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Uno de ellos, contenía voluntariamente las lágrimas en sus párpados; mientras que el otro, permitía que las saladas gotas resbalaran sin vergüenza alguna por sus mejillas, en un llanto tranquilamente doloroso.

No conoció a esa mujer, sólo lo que Jeon contaba de ella. Y su moral de policía le desgarraba la conciencia en reproches al darse cuenta de que, no lloraba por la muerte de la mujer, no le dolía el que haya sido acuchillada y golpeada por un cliente. La causa de su dolor y tristeza era ese Jeon Jungkook de diecisiete años estrangulando a su propia madre, bajo el autoritario pedido de la mujer.

Le dolía el corazón al empatizar con el chico de cabellos negros y ojos inocentes que su mente había recreado al mismo ritmo que los labios de Jeon se movían, relatando cada acción.

Imaginar todo lo que la mente de Jeon guardaba para si mismo, ahogándose en el inmenso océano sin una sola oportunidad de sostenerse de alguien cuando su mano sobresalía de entre las olas, buscando ayuda, consuelo, comprensión.

Sus lágrimas eran dedicadas al niño de seis años que casi es violado por su propio progenitor. Por todos los años que ese infante sufrió de abusos y maltratos, por la pérdida de la única persona que, al parecer, se preocupaba por él. Jimin no tenía nada en contra de Eunjoon, pero cualquiera sabría que si ella realmente se preocupara por el bienestar de Jungkook, lo habría sacado de esa pesadilla, lo habría alejado de todo lo malo, en lugar de sólo pintar momentos de naturalidad sobre la perversa rutina de la prostitución.

Jungkook no lloraba. La muerte de su madre no estaba superada, porque claramente lo sigue afectando, influyendo; pero ya no duele de la misma manera.

No podía tener un sentimiento definido al recordar la muerte de esa mujer. Su primer asesinato.

Sabía que había cumplido su deseo, le había ayudado a no sentir más dolor, le quitó la agonía, le dió el camino fácil para por fin redimirse ante la vida que llevaba. Pero no fue lo mismo para él, tal como su madre le dijo aquella mañana, cuando lo abrazaba con fuerza entre llantos frente al cuerpo inerte de Eunyoon. "Se ha liberado de la lucha que aún tenemos que continuar tú y yo."
Pero Jungkook no sabía que su lucha no sería la misma, ni se mantendría en el mismo nivel. No sospechaba para nada que aquel acontecimiento, sería el ímpetu que desató aquella bestia imparable.

- No sabía qué hacer. Estaba perdido, desconectado del mundo. - renaudó su habla, luego de casi diez minutos en silencio. Honestamente, la mirada de Jimin le provocaba mil cosas al mismo tiempo, pero sobre todo, miedo, miedo porque sabía que el castaño lo tendría ahora. Y Jeon no quería que su Jimin le tuviera miedo, no, él no. - Sabemos que en Dugudong la policía no se pasa ni de broma, pero estaba muy asustado, sabía que una vez que el cuerpo de mi madre empezara a descomponerse, el peste sería lo suficientemente escandaloso como para levantar sospechas.

Hizo otra pausa, asesinar a su madre no sé sintió como un verdadero crimen, lo que hizo con el cuerpo, es su verdadero remordimiento.

- No sabía qué hacer con ella. Así que luego de un par de horas llorando y pensando a su lado, tuve la idea que me ayudaría a deshacerme de su cuerpo. - no lo diría, no hablaría en voz alta ni compartiría con Jimin lo que su memoria refrescaba como una pesadilla, incluso cuando estaba despierto.

No sé creería capaz, jamás, de decir en voz alta y firme, la manera en la que cortó cada extremidad de su madre, la humedad de la sangre bañando su piel, la sensación de la carne viscosa siendo separada ante cada filoso corte del cuchillo, el tronar de los huesos cuando los rompía contra el golpe del martillo. El peso de las bolsas oscuras cargando el siniestro suceso. Las paredes manchadas en un arte abstracto que contaba un inicio y un final.

Su corazón desbocado y su mente confundida, que disfrutaba y sufría.

- Dejé su cuerpo en una de las montañas en el norte de Busan, una de las tantas zonas que no son parques protegidos. No sé qué pasó con su cuerpo, nunca volví ahí. Luego limpié la casa, tapicé las paredes para tapar todos los rastros y recuerdos que esa casa guardaban, y la entregué a la dueña. - Jimin escuchaba en silencio, realmente no sabía qué decir. - Seguí trabajando en oficios aleatorios y luego de estar unas semanas durmiendo en la calle, pude rentar un pequeño cuarto en una casa compartida. Fueron días, semanas y meses difíciles.

Tardó de nuevo en seguir hablando, se sentía cobarde.

Quería que Jimin lo interrumpiera y así poder dejar de hablar para siempre. Pero el castaño parecía decidido en cederle a él, toda la oportunidad de hablar.

- Pasé horas pensando en lo que hice con mi madre, en sus palabras, en Eunyoon, la forma en la que crecí, las ideas que me inculcaron. Pero no reflexionaba, no pensaba en dar una media vuelta a mi vida y cambiarla positivamente, en mi mente sólo estaba la idea de ayudar. - evitaba a toda costa que sus ojos se encontraran con la mirada del mayor, debía hacerlo para que sólo así, las palabras salieran de su boca con fluidez. No quería saber la forma en la que Jimin lo estaba viendo, sabría lo que estaba pensando con sólo verlo a los ojos, y tampoco quería saberlo. Tal vez el castaño estaría pensando que de nueva estaba mintiendo, pero esta vez, estaba siendo totalmente sincero. - Hasta que luego de varios meses torturando me, teniendo sueños que cualquiera podría llamar pesadillas, decidí volver realidad todos mis conflictos.

Clavó su mirada en la superficie de sus muslos, que subían y bajaban al compás de sus pies en el característico movimiento de nerviosismo y ansiedad.

- No lo planee realmente, pero me di cuenta de que era tres de octubre, el día coincidió. Y lo hice. - miró sus manos, pálidas y von venas marcadas, era imposible no recordar la forma en que rodearon cuellos, cuchillo, armas, y aunque pareciera tan despiadado, las mejillas de Jimin también. Sus manos habían tocado la muerte y la gloria, el cielo y el infierno, malditamente el bien y el mal que se sentían igual de bien. - Luego lo hice dos veces más, hasta que me di cuenta de que había sido demasiado estúpido y la policía ya había relacionado los tres asesinatos, me estarían buscando dentro de poco, así que me mudé a Cheongsang-gun.

- ¿Y luego? ¿Qué hiciste luego? - habló por primera vez, podía notar la desesperación en su voz, sentía su necesidad por saber la verdad y salir de ahí lo antes posible. Se le apretujaba el corazón al saber que Jimin no querría volver hacia él nunca más. Guardó silencio, Jimin lo sabría, pero era tan cobarde que no era capaz de decírselo por él mismo. - Jeon, no vas a salir con que eso fue todo ¿verdad?

Negó con la cabeza, asegurándole que no mentiría más.

Pero aún sin querer mirarlo a los ojos, se puso de pie; acción que por inercia, hizo que el castaño también lo hiciera, viéndolo desconcertado.

Jeon se veía derrotado, completamente cansado y abatido. Ese no era el prisionero altanero que siempre se pavoneaba en la sala de visitas, no era el hombre sarcástico y coqueto que se divertía al ponerlo nervioso, no era el amante que lo tomó con tanta seguridad. Era como si en sólo ese momento, el peso de la prisión apenas hubiera caído en él.

Lo detuvo del brazo cuando vio que sus pasos se dirigían hacia la salida, sin haber dicho una sola palabra más.

- Mi abogado te lo explicará.

Fue lo único que dijo antes de safarse con delicadeza e irse sin regalarle una mirada, un gesto, nada.

Jimin no comprendía.

En la mente de Jeon | KOOKMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora