4

1.1K 156 2
                                    

La tensión en la habitación era palpable, y el aire se sentía cargado de emociones no expresadas. Me separé lentamente de Savas, nuestros ojos se encontraron en un momento que parecía congelarse en el tiempo, como si el mundo a nuestro alrededor hubiera desaparecido. Su mano, suave y cálida, acarició mi mejilla, descendiendo con delicadeza hasta mis labios. Aún con las manos en su cuello, mi mente se debatía entre la confusión y el deseo.

—¡Faith! —su voz rompió  y de inmediato, una ola de ira me inundó. Sin pensarlo, lo empujé para alejarlo y salí de la habitación.

—¡Mierda! —exclamé, frustrada, al llegar a la sala donde todos me miraban con sorpresa. Savas salió detrás de mí, su expresión reflejaba una mezcla de desconcierto y determinación.

—No te puedes ir —dijo, confundido.

Lo miré desafiantemente, lista para enfrentar lo que viniera. —¿Quieres ver cómo sí?

—Ese beso fue real, significó algo para ti —me lanzó, la tensión en su voz palpable.

Los demás nos observaban con atención, el aire se volvía más denso con cada palabra.

Sonreí perversamente. —Solo fue un beso. No importa, hace menos de doce horas que besé a alguien más.

Sus ojos se oscurecieron de rabia. —¿Qué dijiste? —preguntó, su voz más dura.

Un impulso de provocación brotó de mí. —Lo que oíste. No te debo ninguna explicación.

—¿A quién besaste? —la insistencia en su voz era innegable.

—La pregunta debería ser a quién no he besado en estos dos años. Si quieres una lista, puedo tardar un poco; ¿por qué no esperas sentado?

—Déjate de tonterías y responde —me exigió.

—No te debo explicaciones —grité, sintiendo cómo la rabia y el dolor se mezclaban.

—Faith —intervino Jackson, su tono conciliador no hacía mella en el clima hostil.

—Tienes razón, no te debo nada. No me importa. No voy a insistir más porque la Faith de la que me enamoré no existe. Tú la destruiste —las palabras de Savas cortaron el aire, cada sílaba como un golpe.

Mi expresión cambió, el impacto de su comentario me dejó sin aliento. —¡Savas! —interrumpió Nik al notar mi reacción.

—Deberías irte a la universidad —sugirió Jenna.

—Puedo llevarte —ofreció Jackson, pero ya había tomado la decisión de salir.

Negué con la cabeza, pero Savas no estaba dispuesto a dejarme escapar. Salí del departamento, con un nudo en la garganta, pero él salió tras de mí.

—No necesito que me lleves, estoy bien —dije, pero él solo sonrió, desafiando mi resistencia.

—No te voy a llevar. Vendí el auto, así que vamos a caminar.

Lo miré, sorprendida. —¿Por qué? Amabas ese auto; tenía un ridículo nombre.

—Pero amo más a mi hermana, y el seguro no cubre todos los gastos.

Sentí un nudo en la garganta al recordar mis propias pérdidas. —Puedo ayudarte con los gastos.

—No.

Tome su mano, deseando transmitirle un poco de mi entendimiento. —Sé lo que es perder a una hermana; déjame ayudarte con los gastos.

El silencio se extendió entre nosotros, hasta que finalmente levantó la mirada. —Como préstamo, solamente.

Asentí, aliviada.

Me abrazó, y por un momento, el dolor se desvaneció entre los dos. Las puertas del elevador se abrieron y salimos, dirigiéndonos a la universidad.

—Quiero disculparme por la actitud de Jenna y por lo que pasó cuando tu padre vino.

—Supongo que la lealtad está con Savas; lo conoces desde toda la vida —respondí con un tono frío, cerrando la puerta a la reconciliación.

—No se trata de lealtad, Faith; solo que no era yo quien tenía que decírtelo.

—Confiaba en ti, eras mi amigo —mi voz se quebró, el dolor resurgía.

—Lo soy, Faith. Eres como una hermana para mí. Te quiero y te he extrañado desde que te fuiste. No eras solo importante para Savas; eras importante para todos nosotros.

Lo miré de reojo, incapaz de procesar sus palabras. —No sé si puedo volver a confiar en ti o en Jenna.

—Y nosotros en ti. No sabemos cuándo vas a irte huyendo por algún problema.

Tragué saliva, y juntos caminamos en silencio hasta llegar a la universidad.

—Bien, llegamos. Es mejor que entres. Te veo después —dijo, y entré a mi clase, sintiéndome abrumada por los recuerdos y las emociones.

Después de un día agotador, decidí ir directamente al hospital. Nik tenía su quimioterapia más temprano. Al llegar, evité entrar a la sala donde estaba Jenna, dirigiéndome al laboratorio. Al entrar, noté que Savas no estaba, pero su escritorio tenía el trabajo que le entregué lleno de anotaciones.

Me invadió la ira y, en un arranque impulsivo, decidí borrar su trabajo. Era una decisión imprudente, y de repente, el pánico me paralizó. Justo en ese momento, escuché que la puerta se abría y respiré aliviada al ver que era Stefan.

—¿Qué haces? —me miró, con un aire de desconfianza.

—Nada —respondí, demasiado nerviosa para darle más explicaciones.

—Savas y la doctora tienen una reunión para ver si autorizan los fondos para avanzar con su investigación. No creí verte tan temprano aquí. Ella y Savas llevan días trabajando en un reporte.

Entré en pánico. —Espera, ¿qué dices? —pregunté, sintiendo que el mundo se desmoronaba a mi alrededor.

—No te avisaron. ¿Faith, estás segura de que estás bien?

Temblando, bajé la mirada. —No, tengo que salir de aquí.

Él me tomó de la mano. —Habla conmigo. Dime qué ocurre.

Bajé la mirada, sintiendo el peso de la culpa. —Lo borré.

—¿Qué hiciste? —su rostro se endureció.

—Estaba molesta, y no pensé. Fue un impulso; no sabía que era ese documento.

—Vete. Le diré a la doctora que llamaste y que tenías un asunto en la universidad y que no vas a poder venir hoy.

—¡Stefan! —grité, asustada.

—Vete, Faith. Nadie tiene que verte aquí. Iré a verte al hotel y hablamos.

Y así, mientras el caos reinaba en mi mente, me fui, sintiendo que cada decisión me llevaba más lejos de la tranquilidad que anhelaba.

Before I hate youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora