Capítulo 27

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Había algo reconfortante y extraño en solo estar sentada a la orilla de la cama y mirar a Diana revisar su closet. Era demasiado simple y seguro, no tenía que esforzarme mucho en imaginar que estábamos aquí por motivos más banales.

Pero las mochilas a los pies de la cama eran los bloques que me sujetaban a la realidad.

—¿Crees que mi ropa de la escuela te ajuste mejor? —preguntó Diana.

Ella se estaba esforzando en encontrar ropa que me quedará mejor y con la que pudiera moverme mejor.

Recordé las fotografías, entre una foto y otra Diana se lanzó el estirazo que la llevó a tener la altura de ese momento, pero de adolescente era notablemente más pequeña.

—Creo que sería muy pequeña —asegure.

Diana miró su ropa con la cabeza ladeada, tratando de adivinar si tenía razón.

—Los zapatos creo que sí te funcionarán, era una talla menos, tengo unas zapatillas para correr muy buenas —dijo ella agachándose para poder meterse en lo más profundo del closet. Estaba segura de que todo en las profundidades de un guardarropa estaba hecho mierda.

Así que fue sorpresivo que dejara caer delante de mi un par de zapatos deportivos negros, con la zuela entera y solo un dobles marcado en la tela por la forma de caminar de Diana, casi parecían nuevos. Recordaba lo desordenado que a veces tenía su apartamento y concluí que el estado presentable de los zapatos era responsabilidad de su madre.

—¿No te las vas a poner? —preguntó ella.

Se sentía seguro solo pensar en el estado de la ropa escolar de Diana, seguramente le hubiese robado sudaderas en la escuela. Había seguridad en solo estar ahí, me pregunté si la madre de Diana me dejaría quedarme en su casa, supuse que diría que sí, pero ¿Cuánto podría durar eso antes de que algo me encuentre? Y ya no estaba del todo segura de solo tener que preocuparme por fantasmas.

Diana esperó un momento mi respuesta, pero solo miré los zapatos y pensé en las fotografías que tenía con un equipo de fútbol colgadas en la pared de la sala.

—Te ayudo —dijo ella arrodillándose para tomar mis pies y calzarlos en los zapatos.

El espeso cabello negro no me dejaba ver las pechas que, seguramente, desde arriba, quedaban a la vista bajo el cuello de su camisa «¿De vieja sus pecas lucirán como las de Scarlet?» No es que fuese muy importante, pero quería aferrarme a las cosas que no eran importantes mientras pudiera.

Aún así pensé en la versión de Diana que veía a través del telescopio todos los días, de lejos parecía despreocupada, insolente y hasta cierto punto egoísta.

—¿Por qué? —pregunte.

Diana mantuvo su atención en los zapatos, incluso había decidido atarme los cordones «Esta mujer toma decisiones muy raras»

«Tal vez solo esté pensando que sigo en estado de shock»

—Porque no te las estás amarrando tú —respondió.

—No me refería a eso —dije y esta vez Diana sí levantó el rostro.

Sus ojos azules estaban más cristalinos con la luz cálida de su habitación juvenil. Me miraban con duda pero Diana no preguntó nada y continúe.

—Estás en casa con tu madre ¿por qué ir conmigo? — pregunte —No te ayudaré a ver el fantasma de tu madre muerta, no haré eso, tu madre solo hacía registros, su trabajo conmigo termino.

Diana parecía evaluar la idea de mandarme a la mierda, pero luego de un par de pestañeos su expresión se suavizó.

—Ella sí los cuidaba, alertaba cuando había personas como Elegante cerca —discutió, lo único que le importo de mis palabras fue haber hablado de su madre.

308Donde viven las historias. Descúbrelo ahora