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Luego de aquella desafortunada y trágica tarde, Jimin regresó al siguiente día para entrevistar al último recluso de su lista.

Yang Jeongin.

El asesino más conocido en todo Corea. Su caso había llenado los periódicos y páginas en internet, llegando incluso a noticias internacionales. Fue un caso que inquietó a toda la industria.

Y no era para menos. El joven de 18 años tenía un futuro brillante y seguro, lleno de puertas abiertas que lo esperaban ansioso. Al igual que los anteriores reclusos entrevistados, Jeongin tuvo una vida llena de abuso psicológico, con una absurda presión por alcanzar la perfección.

Era estudiante en la Seúl International University, donde su padre era director, la universidad con mayor prestigio en todo el país, una de las más codiciadas y de mayor élite en toda Asia. Un estudiante ejemplar con calificaciones impecables, era parte del servicio estudiantil y cantaba en el coro de la universidad, amble con todos y siempre dispuesto a ayudar. Un excelente hijo, con modales, respetuoso y responsable. También era aprendiz en una de las más grandes agencias del mayor entretenimiento del país en el momento, el Kpop, modelaba para muchas marcas prestigiosas y el número de fans era sorprendente.

Todos hacían fila para tener a Yang Jeongin como la cara de su marca. Realmente todos querían tenerlo.

— Él era mi escapatoria. — su voz tenía un notorio cambio cada que contaba una etapa de su vida. Cuando habló de ese chico, se volvió melancólica y amorosa. — Pero teníamos claro que era algo prohibido e imposible. Si tan solo alguien llegara a enterarse, todo se arruinaría.

Sonrió melancólico con la mirada aún en la mesa. Sus dedos jugaban entre sí sobre su regazo y las ondas de su oscuro cabello le cubrían las cejas.

— Y él no quería arruinarme. — hizo una pausa, tragando el nudo que comenzaba a formarse en su garganta. Jimin buscaba su mirada, pues compartía ese sentimiento con él menor. — Pero finalmente pasó.

— ¿Qué fue lo que pasó?

De todos los reclusos a los que había interrogado, Jeongin era el primero con el cual usaba un tono suave para hablarle, sentía la necesidad de hacerlo.

— Una noche me escapé de mi clase de canto y huí con él, sólo pasaríamos la noche juntos, ya sabe, tonteando y jugando. No nos queríamos arriesgar tanto así que fuimos a un parque desolado, era muy tarde de la noche y supusimos que no habría nadie ahí. Claramente nos equivocamos, alguien nos tomó una foto mientras nos dábamos un beso y fue sólo cuestión de horas para que todos se enteraran que el niño prodigio era gay y salía con un don nadie.

Hubo una larga pausa, Jimin esperaba paciente, sabía que lo siguiente a relatar era el momento del crimen. Suponía que era algo difícil para Jeongin, él no tenía la desvergüenza de los otros criminales. Por alguna razón sentía compasión y creía que no era como los demás a pesar de compartir casi en su totalidad el perfil de comportamiento.

— Mi padre me llamó a la dirección para afrontar el asunto, me gritó, insultó y golpeó. Decía que mi vida estaba arruinada y se avergonzaba de tener una mariposilla como hijo. Me enfurecí mucho y cuando me di cuenta, ya lo estaba atacando en el rostro con la placa de mármol que estaba sobre su escritorio.

La forma en la que Jeongin mató a su padre, fue el mismo reflejo de la ira. El rostro del hombre quedó casi desfigurado debido a los incontables golpes.

— Cuando viste que tú padre estaba muerto ¿Cómo te sentiste?

— Sentí una parte de la libertad, un peso menos. Y pensé que debía quitarme de encima los otros dos.

En la mente de Jeon | KOOKMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora