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Decir que luego de haberse dado cuenta de aquello, había huido como un cobarde de aquella habitación, era completamente obvio.

Se detuvo de pronto, desconcertando al pelinegro, quien detuvo sus besos y manoseo para mirarlo a los ojos con extrañeza. Las cejas se le hundían y miraba los ojos avellana frente a él con confusión. Jimin parecía haberse desconectado.

— Sueltame.

— ¿Qué?

Contestó aún más confundido con el cambio repentino.

— Te dije que me sueltes.

Le hizo caso, bajando lentamente el pequeño cuerpo que cargaba, permitiendo que los pies de Jimin tocaran el suelo y estuviera de pie de nuevo. Alejándose dos pasos hacia atrás, dejando espacio para que Jimin saliera de entre él y la pared, caminó hasta el escritorio, empezando a recoger lentamente sus cosas.

Jeon lo siguió, sintiendo el extraño ambiente de tensión que se había formado entre ellos tan de pronto. Y no la tensión que a él le gustaría.

— ¿Qué fue lo que pasó?

Trató de usar un todo suave, realmente no sabía lo que había pasado. ¿Porqué Park había parado todo tan de repente?

— No puedo... — se volvió hacia él, el corazón de Jungkook se encogió al verlo con ojos brillosos por lágrimas reprimidas. No tenía ganas de llorar por tristeza, era impotencia, porque si tan sólo Jeon no fuera un asesino. Si tan sólo fuera, no sabía, un ladrón, estafador, o lo que sea que entre en un delito menor, y no de la magnitud de más de un asesinato. Si fuera así, entonces Jimin tendría menos culpa y remordimiento acumulado en el pecho, la consciencia no se le retorcería por entregarse a un asesino. — No puedo pretender que no eres quien eres, lo que hiciste.

Jeon rodó los ojos, era una estupidez.

— ¿Crees que todo el mundo va a saber que te acostaste con un recluso? Deja de preocuparte por un momento y déjame sólo hacerte sen-

— ¡No es por el mundo! — le interrumpió en un grito, exaltando se. Jungkook pensó que estaba haciendo un completo drama, y que era estúpido pensar tanto en las consecuencias de un simple polvo. Metió las manos en sus bolsillos, aún de pie, viendo a Jimin y esperando a que siguiera con su lloriqueo. — Es por mi conciencia, mi deber, ética y juramento como policía. Es porque no sólo eres un recluso, eres un asesino.

Silencio. Ambos guardaron silencio por largos minutos.

Jeon seguía con su pose desinteresada, mirada de hielo que estudiaba las facciones afligidas del castaño. Cejas hundidas mostrando su descontento por haberse cortado de repente lo que creía, estuvo a punto de lograr.

¡Que lo parta un rayo!

Justo ahora estaría con los pantalones en los tobillos y metiendo su pene con brusquedad en lo más profundo de Park Jimin, tomándolo de las caderas y embistiendo su cuerpo contra la pared. Escuchando sus gloriosos gemidos provocados por el placer que estaba más que dispuesto a brindarle, en lugar de tener que lidiar con su lloriqueo y drama.

¿Qué tan malo podría ser que le metiera la polla unas cuantas veces?

— Y si... ¿Te digo que confesaré absolutamente todo, con tal de que te acuestes conmigo?

Repulsión e indignación.

¿En serio había dicho eso? Pensaron ambos.

Y antes de que Jeon pudiera pensar en algo para reparar la tontería que había dicho, Jimin tomó sus cosas y salió de ahí con el pecho hundido y lágrimas calientes resbalando por sus mejillas. A pasos rápidos recorrió los pasillos, huyendo de la tentación personificada con nombre y apellido, la rapidez con la que caminaba, le impidió ver el momento justo en el que uno de los reclusos que cumplía con su servicio de conserje, salía de una de las salas, llevándose al delgado hombre contra el piso y cayendo sobre él.

En la mente de Jeon | KOOKMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora