Capítulo 33

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BRENIN

UNA HORAS ANTES.

Maldita lluvia.

Jamás había odiado tanto algo como en estos momentos odio la lluvia.

Seguimos el rastro de Naia hasta unos claros, pero luego comenzó a llover y el agua eliminó todo rastro de su olor.

Pero pese a eso nos mantenemos positivos, porque avanzamos harto. Ahora solo nos queda dar con algo que nos indique que Aurora está ahí.

–¿Crees que sea alguna cabaña donde la tengan? –Antón pregunta rascando tras su oreja–. Porque solo hay bosque, si es algo así como una construcción o algo no pasará desapercibido.

–Es lo más seguro, porque en algún lugar deben tener al Alpha –mencioné–. Porque nadie me quitará de la cabeza que todo esto es por él.

–Sigamos buscando entonces –se puso de pie y comenzó a olfatear otra vez–. Esperemos que deje de llover en algún momento.

Miramos al cielo un momento y pese a que solo había nubes negras sobre nosotros con la lluvia cayendo en nuestro pelaje me aferraba a la esperanza.

–Aunque deje de llover...ya perdimos el rastro de Naia.

–Lo sé –suspiró con pesar–. Continuemos.

Recorrimos el bosque por lo menos unas dos horas antes de que dejara de llover, avanzamos entre los árboles atentos a cualquier indicio de algo, pero no estábamos teniendo suerte.

Antón en algún momento se distrajo con una liebre cuando su estomago rugio de hambre y corrió trás de ella en la dirección opuesta a la que íbamos intentando alcanzarla. Se lanzó sobre ella cuando estuvo lo suficientemente cerca y comenzó a comersela tranquilamente.

Se quedó de panza sobre el suelo afirmando el inerte cuerpo con las patas delanteras y disfrutó de su comida.

No sé que influía en que estuviéramos tan bien en nuestra forma lobuna, porque nunca habíamos podido permanecer tanto tiempo así. Generalmente durábamos un par de horas y debíamos volver a mi forma humana porque Antón se agotaba y ahora no.

Hemos estado por 3 días sin problemas ni agotamientos.

Y tenía una fugaz idea de que era por el leve lazo que manteníamos con la pelirroja.

Ella nos daba la fuerza que siempre nos faltó.

–Estaba deliciosa...–Antón ronroneó lamiendo su hocico–. ¿Crees que haya otr...

Se calló cuando una ráfaga de viento impactó en nuestra nariz trayendo ese delicioso aroma a Maracuyá que nos dejaba embelesados como ahora.

Se puso en cuatro patas rapidamente olfateando y nuestro corazón se aceleró.

–¡CORRE! –grité logrando que reaccionara.

Corrió como nunca antes siguiendo el rastro de nuestra pelirroja que cada vez se hacía más fuerte. Un gruñido salió de él mientras aceleraba el paso cuando el aroma desagradable de vampiros se unía al de ella y sobretodo porque nuestra memoria reconoció a uno de ellos.

A la distancia divisamos tres figuras que se adentraban en la profundidad del bosque y reducimos la velocidad moviéndonos sigilosamente por los árboles sin apartar la vista del cuerpo inerte que llevaba Derek.

Mi corazón se aceleró aún más cuando los rizos rojos se mecian con cada movimiento y otro gruñido brotó de nosotros cuando vimos que la dejaba caer al suelo sin ninguna delicadeza.

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