Lunes 16 de agosto.
No tuvo problema en pasar lo que Jeon había pedido.
Tal vez lo ayudó que aquel recepcionista estuviera de vacaciones y ahora estuviera otro hombre en su lugar, con expresión amigable y voz suave.
No tuvo que esperar ni dos minutos para que Jeon entrara a la sala de visitas. La grabadora fue encendida de inmediato.
— ¿Trajiste lo que te pedí?
Asintió en respuesta.
El pelinegro arrastraba sus pasos hasta la silla, el lugar al otro lado de la mesa que ha estado ocupando todo este tiempo. Su rostro sombrío y desganado no se molestaba en mostrar su descontento al confesar.
¿Porqué lo hacía?
Sinceramente, no sabía. Y tampoco quería.
Contar todo le traería grandes consecuencias. Sabía que no podría librarse del castigo justo según las leyes. Pero es que tampoco podía con el remordimiento que poco a poco le carcomía.
Y todo era a causa de Jimin. Si tan sólo no hubiera aparecido nunca.
No sé cuestionaría si todo lo que hizo estuvo mal, que claramente lo era.
No tendría el miedo de confesar.
El anhelo de salir lo más pronto posible de la prisión y volver a la vida normal, empezar de cero, una vida de bien, posiblemente junto al castaño.
Pero si Jimin no quería eso... ¿Qué caso tenía querer salir?
No tenía a nadie esperándolo allá afuera, nada por los que anhelar.
Entonces ¿No estaba mejor allí adentro?
El más bajo sacó de su bolsillo una paleta de fresa y se la dió al pelinegro estirando su brazo sobre la mesa. La tomó y empezó a desenvolverla, con las manos sobre su regazo y quitando su mirada del chico, concentrándose en la envoltura color rosa.
— ¿Porqué una paleta? Creí que no te gustaban las cosas dulces.
— Tus labios saben a fresa. — contestó con la mirada aún en la paleta. — Podré remplazarlos con una paleta que sepa igual. No puedo besarte y hablar al mismo tiempo.
Las mejillas del castaño se tornaron de un leve color carmesí, agachando su mirada tímidamente y permitiendo se sonreír como un bobo enamorado, aunque no lo estuviera, simplemente Jeon tenía ese efecto en él gracias a sus descaradas insinuaciones.
Guardó la envoltura en su bolsillo y metió la paleta en su boca, bañando el caramelo con su saliva y detectando el empalagoso sabor. Se inclinó sobre la mesa, recargando su peso, mirando de nuevo al castaño.
— ¿Podemos empezar?
Preguntó algo desesperado por terminar ese silencio donde Jeon no hacía nada más que jugar con la paleta en su boca y mirarlo a los ojos penetrantemente.
— Prometiste que una vez arregles todo, no dejarás de visitarme ¿Cierto? — asintió sin dejar de verlo, un poco desconcertado por lo que Jeon quería decir. — Tampoco me abandones una vez que sepas toda la verdad. — estiró sus brazos y lo tomó de las manos, apretándolo y mirándole suplicante. — No soy alguien malo, lo juro. No importa que tan malo sea lo que haya hecho, te ruego que no me dejes, Jimin.
— No lo haré. — le apretó de vuelta, en un acto de comfort y apoyo. — Te lo prometo.
Jungkook asintió lentamente al mismo tiempo que aflojaba el agarre sobre las manos de Jimin, trataba de convencerse de que hablaba con la verdad. Jimin no lo abandonaría. Aunque en el fondo sabía que ni siquiera él mismo podría querer seguir teniendo algún tipo de contacto con alguien que hizo todo lo que él fue capaz.
— Bien... — suspiró para calmarse, empezando a prepararse para soltar de una vez lo que desde que tiene uso de la razón, ha sido la culpa de su tormento, pero no el verdadero inicio. Regresó a su postura sobre la silla, volviendo a jugar un poco con la paleta y finalmente, sacarla para empezar a hablar. — Mi madre escapó de casa cuando tenía tan sólo catorce años, tenía un padre abusivo y una madre sumisa que no hacía nada por proteger a sus hijos, se hartó de los maltratos y huyó de su familia, no tenía edad para trabajar, ni un lugar a dónde ir.
Eso, no le importaba en absoluto.
Lo siguiente, lo odiaba con toda su alma.
— Se encontró con las personas equivocadas que le enseñaron las cosas más oscuras y perversas del mundo, y ella, aun sabiendo que no era lo correcto, decidió seguir esos caminos. Siendo una prostituta desde esa edad. Consumiendo drogas y viviendo en las calles hasta que conoció a otra chica que estaba en sus mismas condiciones. Ambas rentaron un pequeño lugar y luego, una casa, la casa de mi infancia. Ella tenía diecinueve años cuando yo nací, soy hijo de uno de sus clientes.
Hizo una larga pausa, chupando la paleta y controlando el odio que aquellas palabras provocaban en su ser, lo odiaba, odiaba a ese hombre, odiaba incluso haber nacido.
Jimin se mantuvo en silencio, dándole su tiempo para calmarse. Simplemente mirándolo suavemente, esperando pacientemente sin hacerle presión para que siguiera contando lo que según Jungkook, ahora sí era la verdad.
— A mi madre no le importaba en absoluto mi bienestar, desde que nací, fue su amiga quien cuidó de mí, a medias, obviamente. Después de todo, no era su obligación ni responsabilidad. Mi madre no se preocupaba por darme el suficiente alimento, por darme un lugar decente para dormir, y desde que tengo memoria y uso de la razón, recuerdo que ella le daba igual si yo estaba sólo en pañales, sentado en el piso de la misma habitación donde ella llevaba a sus clientes, tenía sexo con ellos frente a mí. — cerró los puños sobre la mesa, sus nudillos tornándose blancos debido a la fuerza de la presión, suspiró con la mandíbula apretada. Quería dejar en blanco su mente, borrar todos los recuerdos. Absolutamente todo, no había nada bueno en su mente y memoria, nada relacionado a su madre que quisiera rescatar. — Fue ella, su amiga, quién se encargó de alejarme un poco de aquellas escenas. Acondicionó el armario para meterme ahí cuando llevaran clientes, las primeras veces era ella quien me metía a esa pequeña habitación, cuando no estaba, poco a poco aprendí a meterme por mi mismo, escapando de la otra habitación, de las voces y gemidos, de los cuerpos desnudos.
Hizo otra pausa, dejando de ver a Jimin. Los sentimientos encontrados se azotaban en su interior, era la primera vez que hablaba de lo que vivió. Muchas veces quiso hacerlo, hablar con alguien, desahogarse, pero sabía que sólo sería incomprendido, rechazado. Además, no tenía a nadie quien lo escuchara.
— Su nombre era Lee Eunyoon, era un par de años mayor que mi madre, y si te soy sincero, ella fue más una madre para mí que mi propia progenitora, me enseñó a leer, escribir, era ella quien juntaba un poco de dinero ye daba regalos en mis cumpleaños, me llevaba a algún parque cercano y era esos momentos en los que me hacía sentirme como un niño normal. Un niño querido, amado, protegido. Durante seis años, fue sólo ella, hasta que hizo que mi mamá entrara en razón.
Otra pausa.
El corazón de Jimin estaba apretujado, sabía que los dibujos en aquellas paredes eran la prueba de todo lo que Jeon había vivido durante su infancia, un pobre niño.
— Tenía sólo seis años...
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En la mente de Jeon | KOOKMIN
General FictionUn asesino con muchos secretos y cuidadosos números. Un policía que busca la aprobación de su teoría y tiene muchas preguntas. ¿Podrá Park Jimin salir del oscuro y profundo océano en la mente de Jeon Jungkook? «Quien con monstruos lucha, cuide de co...