Capítulo 2

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La noche apenas llegaba a la mitad. Jamás he tenido el talento para dormir mucho, no alcanzaba a cerrar los ojos el tiempo suficiente como para considerarme plenamente dormida.

Me levanté. La calidez del recuerdo de la mano de mi padre sobre mi mejilla, hizo que encendiera las luces de la habitación más rápido. La lucidez definió el sonido repulsivo del vómito que llegaba del baño de invitados.

Por instinto alargue la mano al arma, pero recordé que Ricardo siguió tomando durante la cena como lo haría un buen idiota.

Al salir de la habitación me encontré con todas las luces del apartamento encendidas. Al menos la ebriedad evitó que Ricardo las apagara todas.

El pasillo se veía aún más largo de noche, de un lado cuatro puertas y del otro ventanas. Me llevó una eternidad llegar al telescopio.

Todas las ventanas del edificio de enfrente estaban apagadas, excepto la del apartamento 308. Deslice el lente por el interior. La noche aún se sentía fría y lejos de terminar.

Me costó encontrarla. Las ventanas no iban del techo al suelo y solo podía ver la mitad del torso. Estaba sentada en el suelo con la espalda encorvada en el sofá.

Ella tenía el rostro echado hacia atrás. Y la curvatura de sus senos estaba expuesta y sugerente, la respiración acelerada los movía formando una onda que podía seguir.

«1»

«2»

«3»

Pero ya no podía, su respiración se aceleró lo suficiente para romper el ritmo. Mientras más se inclinaba hacia atrás, más expuesta estaba.

Más podía ver. Sus músculos eran suaves y delgados, la tensión los definía. Sus manos se escondían abajo, hasta donde no llegaba el cristal de la ventana.

El calor de mi aliento acariciaba mis labios pero mi nuca estaba fría por el sudor.

Y frío y calor.

Y frío y calor.

Me gustaba más el frío, me hacía sentir menos ausente que la calidez.

Entre sus senos un hombre se deslizó. El grueso de sus brazos rodeó el torso de la mujer del 308, y sus senos se escondieron bajo la boca de él.

—¿Por qué no estás dormida?

La voz de Ricardo hizo que me lanzará hacia atrás. Había encontrado momentos en los que me lamentaba de haberlo aceptado.

Ricardo tenía el rostro húmedo y el torso desnudo. El león tatuado en su antebrazo lucía más como una mancha desfigurada ahora que podía ver más de su piel. Y los ojos hundidos por el cansancio hacían que su piel se viese tan opaca como su tatuaje.

—¿Por qué no estás dormido tú? —pregunte.

Ricardo ladeo el rostro hacía la ventana. Él podía ver la luz del apartamento 308 encendida, pero no podía ver lo que sucedía.

—Al menos yo tengo una excusa menos ilegal —vociferó Ricardo señalando el telescopio— ¿Vigilas a la vecina todas las noches?

Ricardo levantaba las cejas asombrado pero el aspecto perezoso del resto del rostro ayudaba a no sentirme completamente juzgada.

—Yo no vigilo —aseguré.

—Tú solo observas, ya me sé el cuento —dijo mirando hacía la ventana, sus ojos oscuros estaban fijos en el apartamento 308, estaba segura que sentía curiosidad al igual que yo.

Las personas que se arriesgaban a salir de noche eran tan pocas que lograba entender la curiosidad de Ricardo por la mujer del 308.

—¡Hey! Deja de dar miedo y vamos a dormir —finalizó Ricardo.

—Estas importunando mi rutina normal.

Ricardo se inclinó. Con una mano desvió el telescopio de la visión del apartamento.

—Después de dos semanas tu rutina normal comienza a dar miedo —Ricardo acompañó sus palabras con un bostezo prolongado y un empujón amistoso.

—Vamos —insistió él —Podrás seguir siendo aterradora mañana.

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Siento curiosidad sobre si te ha gustado el inicio de esta historia. Es la primera que publicó usando narrador protagonista en primera persona.

Hasta la próxima vez que vea un dragón (el próximo domingo para quienes no sepan la referencia).

308Donde viven las historias. Descúbrelo ahora