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Salí del baño después de unos minutos, sintiéndome más relajada, ya vestida con un mono de manga farol color blanco, ajustado con un cinturón que marcaba mi cintura. Encima llevaba mi bata, con mi nombre bordado en hilo dorado, algo que siempre me daba una sensación de pertenencia, como si ese pequeño detalle me anclara a la realidad. Me maquillé de manera casual, solo lo necesario para resaltar mis rasgos sin que pareciera un esfuerzo. Dejé mi pelo suelto, lacio y natural, cayendo sobre mis hombros. Al salir del baño, me topé con Savas, quien ya estaba vestido. Llevaba unos jeans oscuros, una camiseta negra y, por supuesto, su infaltable chaqueta de cuero, esa que siempre le daba ese aire de chico malo, como si se hubiera quedado atrapado en una película de los noventa.

—El blanco no te queda —dijo, con una sonrisa burlona en los labios—. No resalta el azul de tus ojos. Vamos, te estaba esperando para ir a la universidad.

Puse los ojos en blanco, cruzando los brazos con fastidio.

—Iré caminando —contesté, con un tono firme—. ¡Son solo cinco minutos!

Savas arqueó las cejas, esa expresión suya de "sé más que tú" que me sacaba de quicio.

—Son cinco minutos en auto, tres en moto, y quince caminando —dijo, como si estuviera educándome.

Le dediqué una sonrisa sarcástica, ajustando el cinturón de mi mono antes de responder:

—El clima es perfecto, ¡iré caminando!

—No seas infantil, Faith.

—Adiós, Savas —le solté sin más, tomando mis cosas y saliendo antes de que pudiera replicar. El aire fresco me golpeó la cara al salir a la calle, y comencé a caminar.

Finalmente, llegué a la oficina de mi asesor, quien me entregó mi horario y me explicó el programa de medicina con una calma abrumadora. Cuando la charla terminó, sentí un alivio, pero también una ligera ansiedad. Mi primera clase era en una hora, y decidí sentarme en una mesa en el jardín de la universidad, intentando calmar los nervios.

El teléfono vibró en mi bolsillo, y al ver el nombre de Blair en la pantalla, sonreí.

—¡Hola, Blair! —contesté, animada.

—¡Te extraño! —se quejó ella, con ese tono dramático que siempre me hacía sonreír.

—Yo también... —hice una pausa, mordiendo mi labio—. Tuve la pesadilla otra vez.

Blair suspiró al otro lado de la línea.

—Bebé, sé que cuando te lo propuse te negaste, pero quizás en Madrid podrías ir a terapia.

Negué con la cabeza, aunque ella no pudiera verme.

—No quiero sentarme con un desconocido, Blair. Ya es bastante vergonzoso que tú lo sepas, no quiero que nadie más lo sepa.

—Nunca te juzgaría, Faith. Te quiero demasiado para eso.

—Yo también te quiero, Blair. —Suspiré, mirando a mi alrededor—. Tengo que colgar, te hablo después.

Justo en ese momento, vi a un chico acercándose. Alto, guapo, con cabello castaño y unos ojos oscuros que me miraban con curiosidad. Llevaba dos vasos de café en las manos.

—¡Hola, soy Gabriel! —se presentó con una sonrisa cálida—. ¿Puedo sentarme?

Asentí con la cabeza, algo desconcertada

—Faith —dije, sonriéndole de vuelta.

—Este es para ti. —Me acercó uno de los vasos—. ¿Eres de primer año?

—Sí. ¿Y tú?

—De segundo —respondió, dándole un sorbo a su café—. ¿Interrumpí la llamada con tu novio?

—No, solo...

Antes de que pudiera terminar la frase, Savas apareció de la nada, su rostro tensado en una mueca de ira.

—Fuera de aquí —le soltó a Gabriel, con una voz tan baja y amenazante que me puso la piel de gallina. Nik estaba a su lado, con una expresión que no lograba descifrar. Yo solo los miraba, confundida y furiosa al mismo tiempo. ¿Quién demonios se creía Savas para irrumpir así?

—Savas, no hay necesidad de hacer esto —intentó calmarlo Gabriel, manteniendo un tono neutral, claramente incómodo por la situación.

—¡Dije que te fueras! —repitió Savas, apretando los dientes—. No lo voy a repetir.

Gabriel se levantó, resignado, tomando su café.

—Faith, lo siento. Nos vemos después.

Intenté levantarme para seguir a Gabriel, pero Savas me sujetó del brazo, impidiéndome moverme. Su agarre era firme, y su mirada fija en mí me hacía sentir atrapada.

—Te quedas con nosotros —dijo, su voz baja pero cargada de autoridad.

—Faith, está bien —intervino Gabriel, con una sonrisa forzada—. No te preocupes.

Savas tomó mi café de la mesa y lo tiró al cesto de basura con un gesto despectivo antes de sentarse. Estaba furiosa, apenas podía contener las ganas de gritarle.

—¿Quién crees que eres? —le espeté, sintiendo que mi rostro se encendía de rabia.

—No lo conoces —murmuró Nik, cruzándose de brazos.

—Tampoco los conozco a ustedes, y aun así aquí están —respondí, a la defensiva.

—Solo era un café —dijo Savas, claramente molesto. Se levantó de golpe—. Si tanto quieres uno, iré por él.

Jenna y Jackson llegaron justo en ese momento, notando la tensión en el aire.

—¿Pasa algo? —preguntó Jackson, mirando a Nik con preocupación.

—No —respondió Nik rápidamente, su tono frío.

—Tu café. —Savas regresó, poniendo el vaso en la mesa con mala cara.

—¿Alguien me puede explicar qué sucede? —preguntó Jenna, desconcertada.

—Nada —dije, conteniendo mi ira—. Debo ir a la biblioteca antes de mi clase.

—Te acompaño —dijo Nik, levantándose—. También necesito unos libros.

Pero antes de que pudiéramos irnos, una chica alta, de cabello oscuro y ojos negros, se acercó corriendo hacia Savas, emocionada.

—¡No lo puedo creer! —dijo, abrazándolo.

—Nazli, ¿qué haces aquí en Madrid? —preguntó Savas, sorprendido.

Me quedé mirándolos, tratando de procesar lo que acababa de pasar.

Before I hate youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora