Capítulo 3

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Una de las cosas que podía agradecerle a Ricardo es que no mentía cuando decía que sabía cocinar. Pero esta mañana no me gustaba la forma particular que había optado por mirarme.

—Tienes unos ojos bonitos —dijo de pronto.

Levante la mirada solo para ver una sonrisa ladeada.

No había comentado nada de mis ojos hasta ese momento, le había pedido que no dijese nada, ni positivo ni negativo.

El espejo me recordaba lo suficiente a mi padre como para que Ricardo empujara el recuerdo.

—Ya lo sé —espeté.

Traté de bajar la mirada, pero no pude. Mi padre jamás me enseñó cómo hacerlo.

—Lastima que los uses para mirar perversiones —dijo él.

El tenedor golpeó con fuerza el plato cuando no pude atinar al champiñón.

—Estoy segura que tus ojos miran porno —aseguré y la sonrisa de mi amigo se volvió completa.

—La gente en el porno saben que la van a ver, no creo que tu vecina lo sepa —dijo él. No parecía enojado o apunto de sermonearme.

Antes de que llegara aquí había sido explícita en las reglas y él, hasta ese momento, había roto todas. Comenzaba a sentir que era mejor tener a Ricardo de amigo a través de un teléfono.

—¿Vas a juzgarme? Te recuerdo que fuiste tú el que llegó casi de noche y luego vomito el baño —Su llegada tarde era lo único que podía decir para aferrarme a la cuerda de la moral.

Ricardo tomó un trago de su jugo de naranja y luego fijó sus ojos oscuros en el pan tostado. Recién levantado su cabello negro era más desordenado, sino fuese porque mantenía la mirada fija y una conversación cuerda lo tomaría como un loco de la calle.

—Y me disculpe, hice la cena y limpie un piso limpio. Estoy seguro que quiebras una o dos leyes mirando por la ventana que yo llegando un poco tarde.

—No es peligroso mirar por la ventana —casi escuché mi voz como un chillido y aclaré la garganta, no quería escucharme como una niña regañada.

La luz del sol me llegaba de espaldas, de frente lo tenía a él y la pared blanca de la cocina. Mientras que él podía pasar de mirarme a mí y ver la luz matutina que entraba por el cristal.

Aun así, no había enfocado sus ojos en la ventana ni una sola vez en toda la mañana, incluso cuando comenzó a cortar cebollas para el almuerzo no paró de mirarme a mí.

—Dijiste que no te importaba —dije. Antes de que se mudara había sido específica en mis hábitos rutinarios.

Él era mi único amigo, tenía la suficiente confianza como para invitarlo de inquilino y seguir mi vida con normalidad. Él había aceptado las excentricidades que le había permitido ver, pero en las últimas semanas mis costumbres pasaron de ser extrañas a ser ilegales para él.

—No esperaba verte 24/7 mirando por el telescopio. Oye, si te gusta tanto esa chica te puedo ayudar—dijo Ricadro. Miro el reloj en su muñeca.

Supe que se le hacía tarde cuando se levantó de la silla.

—Hasta las personas raras merecen amor —bufo Ricardo.

Estaba errático y llegando tarde. Dejó el vaso sucio y el desayuno a medio terminar en la encimera. Pero sus preciadas cebollas las guardo con cuidado en la nevera.

—Yo no soy rara —dije negándome a ver lo sucia que dejaba la cocina.

—Las personas no raras salen, aunque sea de día. Ahora no sea tan criminal hoy y mira más la televisión. Usa mi videojuego, lo encontrarás más entretenido y menos psycho.

Lo escuche yéndose con los cerrojos de las puertas abriéndose y cerrándose.

No termine el desayuno. La crema de champiñones parecía señalarme con el mismo nivel de moral que su cocinero.

—Esto es tonto —susurre mientras me levantaba.

Revise los cajones primero. La pereza de Ricardo lo hacía incapaz de colocar los cubiertos en los cajones que les correspondía.

«Coloca siempre las cosas en su lugar y sabrás cuando algo se mueve».

Aunque mi madre no era del todo partidaria del excesivo orden, mi padre había sido muy enfático. Limpie la cocina, cada plato, vaso y cubierto estuvo en su justo lugar. Ricardo me impedía saber sí algo se había movido.

Pero cuando llegué a mi habitación, el arma ya no estaba a un lado de la cama. El brillo dorado de la vara de combate dio un destello pálido de luz cuando abrí la puerta y cayó al suelo.

Baje el rostro y de un suspiro trate de expulsar la frustración, con un inquilino desordenado era suficiente.

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El capítulo se estrenó hoy porque ayer me quedé sin luz, sin internet, sin todo... Espero que hayan tenido un mejor día. Hasta el próximo domingo (eso espero)

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