Diana se movía con la soltura que había visto antes, se desempeñaba bien aguantando el ritmo frenético que marcaba el Materia.
La pelea había durado demasiado para mi gusto, Diana y el Materia comenzaban a respirar con pesadez. Nadie además de Adora y yo parecía prestarle atención. Estábamos a un lado de la casa de hormigón donde me había recibido Samanta.
De la anciana no se veía ni la sombra, Adora había asegurado que estaba mirando por la ventana, que quería ver el nivel de entrenamiento de combate de Diana pero yo no podía asegurarlo, no se veía nada en el cristal, además podía apostar que Samanta se desintegraba con solo el pensamiento de levantarse para mirar por la ventana.
—¿Cuánto más va a durar esto? —pregunte a Adora.
Diana seguía repeliendo puñetazos que iban directamente al rostro, ya no intentaba responder solo soportar. El Materia de ojos morados no se estaba conteniendo nada.
—Hasta que Samanta diga —respondió Adora.
Me crucé de brazos, alternaba la mirada entre Diana y las ventanas polarizadas. Una parte de mi sentía que estaba exagerando, Diana había demostrado ser capaz de cuidarse de sí misma, pero jamás la había visto recibir golpes a los que su luz no podía protegerla.
—¿Cómo te has sentido aquí? —pregunto Adora.
Me sentí desconcertada, alguien que parecía pasar del mundo y preferir ignorarlo no se interesaría por mi estado. Luego recordé la forma en que había actuado con Samanta, seguir órdenes era lo suyo, aún así no comprendía porque Samanta se interesaría si me sentía o no cómoda en una gran casa rodeada de extraños.
—Tu duda es ¿Por? —en lugar de responder prefería saber las intenciones de Samanta. Después de haberme catalogado como una cobarde absoluta y negarme ayuda no esperaba nada de compresión.
Adora no respondió de inmediato, se tomó su tiempo mientras Diana lograba esquivar una patada que iba directamente a su rostro, si en un principio el entrenamiento me había parecido una pelea apenas contenida, ahora la veía desmedida.
Tenía menos de 72 horas conociendo a Adora pero sus silencios mientras pensaba era algo que comenzaba a parecerme común.
—Creo que Samanta te pedirá que te quedes —confesó.
Después de no haber recibido nada de ella pocas ganas me quedaban de complacerla. Mi atención se alejó de la conversación cuando noté a Diana tambalearse y caer de rodillas, aturdida por un golpe directo a la cabeza. Pensé que todo quedaría allí, pero el Materia comenzó a avanzar, para nada dispuesto a detenerse.
Un pequeño hilo de sangre bajando por el costado del rostro de Diana me hizo dispararme hacia adelante.
—Alto —exigí.
Me sorprendí haber sido escuchada. Él se detuvo y por primera vez desde que estábamos allí él me miró. Había una mezcla extraña de aprehensión y asco que no alcanzaba a entender del todo, por un momento dudé de mi propia persona y creí haberlo ofendido personalmente en el pasado.
Él dio un par de pasos en mi dirección y me prepare para la revolcada de mi vida, aunque tenía mucha más fortaleza que ayer no estaba aún del todo recuperada, y después de ver la forma casi salvaje que había peleado con Diana estaba segura que jamás tendría oportunidad.
—Sebastían, no —ordenó Adora.
Él volvió a detenerse inflando el pecho y apretando los puños. Mientras Diana se recuperaba y se aseguraba de mantenerse estable, antes de dar un paso él. Ella tenía un morado que comenzaba a extenderse por su quijada.
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308
FantasyDentro de mi apartamento estoy protegida de todos los peligros, pero no de ella.