Capítulo 36

6K 578 80
                                    


BRENIN

Caminamos por las calles en silencio atentos a nuestro alrededor que estaba sorpresivamente tranquilo.

Tomé su mano sin siquiera pensarlo mucho y noté como se tensó levemente, pero no se apartó. Sé que su cabeza está dividida en esto, en las acciones que tuve y las que tengo ahora, pero no es momento para quitar todas las inseguridades.

Eso lo haré cuando estemos solos.

En nuestro hogar.

–¿Crees que le guste? –Antón preguntó–. No lo hemos decorado.

–Eso puede hacerlo ella –respondí–. Convertirlo en su hogar.

–Me parece buena idea –aseguró–. ¿Cuándo nos la llevaremos?

–Cuando cumpla la misión que se autoasigno aquí, si la alejamos ahora simplemente nos odiara –respondí–. Y ya suficientes dudas tiene sobre nosotros como para sumar eso.

–Más bien sobre ti –regaño–. Yo siempre la quise.

Rodé los ojos y nos guié por otra calle donde el ruido se hacía más elevado.

–Somos uno así que te jodes.

Bufo y lo ignoré, deteniéndome mientras tiraba de mi pelirroja contra mi espalda y nos escondía detrás de una cerca hincandonos junto a ella.

–¿Qué sucede? –preguntó susurrando e intentando asomarse para ver.

–Quédate atrás –miré hacia donde parecia ser la mansion de la Alpha, donde el vampiro se encontraba de pie en las escaleras–. No te muevas.

Escuché como bufaba y volvía a intentar asomarse, rodé los ojos y tape su cara con mi mano cubriéndola casi por completo mientras la empujaba hacia atrás.

–¡Ey! –se quejó cuando cayó sobre su trasero en la tierra–. No hagas eso.

–Te dije que te quedes atrás –la regañe volteando a verla–. No haces caso.

Me miró con el fuego bailando en sus ojos y un cosquilleo de excitación me recorrió el cuerpo.

–¿Y por qué tú puedes ver y yo no? –se cruzó de brazos.

Estiró levemente el labio inferior hacia afuera y las ganas de acercarme y morderlo o besarla fueron demasiado grandes, pero me contuve.

–Porque a ti te conoce roja –suspiré–. Sé que quieres ayudar, pero debemos hacer las cosas coordinados o perderemos y por ende aquellos que quieres salvar también –estiré la mano atrapándola por la nuca y la acerque hasta que su nariz rozó la mía–. Somos solo los dos, no te apresures porque si algo sucede roja...no puedo perderte otra vez.

Su respiración se entrecortó levemente y pude escuchar como su corazón se aceleraba ante mis palabras, pero no mentiría, no me interesaba verme debil ante ella o dejar claros mis miedos sobre nuevamente perderla.

Porque una vez era más que suficiente para mí.

–Esta bien, entiendo...–sus manos acunaron mi rostro acariciandolo logrando que Antón ronroneara para ella–. ¿Estás ronroneando?

La miré, realmente la miré perdiéndome en sus hermosos ojos color azul, uno tan profundo que podría pasar toda la vida mirandola e intentando descifrarlos.

–Sí –respondí recorriendo sus cejas delgadas, sus pestañas onduladas y su nariz puntiaguda–. Antón te ronronea.

–Nunca lo había escuchado o sentido –una bella sonrisa tiró de sus labios rellenos y rosados mientras apoyaba una mano en el centro de mi pecho sintiendo la leve vibración–. Me encanta.

RecházameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora