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Stefan se separa lentamente de mí y me sonríe, una chispa de confusión en sus ojos. —No me voy a quejar, pero, ¿qué fue eso?

Suspiro, sintiendo la frialdad en mi pecho. —Nada, no tiene importancia —digo con un tono que apenas oculta mi desdén.

Él frunce el ceño, la incredulidad marcada en su expresión. —¡Me besaste, Faith!

Me cruzo de brazos, tratando de mantener la fachada. —Tengo la solución perfecta: bésame tú a mí, y estaremos igual —digo, cínicamente, buscando desviar la conversación.

—Es una oferta muy tentadora, pero la voy a rechazar. Si quieres hablar, búscame —responde, visiblemente frustrado.

Pongo los ojos en blanco. —Porque los problemas de la vida se solucionan hablando —replico con ironía, mis palabras cortantes como dagas.

Stefan se da la vuelta y sale del laboratorio, su frustración palpable. Cuando se va, lanzo una revista contra la pared; este día no puede empeorar.

En ese momento, la puerta se abre de nuevo. No necesito darme la vuelta para saber que Savas está detrás de mí; su aroma lo delata a kilómetros.

—Es la revista que publicó mi artículo —dice, su voz cargada de irritación.

Me giro, encontrándome con sus ojos oscuros, profundos como un abismo. —No sabía que había revistas de mentirosos compulsivos y ¡PROSTITUTOS! ¿En qué lugar estás tú? —espeté, con rabia surgiendo en mi pecho.

Savas avanza hacia mí y me sujeta del brazo con firmeza. —Es suficiente. Ambos nos herimos, pero eres un adulto, así que compórtate como tal. Este es un trabajo profesional, y si no puedes manejarlo, renuncia. No eres indispensable, Faith —su tono es frío, cortante.

Me suelto de su agarre, sorprendida por su actitud autoritaria. —Volví por Nik, al igual que tú, así que llevemos la fiesta en paz. Aprende a separar las cosas. Aquí soy tu superior, no tu exnovio. ¿Entendido?

Trago saliva, abro la puerta para salir, pero Savas la cierra de golpe, bloqueando mi camino. —Te hice una pregunta, señorita Ciare, y quiero saber si lo comprendes.

Asiento, con la mirada que podría matarlo en ese momento, inundada de ira.

Él sonríe con satisfacción. —Ven —ordena, y continúa explicándome sobre un proyecto de investigación. Cuando menciona "nanopartículas", mi enojo se desvanece, dejándome hipnotizada por sus labios gruesos de un suave color rosa.

**Concentrate, Faith.**

Savas se da cuenta de que mis ojos están fijos en él. —¿Escuchaste lo que dije? —pregunta, su sonrisa burlona en su rostro.

—No se tiene que ser un genio para entenderlo. Bueno, tú lo haces —respondo a la defensiva.

Cruzando los brazos, él me observa, frustrado. —La doctora envió documentación de un centro de investigación internacional. Quiero eso para mañana, antes de que vayas a la universidad.

Lo miro, asombrada. —No puedes estar hablando en serio. Estás haciendo esto para castigarme.

—Sí, pero no por la razón que piensas. Soy tu superior aquí, y no voy a soportar tus niñerías. Espero que disfrutes el trabajo, y espero que no termines tarde —dice antes de salir, girándose antes de cerrar la puerta, con una mirada divertida en sus ojos. —No rompas nada, por favor.

Hago un sonido de queja, la frustración me consume. Tomo el archivo y me pongo a trabajar. Las horas pasan, y aunque no puedo terminar, no le daré a Savas la satisfacción de saber que me afecta. Cuando miro mi celular y veo que son las 2 a.m., me doy cuenta de que he estado tan concentrada que ni siquiera noté la fuerte lluvia afuera. Decido que necesito descansar un poco, así que me dirijo a uno de los cuartos de los residentes.

Despierto con un susurro que pronuncia mi nombre. Abro los ojos lentamente y veo a Stefan, quien me observa con confusión. —¿Faith, qué haces aquí?

Bostezando, respondo: —Puedes culpar a la tormenta y a Savas. ¿Qué hora es?

—Faltan 15 minutos para las 6 a.m.

Me levanto de un salto. —¡Mierda! Debo volver al hotel, ducharme y llevarle esto a Savas.

Él me detiene. —Ve al hotel y yo se lo puedo dar.

Negando con la cabeza, salgo corriendo y tomo un taxi que me lleva al hotel. Al llegar, me ducho rápidamente. Salgo y tomo lo primero que encuentro, dirigiéndome de inmediato al departamento. El viaje es rápido, no encuentro mucho tráfico, y en cuestión de minutos estoy afuera, tocando la puerta.

Jenna abre y me observa con desdén. —¿Qué haces aquí? —pregunta, malhumorada.

—Busco a Savas —digo, mientras entro al departamento. Nik está en el sofá y Jackson en la cocina preparando el desayuno. Me acerco a Nik y la saludo.

—Luces cansada —dice ella.

—¿Quieres un poco de café? —me pregunta Jackson, acercándose al sofá.

—No, gracias, Jackson. Solo iré a darle esto a Savas. Debo ir a clases.

Me levanto y camino hacia la habitación de Savas. Al abrir la puerta, todo luce igual que hace dos años. Mis cosas siguen ahí, como si nunca me hubiera ido. Tomo una foto nuestra que está sobre la mesa de noche y un nudo se forma en mi garganta.

—¿Qué haces? —pregunta Savas, parado en la puerta, solo con unos jeans y el cabello mojado.

Dejo caer la foto rápidamente. —Vine a entregarte el resumen que me pediste.

Me sonríe. —No podías esperar para verme.

Pongo los ojos en blanco. —Cree que lo quieras. No me importa —digo, molesta, mientras intento salir, pero él me lo impide.

Sonríe de forma provocadora. —¿Por qué la prisa? —pregunta mientras me toma de la cintura. Nuestros cuerpos están completamente pegados. Intento moverme, pero él me retiene.

—¡Suéltame!

—No.

—¡Suéltame! Quiero irme —grito, sintiendo la rabia brotar de mí.

—¡No!

—No tenemos nada de qué hablar. Por desgracia, el único trato que debo tener contigo es en el hospital. Se te olvidó; solo eres mi superior.

—Eso es en el hospital. Ahora estás aquí, y no dejaré que te vayas huyendo.

—¡Suéltame!

Niega con la cabeza. —Primero tienes que pagar por eso.

Lo miro, irritada. —¿Qué quieres? —pregunto, exasperada.

Él sonríe con malicia. —Un beso.

Lo miro fijamente, la incredulidad surgiendo en mí. —No va a pasar.

—Entonces no te dejaré ir. Tú eliges.

—Te odio —murmuro, inclinándome hacia él. Nuestros labios hacen contacto, y en un instante, el mundo a nuestro alrededor se desdibuja. Savas responde de inmediato, sus labios moviéndose con una urgencia feroz.

El beso es ardiente, lleno de una mezcla de rabia y deseo reprimido. Mis manos se enredan en su cuello, mientras él me atrae más cerca, presionando su cuerpo contra el mío. La tensión entre nosotros estalla, y por un momento, olvido todo lo que nos separa. Las emociones fluyen entre nosotros, cada beso un recordatorio de lo que una vez tuvimos y de lo que todavía queda por resolver.

Before I hate youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora