Otro trozo (breve)

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Rachel no sintió apenas el aire moverse a su espalda. Era comprensible; no se había movido desde que entró en la salita mirando hacia el exterior. No estaba segura qué podría esperar estando en esa inmóvil postura.

¿Ver la vida pasar?

Salvo que el día anterior no se despertó con el mejor humor. Ni tampoco esa misma mañana que seguía siendo grisácea.

- Señorita, tiene visita.

Enarcó una ceja, disimulando el vuelco de su corazón al imaginarse que fuera él. No la defraudó, aunque con ello, hizo que estuviera a la defensiva.

- Puede marcharse, se acabó la hora de las visitas.

El marqués no se amagó ante el tono seco de la joven que no suavizó su expresión al verlo. Para sorpresa de ella, no actúo con burla, ni la menor leve provocación. Ni siquiera le sonrió de forma sardónica. Sino que la saludó, siendo cortés y lejano.

- No iba a estar mucho tiempo, señorita- la trató de usted, sorprendiéndola aún más -. He venido expresamente a disculparme por mi comportamiento del anterior día. No fue apropiado, ni caballeroso. He sido totalmente irracional. No me he comportado correctamente con usted desde un tiempo para atrás hasta ahora. He de reconocer para mi mayor vergüenza que he sobrepasado los límites de sus propios deseos.

Intentó no desinflarse y mirarlo, como si nada, como si sus últimas palabras no la hicieran estremecer por dentro teniendo en cuenta que se estaba disculpando por su insistencia y su interés repentino como su futura esposa. Seguramente se había dado cuenta de que no eran compatibles. En vez de aliviarla, sintió un nudo del estómago que no tenía nada con que se le había cerrado el apetito.

Ojalá.

- Las acepto - vio que su aceptación agradó al hombre que volvió a mostrar su sonrisa particular, una sonrisa distendida y agradable -. Tarde o temprano, se habría dado cuenta de que cualquier esfuerzo que intentara porque cambiara de opinión iba a ser inútil. No podría haber estado a la altura de sus expectativas tanto de esposa como de marquesa.

- O de las suyas - apostilló Adam -. Soy un hombre que ha resultado ser egoísta. No tengo excusa para justificarme. Mi disculpo de nuevo por ello y decirle que por la unión que tiene mi amigo y su hermana, de tener un trato cordial a partir de ahora.

Le extendió la mano y Rachel receló.

- No se preocupe, no la volveré a abordar de nuevo.

A regañadientes aceptó, envolvió su mano con la suya en apretón de manos. La apartó rápidamente sintiendo que el roce de sus pieles le era un recordatorio de lo que había sentido estar entre sus brazos.

- Entonces, ¿amigos?

- No se ilusione tan pronto, no podía ser su amiga.

- ¿Por qué no? Sé que no le atraigo. Me ha rechazado por activa y pasiva. He captado su mensaje y lo acepto con deportividad, no es la primera vez que me hayan rechazado- ignoró la mirada fulminante de la dama -. Una amistad no es dañina, si cuenta conmigo como amigo. No la defraudaré. Soy leal y generoso con los que me profesan confianza y afecto. ¿Qué malo podía haber?

Caer de nuevo en tu embrujo.

Rachel no se lo dijo, callándoselo.

- Sí, podía intentarlo.

- Sabía que no era tan arisca como quiere aparentar.

- No me haga que le retire la palabra al segundo de habérsela dado.

Él hizo el gesto de cerrarse la boca con llave para expresar con seriedad repentina.

- No se arrepentirá de confiar en mí.

De eso, no estaba segura.

- No ha ido tan mal, ¿no?

Cabeceó, conteniéndose a una sonrisa que era la primera que le iba a corresponder. Menos mal que se marchó a tiempo de no haberlo hecho y avergonzarse en el acto.

Siénteme (breve)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora