Prólogo

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La miré con atención, somo siempre lo he hecho.

Admirando su belleza, impregnándome ese delicioso aroma que desprende. Indicándome solo una cosa, gritándome solo una palaba, Mía.

Su semblante no es el de siempre, está enojada y lo sé.

Está triste y lo sé.

Se está rindiendo y eso, también lo sé.

Porque ella lo ha dado a entender, con cada oportunidad que busca y no obtiene nada. Pero lo peor de todo, es que yo podría mejorarlo todo, hacer que deje de sentirse como lo hace, que sus ojos vuelvan a verme con el brillo que solían hacerlo, que me abrazará como solía hacerlo y que yo fuera la primer persona que buscara cuando algún problema le surgía como solía hacerlo, y no ser una extraño para ella como ahora lo soy.

Mis ojos recorren su bello rostro, sus labios suaves y rosados, las pecas sobre su nariz, sus delicadas cejas, las mejillas sonrojadas y finalmente los pozos azules que me ven con intensidad.

Mis manos pican por tocarla, por encerrarla entre mis brazos y olfatear su cabello rojizo, pero simplemente me mantengo en mi lugar a un par de pasos de ella.

Antón se remueve inquieto en mi consciencia y no sé si es por tenerla cerca o por algo más, abro la boca con intenciones de decirle algo, cualquier cosa, pero ella se me adelanta.

–Recházame –sentencia con frialdad dejándome estático en mi lugar, mi boca se seca y mis músculos se contraen ante las palabras que abandonan su boca–. Te daré una semana para que lo hagas, porque se que debes hablarlo con Antón y prepáralo, pero si en siete días no lo haz hecho, lo haré yo.

Trago saliva con pesadez ante la seguridad con la que dice aquello, no viéndose afectada para nada por haber soltado algo como eso, cuando yo a pesar de mostrarme neutro con las manos dentro del bolsillo y mi expresión fría, me estoy muriendo por dentro.

Mi corazón duele y para lo único que saco fuerza es para asentir una vez.

Sus ojos me miran por unos segundos dejándome ver un ápice de decepción en ellos, pero rápidamente se esfuma y ella asiente una vez también antes de dar media vuelta y perderse por los pasillos.

Mis ojos quedan fijos en el lugar donde ella estaba hace unos momentos y finalmente caigo en cuenta de algo cuando sus palabras vuelven a aparecer en mi mente.

Ella se rindió.








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Bueno, sin palabras.

¿Qué creen que pudo suceder?

¿Qué creen que podrían encontrar en esta historia?

Creo que esta claro quien relata y quién es la otra persona.

En fin...

Recuerden, mañana primer capítulo.

Adiós!

RecházameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora