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Lunes 23 de agosto.

Sacó la hoja que tres días antes había estado partida por la mitad, y ahora se encontraba unida de nuevo gracias a cinta adhesiva. El seño de Jeon se hundió al ver el estado del dibujo, las líneas arrugadas que deformaban levemente la ilustración y el brillo de la cinta, miró luego a Jimin, interrogando le con los ojos.

El castaño tragó saliva, acomodándose sobre la silla y acercándose al criminal, intentado tener un poco más de intimidad.

— Kim Taehyung estaba en tu departamento. — no pudo decir algo más, el pelinegro se puso de pie con brusquedad, mirando a Jimin desde lo alto con enojo, el ex policía hizo un esfuerzo sobre humano para no sentirse intimidado, manteniendo la mirada en la superficie de la mesa, evitando a toda costa la mirada recrimiante sobre él. — Intentó llevárselo, quise evitarlo y en el proceso se rompió. Lo siento mucho.

Escuchó la risa nasal del más alto, conocía esa sonrisa, era de burla pura.

— ¿Por qué crees que a Kim le importaría un estúpido dibujo de una prostituta?

Levantó su cabeza, haciendo frente al contacto visual. Lo miró confundido, se veía a leguas quién era el dominante, lo que el pelinegro provocaba en Jimin.

— No creo que le importe el dibujo y lo que significa para ti, él sólo quiere hacer justicia por su hermana y ha sido capaz de invadir propiedad privada con tal de obtener evidencias.

— ¿Es tan imbécil como para creer que un dibujo va a...

Se quedó callado de repente, cambiando su mirada también. Parecía haberse desconectado, su mente y pensamiento viajando a algún lugar muy lejos de esa asfixiante sala. Jimin lo miró extrañado, pero se dispuso a responder.

— ¿A ser evidencia para el caso de su hermana? Por supuesto que no, pero es algo que ya no importa, el dibujo está con-

Fue abruptamente interrumpido por las manos pálidas que sostuvieron el cuello de su camisa y lo zarandearon sin delicadeza.

— ¿Revisaste todo el departamento? — le preguntó demasiado cerca de su rostro, con ojos expresivos que parecían buscar la verdad dentro de las orbes contrarias, buscaba una pizca de decepción, enojo. El castaño asintió. — ¿Y no encontraste nada más? — negó esta vez. Claro, su pregunta había sido estúpida, Jimin no estaba actuando calma, no estaba haciéndose el ciego, no se atrevería a callar algo como eso sólo para protegerlo, para seguir con él.

Entonces Kim... O alguien más se llevó todo lo demás. Tenía que apresurarse, si quería ayudar a Jimin, no le quedaba mucho tiempo.

— ¿Pasa algo? — habló luego de varios segundos en silencio, poniendo ambas manos sobre las grandes contrarias, haciendo que el menor aflojara el agarre sobre su camisa y poder librarse un poco de aquella cercana tensión. Jeon negó, soltando lo por fin.

Pasó sus manos sobre su cabello negro, peinando las hebras con sus dedos y caminó por la pequeña sala, soltando suspiros y aparentemente aclarando su mente. Jimin estaba seguro de que algo pasaba.

Jeon estaba inquieto. Miró la marca en su mano, y sin siquiera comprenderse a si mismo, se puso de pie y con pasos decididos acortó la distancia entre el criminal y él, tomando sus labios sin suavidad. La brusquedad con la que sus labios se encontraban, el cómo sus lenguas se entrelazaban y las manos que tocaban el cuerpo ajeno sin intenciones de ir más allá de caricias cómplices, era algo que de seguro lo alejaría de lo que sea que le haya puesto de esa manera.

Jeon no podía evitarlo.

Había perdido las veces en las que su rutina diaria se había visto interrumpida por las fantasías en su mente, donde sólo existían él y Park Jimin. Donde eran dos personas normales compartiendo sus días, jurándose amor eterno, entregando todo de si mismos al otro y volviéndose uno solo siendo su hogar el único testigo. Sí, soñaba y se imaginaba toda una vida con el castaño, podía sonar enfermo, pero sólo así querría salir de la "comodidad" en la prisión. 

¿Se había enamorado? Tal vez.

Sin embargo, Park Jimin nunca le había dado alas para creer que sus fantasías pudieran convertirse en una gloriosa realidad. Todo se quedaría en sueños y anhelos hasta el último día de su vida.

No podía hacer algo por él estando ahí encerrado, solo una cosa, y lo haría, incluso sabiendo cual podría ser la peor de las consecuencias.

Habían dejado de besarse unos segundos atrás. Mantenían sus frentes juntas, ojos cerrados y calientes respiraciones entrelazándose, las manos de Jimin mantenía ambas manos sobre las delgadas mejillas del pelinegro, acunando su rostro, mientras que Jungkook apretaba las caderas del más bajo asegurándose de que estuvieran cerca. Grabando la presencia y sensaciones en su memoria. 

Sabía que tal vez sería la ultima vez que Jimin le permita tenerlo así, tal vez, ni siquiera querrá verlo. 

— ¿Te sientes mejor? — le susurró contra los labios, teniendo el impulso de volver a besarlo una vez que se rosaron. Asintió en respuesta, deslizando sus manos por toda la estrecha y delgada espalda, sintiendo la cálida piel por debajo de la ropa, lo atrapó después en un apretado abrazo, hundiendo su rostro en el cuello del mayor, sonrió ahí cuando el castaño le correspondió. — ¿Estás listo para hablar?

No.

No estaba listo.

Pero lo haría.

Contar sobre el número 9 sería algo completamente nuevo. 

En la mente de Jeon | KOOKMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora