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Escuchaba el llamar de su nombre en la lejanía, su vista estaba en otro lugar, viendo solamente hacia la creación de su mente.

Todo se aclaraba a medida que el llamado se hacía cada vez más presente.

Salió de su trance cuando sintió las suaves manos sacudir levemente sus hombros.

Lo miró estaciado, con pupilas dilatadas y algo desconcertado por el cambio repentino.

Estaba parado justo a su lado, con la misma ropa, en la misma sala. Lo miraba preocupado, como si realmente lo estuviera. Sus bellos ojos lo estudiaban, y las manos le acariciaban la espalda tratando de darle seguridad. Si tan sólo supiera...

Miró el pálido cuello, no había marcas rojas, las huellas de sus dedos no estaban plasmadas dolorosamente sobre su piel. No tenía la mirada perdida y sobre todo, estaba de pie, justo ahí, sin haber dejado de respirar.

— ¿Estás bien? — ¿todo había sido producto de su imaginación? ¿Su mente le había hecho imaginar cómo mataba a Jimin? — No reaccionabas, estaba a punto de llamar a alguien para que te atendieran.

Lo vió volver a su lugar, al otro lado de la mesa. Se las arregló para actuar normal y tragó saliva antes de contestar.

— Supongo que sólo... Estoy algo distraído.

— ¿En serio? — asintió enseguida, como un niño obediente. — ¿Por lo de ayer o... Sólo quieres hacer tiempo para no confesar?

No lo sabía.

No sabía lo que estaba pasando.

No dejaba de preguntarse a si mismo, por qué rayos su mente le hizo pensar e imaginar algo tan horrendo como quitarle la vida a la única persona que, después de ella, ha sido el único con quien ah sentido el verdadero sentimiento de la necesidad, la añoranza, la amistad, y el posible amor.

Se encogió de hombros con una sonrisa coqueta adornando sus labios. Siendo el experto en actuación y cubriendo con la falsedad lo que realmente pasaba.

— Creo que me pierdo en tu belleza, jimin-shi.

El castaño sonrió tímido, encogiéndose en la silla con vergüenza.

— No digas esas cosas.

— ¿No? ¿Porqué? — se acercó sólo un poco, apoyando sus brazos sobre la mesa. — ¿Te pone tímido?

— Ya basta. — contestó juguetón, siguiendo el juego coqueto de Jeon. — No creas que las cosas han cambiado realmente entre nosotros.

El pelinegro luchó consigo mismo para no volver a su rostro sombrío, y mantuvo la sonrisa falsa.

— Después de que te entregaste a mí... ¿Crees que no ha cambiado nada?

— Tal vez sólo unas cuantas cosa...

— Como por ejemplo.

Le insitó a decir con sus propias palabras lo que creía diferente a partir de ayer. Jimin se lo pensó por unos momentos, no sabía si debía exponerse de esa manera.

— Que ahora no dejo de pensar en ti como un hombre, por momentos dejas de ser un criminal y tomas mi cordura casi por completo. Me siento tímido frente a ti por la forma en la que me comporté, lo que hicimos, cómo me hiciste sentir. Y ahora verte a la cara... Es recordar en carne propia tus expresiones de excitación.

Jeon lo estudiaba, observando con determinación las facciones del castaño, el cómo su rostro se contraía en muecas tímidas y avergonzadas. Le sonrió genuino, mordisqueando el labio donde alguna vez estuvo un piercing en el lado derecho.

Se puso de pie, caminado hasta el cuerpo del chico y arrodillandose a su costado. Jimin lo miraba atento, preguntándose qué pasaba por su mente.

Le acarició el cabello con la mano tatuada y en ningún momento permitió que el contacto visual se terminara.

— ¿Y entonces? ¿Porqué estás aquí? — le habló bajito, manteniendo la confidencialidad de lo que habían hecho. — ¿Vienes como mi amante? ¿Vamos a seguir teniendo encuentros?

— Me encantaría. — le sonrió, deteniendo las caricias poniendo su propia mano sobre la muñeca del pelinegro. — Pero tengo una prioridad, me entregué a ti porque de verdad te deseaba, lo sigo haciendo incluso más que antes de ser tuyo, pero aún quiero arreglar mi vida. Necesito que confieses, sabes que sólo tú puedes ayudarme a resolver todo esto.

Bajó sus dedos que se habían quedado quietos sobre las hebras castañas que habían crecido bastante desde la primera vez que lo vió. Hizo un recorrido desde su cabeza hasta detrás de la oreja y finalmente arrastrarlos sobre la piel de su cuello. 

Inhaló aire profundamente, mirando fijo aquella zona tan tentativa, y finalmente retiró su mano, alejándose de volver realidad lo que su mente quería crear.

— ¿Y luego? — se quedó ahí, acuclillado a su lado. Jimin no respondió. — ¿Resuelves tu vida y te olvidarás de mi? ¿Crees que no te conocí lo suficiente?

Se puso de pie finalmente, alejándose de él, caminando hasta el otro rincón de la habitación, jalando entre sus dedos el cabello negro hacia atrás y luchado contra su desbocado corazón, contra la presión en su pecho que le provocaba el sólo pensar estar solo de nuevo. Sin visitas, sin Jimin.

— ¿A qué te refieres?

Cuestionó el castaño, confundido por el cambio repentino.

— No soy estúpido, por más que trate de convencerme de lo contrario, sé que sólo follaste conmigo para obtener lo que quieres y que-

— ¡Piensas mal! — lo detuvo, poniéndose de pie también, pero quedándose en su lugar frente a la mesa. — Jeon, te juro que desde el primer momento en que te vi, tuve miedo de ti, de lo que eres, de lo que podías hacerme, pero también porque me conozco lo suficiente como para saber que poco a poco, iba a sentir algo por ti, te deseé tanto que me obligué a reprimirlo por cosas que ya te dije. Pero lo hice, quise hacerlo por mera lujuria, deseo, porque incluso luego de por fin haber estado contigo, sigo deseándote. Me hiciste sentir como nunca nadie lo ha hecho.

Jeon negó, no quería creerle.

— ¿Y qué más? ¿Sólo eso? ¿No disfrutas estar conmigo? ¿Hablar, verme, visitarme, escucharme? ¿No me hechas de menos cuando te vas?

— No voy a decirte lo que quieres escuchar.

— ¿Porqué no? — caminó de nuevo hasta él, encarando lo de cerca. — ¿Uh? Ya no tienes un placa ni un juramento que te lo impida. ¿O es porque simplemente no lo haces?

Realmente, Jimin no sentía la necesidad de volver a ver a Jeon por sentimientos de añoranza. No lo extrañaba cuando se iba. No disfrutaba escucharlo porque sabía que de su boca sólo salen mentiras. Tampoco disfrutaba estar con él por el simple hecho de ser un asesino. Park sólo sentía atracción sexual hacia Jungkook.

Mientras que el pelinegro, empezaba a depender de su visitante. Se estaba acostumbrando a las visitas, a las pláticas, interrogatorios, miradas, toques, todo. Se sentía desesperado cada día que Jimin no volvía. Y le apretaba el pecho el simple hecho de pensar en que si el castaño decidía nunca más volver, tendría que volver a sus días de soledad dentro de esa prisión.

— No estoy seguro de lo que siento, Jungkook.

Le contestó sin mirarlo a los ojos. Sintió la decepción y lo soltó con un suspiro.

— Quiero que vuelvas. — regresó a su lugar, sentándose y mirándolo duramente. — Quiero que me jures, que si te confieso, sin importar lo que diga, vas a volver. No quiero que me abandones aquí una vez que consigas arreglar tu vida. No importa qué pase, no dejes de visitarme.

— ¿Porqué?

Se sentó también, extrañado por la petición del criminal.

— ¿Vas a hacerlo? — asintió en respuesta. Después de todo, si no cumplía luego de un tiempo, Jeon no podría hacerle nada desde ahí adentro. — Bien, el tiempo está por acabarse. Mañana ven preparado, quiero cigarrillos o paletas de fresa en cada futura visita a partir de mañana, no me importa si te los tienes que meter en el culo para poderlos pasar hasta aquí. Y es entrevista, no interrogatorio. Ya llegará esa parte.

En la mente de Jeon | KOOKMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora