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Le empecé a desabrochar la camisa y el pantalón a Savas, mientras lo seguía besando apasionadamente. Cada roce de sus labios encendía una chispa en mi interior, un fuego que no quería extinguir.

—¡Faith! Espera—, se separó un poco, su voz un susurro entre la necesidad y la duda.

Lo observé fijamente, sintiendo cómo una tristeza profunda invadía mis palabras—. Te necesito, por favor. Savas, quiero sentirme amada, aunque sea por un momento—, casi supliqué, mis ojos reflejando una desesperación que no podía ocultar.

Sin más, me tiró hacia él, abrazándome con fuerza en la cintura. Sus besos se volvieron agresivos, cargados de una pasión que me hizo responder con igual fervor, enrollando mis manos en su nuca. En un movimiento suave, me levantó, envolviendo mis piernas alrededor de su cintura. Un jadeo escapó de mis labios al sentir cómo su cuerpo se frotaba contra el mío, mientras continuaba besándome.

La intensidad del momento aumentó cuando, sin previo aviso, me introdujo en él. Empezó a moverse rápidamente, sujetándome de la cadera, y el placer se disparó a cada instante. La respiración se volvió errática, y sentí cómo el clímax se acercaba.

—Más rápido—, exclamé, con una mezcla de deseo y urgencia.

Me sonrió, un brillo travieso en sus ojos mientras aceleraba sus movimientos. Nuestros labios volvieron a encontrarse, mi lengua invadió su boca con la misma ferocidad con la que él me tomaba. Sentí cómo se movía lentamente dentro de mí, cada salida y entrada intensificando el deseo.

Después de unos minutos, nos sumergimos en el agua, nadando en un torbellino de sensaciones hasta que llegó el momento de salir de la piscina. Con cuidado, entramos a la casa, ambos desnudos, el aire fresco contrastando con el calor que aún sentía en la piel. Al llegar a mi habitación, caímos en la cama juntos.

Suspiré, sintiendo la mezcla de vulnerabilidad y gratitud—. Gracias por hacerme sentir amada, aunque sea unos minutos—.

Savas me observó, su mirada profunda y sincera—. Te amo, Faith. No tengo que fingir nada—. Me dio un beso en la frente, y en ese momento, supe que todo era real.

Cerró los ojos y se durmió rápidamente, mientras yo permanecía despierta, mirando el techo de mi habitación. Con el paso de las horas, las lágrimas empezaron a brotar de mis ojos. Las limpié rápidamente y me vestí. No podía quedarme más tiempo en esa casa; era como si me faltara el aire. Recordé el lugar que había encontrado años atrás, una cabaña alejada en el pantano que siempre me había brindado paz.

Salí de casa a las cinco de la mañana, sin haber dormido nada, sintiéndome agotada. Al llegar, contemplé el agua oscura, sumida en mis pensamientos, cuando de repente escuché unos pasos detrás de mí. Me volví rápidamente y allí estaba Nate, parado con una sonrisa que me heló la sangre.

—¿Qué haces aquí?—, pregunté, sintiendo un escalofrío recorrerme.

—Tranquila, amor—, dijo mientras se acercaba—. Solo yo te conozco y sabía que vendrías. Siempre fue tu escape, tu lugar secreto.

Cruce los brazos, intentando alejarme, pero me sujetó del brazo.

—¡Suéltame!—, grité, llena de rabia.

Negó con la cabeza, su mirada fija en mí—. Tenemos que hablar—.

—¡No tenemos nada de qué hablar! Solo quiero que me dejes en paz—, respondí, sintiendo cómo la ansiedad comenzaba a apoderarse de mí.

Frunció el ceño—. ¿Para ir corriendo con ese idiota?—, gritó, su voz cargada de ira.

—Ese no es tu asunto—, repliqué, tratando de mantenerme firme.

Before I hate youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora