Capítulo 3

6.7K 650 59
                                    




BRENIN

2 MESES DESPUES.

Me paseaba de un lado a otro por el patio de la escuela viendo que ninguno de mis alumnos saliera lastimado. Si bien han tenido un gran control de su magia hasta el momento, el elemento de fuego siempre es complicado y engañoso.

Un pequeño rose con algún material inflamable y se puede generar el caos, sobre todo porque ellos aún no lo manejan bien y entraran en pánico apenas alguna prenda de sus ropas se incendie.

Lo bueno es que nada a nuestro exterior podría resultar perjudicado, ya que mi campo de fuerza los protegía. Tanto a los animales o personas, como la naturaleza en sí.

Ahora solo era un grupo de 5, los separé en dos grupos para evitar riesgos.

Manuel intentaba formar bolas de fuego, me he dado cuenta de que es su fuerte, formar figuras redondas con su magia.

Los otros solo crean llamas.

Y Amalia, es otro caso distinto. Su fuerte es darle forma de animales a sus poderes. Como ahora, que pequeños zorros rojos corren a su alrededor.

Lo inicial de la sección era poder rodearse de fuego, simple como eso. Vamos a la fase dos.

–Bien chicos –hable fuerte quedándome a una distancia prudente–. Ahora quiero que el fuego flote a su alrededor.

Inhalé hondo e hice fluir mi magia con más fuerza aumentando el diámetro del escudo y aumentando su resistencia.

Miré con argullo como cumplían lo que les pedí sin mayores complicaciones y admiré con fascinación como Amalia transformaba sus zorros en pequeños pájaros.

–¡MUY BIEN CHICOS! –grité con emoción–. Ahora vayan haciéndolo cada vez más pequeño hasta extinguirlo.

Cada uno se encontraba en su propia burbuja de concentración, algunos con ojos cerrados y otros con ojos abiertos. Lo ideal es que cuando tengan suficiente seguridad todos puedan manejar su magia con los ojos abiertos, porque si llegan a acostumbrarse a solo usarla así cuando se encuentren en peligroso puede ser perjudicial.

–¡BRENIN! –un grito a mi espalda me hizo voltear y pude ver perfectamente a Isa con Aurora en su carrito.

No le di mayor importancia a su presencia, porque ella sabe lo que hacemos aquí y que no debe ingresar en el campo de fuerza. Aunque no podría, ya que lo hice de tal manera que nadie entra nadie sale.

Solo yo puedo controlarlo.

Volví a ver a mis chicos que cumplían de maravilla mi orden. Poco a poco las llamas se extinguían hasta quedar en cero. Sus ojos dejaron de destellar por su poder y una gran sonrisa se formo en el rostro de cada uno y aplaudí hacia ellos.

–Bien hecho –me acerqué–. Denme esos 5.

Subí una palma estirada al aire y uno a uno se fue acercando para saltar y chocar su palma con la mía.

–¿Vio mis pájaros? Eran realmente lindos –Amalia pregunto quedando de pie frente a mi con las manos tras su espalda y meciéndose sobre sus pies.

–Lo era –sonreí hincándome para quedar a su altura–. Tus zorros también eran maravillosos.

Su sonrisa se amplia en su pequeño rostro y llevo una mano hacia su cabeza removiendo su cabello.

–Ve a arreglar tus cosas, es hora de irse.

Me puse de pie nuevamente y rompí el escudo para dejar salir a los niños. Inmediatamente corrieron al interior de la escuela para buscar sus cosas y yo me desvíe en camino hacia ambas pelirrojas.

RecházameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora