Capítulo 14

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El dolor fue lo único que logró separar mis uñas de mis dientes, la sangre manchó mis uñas mientras Diana seguía inclinada sobre el telescopio.

—¿Esto siempre ha estado aquí? —preguntó ella.

—Mi papá me lo compró, es un recuerdo —respondí.

Quise que se escuchara como si apenas notaba que el telescopio estaba allí, que pareciera que es solo un adorno más, pero no estaba segura de haberlo conseguido. Desde que Ricardo la trajo al apartamento y le enseñó a los hombres que revisaban el suyo no se había despegado del telescopio.

—Tuviste suerte de que le estaba haciendo un retrato de Kila —dijo Ricardo.

Esa había sido su pobre excusa de porqué había estado mirando hacia el apartamento. Agradecía sus intentos de proteger mis hábitos, pero hubiese agradecido más que no hubiese traído a Diana.

—Sí —murmuró Diana claramente no tragándose todo lo que le decíamos, pero tenía el suficiente tacto o los suficientes secretos como para no averiguar muchos detalles— ¿Desde hace cuánto tiempo están revisando mi apartamento?

—Creo que no llevan ni 30 minutos —respondió Ricardo lucía extrañamente exaltado, con Diana allí se le había pasado el susto y lucía más entretenido con todo el asunto.

Aunque estaba alimentando su lado chismoso me pregunté si todo aquello, la comida e ir tan de prisa por Diana era porque le gustaba, y era por eso que ya no quería que la viese por el telescopio.

—¿Sabes por qué lo están haciendo? —pregunté. Tenía miedo de lo que pudiese responder, no quería que la atención de aquellos hombres se fuese de su apartamento al mío.

—Es un mundo peligroso —respondió Diana. Ella se enderezó y miró directamente hacia mi. Sus ojos azules lucían más oscuros de lo que recordaba—. Son mis jefes, a una cliente le robaron algo una noche y lo anda buscando, pero jamás pensé que lo iban a hacer así.

Mientras hablaba su voz había dado ciertos saltos de decadencia, como si no se sintiese segura de lo que decía.

—Si quieres puedes quedarte —vociferó Ricardo.

No oculté mi molestia, fruncí el ceño y sacudía en negación y Diana claramente me vio.

—Gracias... —dijo Diana—Puedo dormir en la sala.

Y claramente me ignoró.

—No —vocifere. Lo dije lo más alto que pude sin llegar a pegar un grito.

Diana no lucía abatida o herida, evitar importunar no era algo que estaba en su lista de prioridades.

—¡Kila! —reprendió Ricardo. Estaba segura que yo tenía muchos más motivos para molestarme que él —Lo lamento —continuó—. Kila no es mala persona, solo que a veces no sabe cómo relacionarse.

Mis habilidades sociales no tenían nada que ver con querer a Diana lejos, la luz pálida sobre su hombro era un recordatorio constante de que era una persona que mejor me valía tenerla lejos, pero Ricardo no debía saber eso. Mis padres pocas veces estaban de acuerdo en algo, pero en mantener los asuntos familiares dentro de la familia era algo en que concordaban y no pretendo llevarles la contraría justo ahora.

Ricardo debía de aprender a respetar mis decisiones y mi modo de vivir aunque no lo entienda.

—Descuida—dijo Diana—¿Me darías unas almohadas y sábanas?

Lo que le quería dar era una patada lejos de mi hogar.

308Donde viven las historias. Descúbrelo ahora