino por mí a la calle. Me llevó a su casa y le contó a sus papás lo que había pasado para que me revisaran. Me llevaron al hospital, y allí una psicóloga habló conmigo. Avisaron a las autoridades, y días después, tuve que ir a la fiscalía, donde le dieron una orden de restricción a Nate.

Hago una pausa mientras me siento en la cama de Nik.

—Cuando volví a la escuela, Nate se había encargado de decirle a todos que me gustaba que él fuera violento, que eso me excitaba. Pero yo lo hice porque él terminó conmigo. Así que solo era la loca de su ex. Su historia era más fácil de creer que la mía, la estúpida que estuvo tres años en una relación donde la agredían. Al final del día, todos amaban a Nate, y cómo no hacerlo, si era atractivo, inteligente, amable, divertido y capitán del equipo de fútbol, mientras yo era la psicópata obsesiva de su ex. Cerré mis cuentas porque recibía insultos todos los días. Terminé mi último año en casa porque no podía volver a la escuela, y los supuestos amigos que conocía desde toda mi vida me dieron la espalda en menos de tres segundos. Blair fue la única que se quedó conmigo.

Cuando termino de contar la historia, las lágrimas caen de mis ojos. Fijo mi mirada en Nik, que está perpleja, intentando asimilar todo, buscando las palabras correctas.

Nik se sienta a mi lado.

—Viviste una pesadilla, pero ya estás aquí. Sobreviviste, Faith, y no tienes que bajar la cabeza. Si alguien debe hacerlo, es el imbécil de tu ex. Savas no es como tu ex, y no puedes permitir que el miedo gane. Tienes el derecho a estar bien, a volver a ser tú y a disfrutar de tu vida. ¿Savas lo sabe?

Negué con la cabeza.

—Solo sabe que tuve una relación complicada y extremadamente tóxica. Él me organizó una cita con la psicóloga de la universidad sin avisarme. Después de la terapia, me sentí destruida, y el hecho de que Savas lo hiciera sin preguntarme me hizo sentir que quería controlar mi vida, como lo hizo Nate, y exploté con él.

—Tienes que hablar con él y decirle esto —insiste Nik en un tono serio.

—No, y tú no se lo dirás —me levanto de la cama rápidamente, llevando mis manos a la cabeza de forma frustrada—. No voy a estar bien porque cuente esta historia una vez y otra.

Nik respira hondo.

—Savas tiene derecho a saber. Él lo necesita.

—No. La única que tiene derecho aquí soy yo. Es mi vida y mi historia. No me hagas arrepentirme de contarte lo que pasó —digo de mala forma.

—Está bien, Faith. No diré nada, pero no puedes enojarte porque Savas intentó darte la ayuda que necesitas.

—No estoy enojada solo por eso. Estoy aquí porque me asusta generar una dependencia a Savas, de creer que lo necesito para estar bien, como pasó con Nate. Cuando empecé a salir con Nate tenía 15 años y toda mi vida era un caos. Mi familia se rompía y Nate estaba ahí, tan perfecto, con sus ojos azules y su sonrisa que hacía que se me olvidara todo. Soy un desastre.

—Todos lo somos, y es normal que te asuste eso. A mí me asusta el hecho de que siempre elijo a personas como Gabriel para que formen parte de mi vida. Creo que soy incapaz de formar lazos sanos con las personas, porque siempre vi a mi padre engañar a mi madre, y a ella fingir que él no lo hacía. Aún viven juntos y fingen tener una relación perfecta, mientras él puede tirarse a todas las tías que quiere.

—Nik —murmuro, sin saber qué decir.

—Estoy bien. Tengo a Jackson, a Jenna, a Savas y a ti. Somos una familia. Todos tenemos traumas y estamos rotos, pero nos tenemos, Faith.

No puedo evitar sonreír al escuchar mi nombre.

—Gracias por incluirme y por contarme.

Nik sonríe.

—Somos amigas y todo se va a quedar en esta habitación —me dice mientras me extiende su dedo meñique.

Tomo su dedo con el mío, sellando nuestra promesa.

Nik suspira hondo.

—Debes aclarar tus sentimientos por Savas. Él lo necesita, y tú también. Y debes volver a terapia, no porque Savas quiera que estés bien, sino por ti.

Before I hate youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora