Me costó más de lo que pensaba adaptarme a la iluminación dentro del Club Gato. Las luces bajas y los destellos neones verdes me dejaban los ojos irritados.
Había muchas más personas de lo que había podido adivinar. Veía extremidades, ropas y uno que otro rostro iluminado fugazmente por el verde neón, no alcanzaba realmente a dimensionar la cantidad de personas que había, pero no importaba hacia donde mirara siempre estaba la silueta de un cuerpo moviéndose.
Si no lo hubiese visto, no hubiese creído la cantidad de gente dispuesta a arriesgarse por una noche de baile y bebida.
Desde que llegamos Diana nos había sentado en una de las mesas cercanas a la barra. Esa era la única zona bien iluminada y donde teníamos la posibilidad de mirar realmente el rostro de alguien.
Habíamos estado suficiente tiempo aquí, como para que algunos, los más cercanos a la mesa ya comenzarán a notar a Diana.
Ella estaba sentada entre Ricardo y yo, incluso entre sombras y una luz pobre seguía teniendo un aspecto visceralmente atractiva y las sombras duras que proyectaba el rostro solo acentuaban aún más lo que ya de por sí era bonito.
No tenía la moral suficiente para irritarme, yo también la había visto bastante sin su permiso. Su luz estaba justo sobre su cabeza, por momento me parecía un Sims.
—Quiero tomar —vociferó Ricardo.
Solo habíamos estado allí, esperando a ver un Materia entre la gente. La verdad es que dudaba que alguien con mis ojos se sometiera a la tortura lumínica que era el club.
—Las reglas —recordé.
Diana me sujetó el mentón y levantó el rostro. Su cabello creaba una cortina que sólo dejaba dos haces de luz verde, una en la punta de su nariz y otra en el borde de sus labios.
—¿Te duele? —preguntó ella.
—Algo —respondí, no muy segura de a que estaba respondiendo, no sabía si ya era el tiempo oliendo el cigarrillo y el tequila de la esencia pura del club que escuchaba la voz de Diana más bonita que de costumbre.
Diana me soltó el rostro y giró lentamente, como midiendo los movimientos, tomando los lentes de sol que se había colgado Ricardo en el cuello de la camisa.
—¡Oye! —se quejo él —Me descompletas el look.
Diana no le respondió, me acerco los lentes y pensaba que solo iba a lograr que viera todo peor y así fue, pero al menos las luces fluorescentes proyectadas aleatoriamente dejaron de picarme los ojos.
—Gracias —dije. Estaba segura que no me escuchó porque otra voz era más alta.
Me apoye en el respaldo de la silla, sintiendo la ausencia de la vara por primera vez en toda la noche. Con los lentes de sol y estando en contra de la poca luz que había la veía como el culo, apenas podía asegurar que era una mujer.
—Hola —dijo ella.
Pensaba que estaba hablando con Ricardo o Diana, pero el silencio que le siguió a su saludo y el codazo que me dio Diana me dijeron que me estaba hablando a mi.
—Hola —dije.
—¿Te gustaría bailar? —pregunto.
Una vez más dudé de que estuviese hablando conmigo.
—Sí, le gustaría —se apresuró a responder Ricardo.
Diana volvió a darme otro codazo, casi podía escucharla gritarme alguna pendejada.
—No —respondí.
Sentí que había sido más brusca de lo que había pretendido, supuse que la vergüenza le impidió despedirse y simplemente se dio media vuelta.
ESTÁS LEYENDO
308
FantasyDentro de mi apartamento estoy protegida de todos los peligros, pero no de ella.