BRENINDos días.
Es el máximo de tiempo que acordé conmigo mismo darle para que se colocara al día con sus papás antes de robarmela y ese tiempo ya se cumplió.
He estado disimuladamente llevandome de sus cosas a la casa que tengo, que jamás habité ya que siempre me mantuve aquí. Nunca la sentí como mía y siempre terminaba volviendo aquí pese a que intenté mudarme, pero ahora me doy cuenta que inconscientemente volvía a ella.
Mi pelirroja.
Está sentada en el sillón, con las piernas dobladas y bajo su cuerpo mientras uno de sus brazos se apoya en el respaldo sosteniendo su cabeza y conversa con su mamá.
Isabella no se ha separado de ella desde que llegamos y la entiendo completamente, sé el suplicio que debe haber sufrido al no ser capaz de dar con ella porque yo mismo sufria mientras recorria el bosque en su busca.
Una carcajada me hace sonreír mientras la veo apoyado en la pared a unos cuantos metros, sé que sabe que estoy aquí porque así como mi cuerpo vibra por acercarme, ella debe estar sintiendo lo mismo.
El vínculo se ha ido fortaleciendo cada vez más y es solo cosa de tiempo antes de que nuestros cuerpos nos exijan completarlo, pero antes de eso quiero que todo quede claro entre nosotros, sin secretos, sin malentendidos, que todo quede sobre la mesa y poder seguir adelante.
Los pelos de mi nuca se erizan y enderezo mi postura cuando el aura de Christopher se instala en mi lado izquierdo. Cruzo los brazos sobre mi pecho sin apartar la vista de mi pelirroja que me mira de reojo cuando su papá queda a mi lado y me da una sonrisa tensa que evidencian sus nervios.
Ya que no he hablado con su padre desde que llegamos.
–Lo lamento –sus palabras me sorprenden logrando que volteé a verlo–. No debí reaccionar como lo hice y menos exigir cosas cuando no eran de mi incumbencia y menos cuando yo no he sido el mejor ejemplo, pero...no quería que ella sufriera como yo hice sufrir a su madre.
Asentí sin decir nada y regresé la vista hacia mi pelirroja.
No quería llevarme mal con él o tener malas aguas pasando entre nosotros, porque al fin y al cabo es el padre de mi compañera, pero su actuar y sus palabras aún calan profundo en mi mente. Porque lo consideraba familia, mi hogar y aunque sé que su actuar fue en proteccion por su hija, me dolió.
–Todo olvidado –mentí–. No hay drama.
Sin decir nada más, ni voltear a verlo me despegue de la pared y camine hacia la persona que me atraía como un polilla a la luz. Porque a fin de cuentas eso significaba ella para mí, era mi luz.
La que mantenia a raya mi oscuridad e iluminaba todo a su paso con tan solo sonreirme y no podría estar más complacido de haber matado a Naia, pese a todo, porque ahora podia sentir lo que realmente estaba destinado a sentir con mi roja.
Ambas se quedaron calladas cuando entre en su espacio y sin apartar los ojos de esos azules que me cautivaba cada vez, estire una de mis manos en su direccion regodeándome por dentro con el hecho de que no dudo ni un segundo en tomarla y la tiré hacia mí para que se pusiera de pie.
–Ya di suficiente tiempo –hablé hacia Isabella mientras abrazaba a Aurora por la cintura pegandola a mí–. Es mía ahora –noté como su respiracion se aceleraba–. Apparere.
Un pestañeo y estabamos de pie en el jardín frontal de mi casa.
Aurora miró hacia ambos lados aún afirmandose de mis brazos y frunció el ceño al no reconocer donde estaba.
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Recházame
FantasyAlmas gemelas, dos palabras que colocan el mundo de cualquiera de cabeza. Algo que todo lobo espera y anhela. ¿Pero que pasa cuando la encuentras en la hija de tu mejor amiga? ¿Cuándo eres varios años mayor? ¿Cuándo tienes miedo? Dicen que uno perdo...