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Habían pasado unos minutos en silencio, ninguno de los dos decía nada. Solo nos abrazábamos, dejando que el peso de nuestras historias y el momento nos envolviera.

—Savas, yo... tenía una hermana. Se llamaba Hope —digo en un susurro, mi voz quebrándose al final.

Savas levanta una ceja, mirándome con sorpresa.

—¿Tenías? —pregunta, suavizando el tono al notar mi expresión.

Suspiro profundamente, intentando reunir fuerzas para continuar.

—Murió de una sobredosis. Tenía 18 años... yo solo tenía 15.

El silencio que sigue es espeso, pero Savas no aparta la mirada, como si con ella intentara sostenerme.

—No tienes que hablar de esto si no quieres —murmura, intentando aliviar el peso en mis palabras.

—No, sí tengo que hacerlo. Quiero que sepas todo de mí, Savas, lo bueno y lo malo —mi voz tiembla mientras las emociones empiezan a revolverse dentro de mí—. Cuando Hope murió, mamá empezó a beber. Se desmoronó. Papá intentó ayudarla al principio, pero luego... empezó a evitar la casa, a refugiarse en el trabajo. Yo me quedé sola. Nate apareció entonces y me aferré a él como si fuera mi única tabla de salvación. Y ya sabes cómo terminó todo eso...

Las lágrimas comienzan a arder en mis ojos, pero me obligo a continuar.

—Mis padres... me hicieron sentir que no valía la pena, que nunca sería suficiente. No podía reemplazar a Hope, pero yo también era su hija. Y me abandonaron. Te cuento esto porque... sé de primera mano lo que el daño que pueden hacer los padres.

La primera lágrima cae, y la sigo con rabia, limpiándola rápido. La ira que he contenido durante tanto tiempo, esa parte de mí que ha odiado a Hope por dejarme sola, comienza a aflorar. La culpaba. Por la indiferencia de mis padres, por el alcoholismo de mamá, por todas las malas decisiones que tomé.

Savas, en silencio, me mira con una ternura que me derrumba.

—Ellos se lo pierden, Faith. Ellos son los que no ven lo increíble que eres. No hiciste nada malo.

—Siempre pensé que si me esforzaba lo suficiente... si era una buena estudiante, una porrista perfecta como Hope, tal vez entonces me notarían. Pero nunca lo hicieron. Los padres de Blair terminaron adoptándome, iban a verme a los partidos, mientras mis propios padres ni una llamada me hicieron en meses.

Savas toma mi rostro entre sus manos, inclinándose para besarme suavemente. Mis manos se enredan en su cuello mientras él desliza una por mi cabello. Nos separamos con lentitud, el mundo afuera parece desaparecer.

—Voy a avisar que estoy enfermo y no puedo ir al trabajo hoy —dice, su voz firme pero suave—. Y tú... tú vas a volver a pedir tu cita con la psicóloga para mañana. No puedes saltártela esta vez, ¿entendido?

—Sí, señor —bromeo, esbozando una sonrisa mientras apoyo mi cabeza en su pecho.

Savas se queda mirando el techo, su ceño ligeramente fruncido. Paso mi mano por su mejilla, intentando leer sus pensamientos.

—¿En qué piensas? —le pregunto suavemente.

—En que soy afortunado de tenerte en mi vida.

Frunzo el ceño, pero antes de que pueda decir algo, me sonríe y su mirada me desarma.

Despierto sola en la cama. Escucho voces fuera de la habitación, una de ellas es la de Savas, la otra, una mujer desconocida. Me acerco a la puerta y la entreabro. Ahí está, discutiendo con una mujer alta, de ojos azules y pelo negro.

—Baja la voz, Faith está dormida —le advierte Savas, claramente irritado.

La mujer, que ya me había notado, me mira.

—Perdón, no quería interrumpir —digo, esbozando una sonrisa incómoda.

Savas abre los ojos, sorprendido al verme.

—Faith, ella es mi madre, Romina —dice, tomando mi mano.

—Hola, mucho gusto —saludo, intentando sonar más tranquila de lo que realmente me siento.

Romina me mira con una sonrisa forzada antes de dirigirse a Savas.

—Angela quiere que estés en su graduación, Savas. Deberías ir a Bagá. Incluso le compré un boleto a Faith, para que te acompañe.

El ambiente se vuelve tenso. Savas frunce el ceño, claramente incómodo.

—Te dije que no iría, mamá. Pudiste haberte ahorrado el viaje.

—Es tu padre, Salvador. Somos tu familia.

—No lo necesito en mi vida —su tono es duro, sus manos cerradas en puños.

Romina suspira, frustrada, pero no cede.

—Solo piénsalo, cariño. Nichole, Jenna, Jackson... todos estarán ahí. Te dejé las llaves de tu moto en la recepción.

—No quiero nada que venga de él —Savas responde tajante, su mirada helada.

Romina lo observa con dolor, pero asiente, sabiendo que no va a conseguir más de él en este momento.

—Todos cometemos errores, Salvador. Merecemos una segunda oportunidad. Recuerda eso.

Con una última mirada hacia mí, Romina se marcha. El silencio que queda tras su partida es casi palpable. Me siento a su lado, tomando su mano con suavidad.

—¿Estás bien?

Savas niega con la cabeza, soltando un suspiro.

—No. Mi madre no tenía derecho a aparecer así. Ni a invitarte.

Lo miro a los ojos, intentando entender.

—¿No querías que la conociera?

—No así... no después de todo lo que pasó con mi padre. No de esta manera —murmura, su voz cansada.

Coloco mi mano en su rostro, acariciando su mentón suavemente.

—Iría a Bagá contigo, si me invitas. Sería lindo bailar contigo en la graduación. Nunca fui a la mía —digo, esbozando una pequeña sonrisa.

Él sonríe levemente, divertido por mi comentario, y se levanta, ofreciéndome la mano.

—¿Qué haces? —pregunto, sin entender.

—Vamos a bailar, Faith.

—¿Pero no hay música?

—No la necesitamos.

Me toma por la cintura y me atrae hacia él. Nuestros cuerpos se mueven juntos, en un vaivén lento y natural. Mis manos rodean su cuello, sus labios rozan los míos hasta que el beso se convierte en algo más profundo, más necesario.

—Eres lo mejor que me ha pasado en meses —susurra contra mi oído, su voz baja y cargada de emoción.

—Nos salvamos el uno al otro, Savas —le respondo, mis palabras mezclándose con el latido de su corazón.

Sonríe y me toma de la mano para hacerme girar.

—He oído que Bagá es hermosa en esta época del año —dice con una chispa en los ojos.

—¿Ah, sí? ¿Dónde lo has oído? —pregunto, divertida.

—Bueno... en realidad no lo he oído nunca. Pero tiene que serlo.

—Vamos —susurra mientras me besa la frente—, dejemos de hablar y sigamos bailando.

Apoyo mi cabeza en su hombro, cerrando los ojos. Y seguimos bailando, como si el mundo a nuestro alrededor hubiera desaparecido.

Before I hate youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora