Capítulo 9

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BRENIN

Mis ojos se mantienen fijos en la figura de Christopher, ha estado raro todo el día. Ansioso puede ser la palabra y he notado que Isabella anda igual, pero intenta disimularlo con más ganas.

Hace media hora que vine a su despacho, me senté frente a él y no he dejado de verlo fijamente. Esperando pacientemente que la presión de mi mirada lo haga ceder y contarme que es lo que lo perturba.

Sé que lo detesta, pero es el método más fácil de hacerlo flaquear.

Me mira de reojo elevando su mirada por un segundo lejos de la pantalla de su computador y una sonrisa se forma en mi rostro porque sé que lo tengo justo donde quiero.

Solo es cuestión de tiempo para que...

–Joder ¡Está bien! –refunfuña palabras sin sentido apretando los dientes y mi sonrisa solo se agranda–. Algo pasa y sé que lo sabes, porque siempre me haces lo mismo para que hable... –me mira con fastidio–. Detesto cuando haces esto de verme fijamente, pero no puedo decirte nada sin Isa.

Mi ceño se frunce y me inclino hacia su escritorio.

–¿Por qué no?

–Porque es sorpresa.

–Puedo actuar sorprendido después –sonrió con inocencia.

Vuelve a ver con fastidio antes de rodar los ojos y negar con la cabeza.

–No –sentenció volviendo a mirar su computador–. Debes esperar.

Bufe y me deje caer contra la silla cruzando los brazos en mi pecho.

–¿Y cuando me dirán? –la curiosidad adueñándose de mí–. ¿Sera solo a mí o más gente? ¿Es algo grave? ¿Algo bueno? –mis ojos se abrieron con emoción–. ¿Me regalaran un perrito?

Su mirada rápidamente volvió hacia mí, me miro con incredulidad por unos momentos y luego soltó una carcajada.

–¿Por qué te regalaría un perro? –preguntó entre risas.

–No lo sé –me encogí de hombros–. Siempre quise uno.

Negó con la cabeza terminando de reírse.

–Lamento desilusionarte, pero no. No te regalare un perrito –volvió la vista a la pantalla y comenzó a teclear–. En una hora creo que Isa vuelve del hospital.

–¿Está enferma? ¿Qué tiene? –mis ojos volvieron a abrirse, pero ahora por miedo–. ¿Se va a morir? ¿Esa es la noticia?

Su mirada estupefacta recayó en mí y gruñó un poco.

–¡NO! ¿Por qué dirías eso? –volvió a gruñir apuntándome con un dedo amenazador –. No morirá nunca.

–Dijiste que estaba en el hospital, pensé que quizás... –me encogí de hombros ante su nuevo gruñido–. Lo que sea, ¿Qué hace ahí de todas maneras?

–Nacieron nuevos cachorros, debería ir a darles la bendición.

–Ah... –hice una mueca con la boca–. Lo siento.

–Imbécil.

Volví a encogerme de hombros y miré a mi alrededor.

–Ya que estamos aquí, podríamos hablar sobre un asunto importante.

–¿Qué sucede? –frunció el ceño viéndome.

–En dos días es el cumpleaños de la princesa, ¿Qué haremos?

–Nada.

Fue mi turno de fruncir el ceño.

–¿Qué?

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