Capítulo 29

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BRENIN

Antón olfatea cada milimetro de piso frente a nosotros, desviándose de vez en cuando o retomando las rutas que seguía anteriormente.

Llevamos horas en lo mismo, sin descanso ni distracciones. Diría que por el tono oscuro del cielo ya es casi medianoche, por lo tanto hemos estado al menos unas cinco o seis horas olfateando la tierra.

Intentamos dar con algún indicio o leve rastro del olor de nuestra pelirroja, pero no hemos tenido suerte. Aunque, ¿cómo podríamos?, si la teletransportaron fuera de nuestro alcance, por lo tanto no hay rastro para seguir.

–Esto no está funcionando –le digo a mi lobo, pero me ignora como todas las veces que se lo he dicho–. No tenemos ningún rastro de ella, quizás debamos utilizar otro método.

–¿Sí? ¿Cuál? –pregunta cambiando nuevamente el rumbo de su caminada sin despegar la nariz del suelo.

–Oh no lo sé –respondo sarcástico–. ¿Mi magia quizás?

Detiene su andar de un momento a otro y alza la cabeza mirando fijamente a la nada.

–¿Qué sucede? –pregunto cuando se queda así un par de segundos.

–¿Por qué no dijiste lo de la magia antes? –me gruñe–. He estado olfateando pipí de mapache hace horas.

–¿Disculpa? –me quejo–. He estado intentando hablarte desde hace dos horas aproximadamente y solo me ignoras.

Se deja caer sobre el trasero y rasca atrás su oreja con una de sus patas.

–Es que... quiero encontrarla –suspira con tristeza–. La extraño.

–Lo sé...pero debemos mejorar la técnica, sino, no llegaremos a ningún lado.

–¿Qué tal si vamos a casa y buscamos una prenda? –menciona–. O podríamos sacar algunos pelos de su cepillo y así hacer un hechizo de rastreo.

Medito un poco su idea y vuelvo a mi forma humana escuchando un quejido por haberle quitado el mando.

–Debemos estar como humanos para transportarnos, ¿recuerdas?

–Bien –se resigna–. Pero apenas estemos fuera de la mansión, tomaré el control para encontrarla.

–Como quieras.

–Recuerda ocultar tu olor, no quiero que Zeus me ataque.

Suelto un suspiro pasando una mano por los mechones que caen sobre mi frente.

–Tienes razón, ese será un problema –una punzada de dolor se formó en mi pecho–. Creo que...no será fácil que nos perdonen.

–Lo sé –Antón suspira–. pero, quizas si nos esforzamos mucho en encontrar a nuestra pelirroja nos ayude para ganarnos su perdón.

–Bueno...pongamonos en marcha –digo dejando la magia fluir–. abscondere adorem –recito ocultando nuestro olor–. apparere.

En menos de un segundo aparezco en medio del cuarto de Aurora donde su aroma me golpea con fuerza debilitando ligeramente mis rodillas, recorro con la mirada la estancia frente a mí, desde su tocador hasta el pequeño sillón que tiene junto a la ventana donde le gusta sentarse a leer.

Avanzo hacia esa esquina imaginándola perfectamente sentada ahí, levantando la vista de las hojas en donde se sumerge con ahínco para perderse en los mundos que puede imaginar en su cabeza y verme directamente a los ojos color cielo que toda la vida ame.

RecházameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora