Capítulo 30 (breve)

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Lady Shelford aún no se había enterado de la llegada del marqués a la casa. Estaba tan tranquila tomando su taza de té en la salita que no se imaginó el cataclismo que iba a ocurrir en un segundo. Ni siquiera lo sospechó cuando salió y atisbó desde el rellano superior a su hija, que caminaba sin ningún destino marcado.

- Espero que no esté tramando ninguna locura - suspiró y pidió en silencio piedad para su paz mental.

Otra madre en su lugar habría hecho caso omiso a la actitud "inusual" de su hija. Pero lady Shelford que no se fiaba ni un hilo de sus cabellos de su hija mayor, bajó las escaleras, preparada para cualquier sorpresa que la estuviera esperando. Llegó hasta ella y carraspeó, delatando su presencia.

- ¡Qué susto! - se llevó una mano al pecho.

- ¿Me puedes decir que estás haciendo detrás de la puerta?

- Shhhhh, sabrán que estoy aquí.

- ¿Quiénes? Porque tengo entendido que tu padre está ocupado. Por favor, hija, la que no me tienes que dar sustos es a mí.

No supo si estaba tan desesperada que parecía ser que Rachel se apiadó de ella porque le aconsejó:

- Siéntate mejor.

- ¿Qué has hecho esta vez?

- Puedes dejar de decirlo. Te aseguro que de mi parte no ha sido la idea.

Estaba empezando a doler las sienes.

- Pídele a alguien que me traiga las sales, no vaya a ser que me desmaye.

- ¿No estás dramatizando un poco?

La mirada que se ganó con su comentario no fue nada dramático.

- Nunca es lo suficiente cuando tu hija es una caja de sorpresas - se masajeó las sienes.

- Bueno, y yo creía que podías dar saltos de alegría cuando supieras de la noticia.

- ¿Más alegría que el verte casada? Imposible - abrió los ojos como platos y la miró -. ¿Puede ser verdad?

Su primogénita se mordió el labio y movió la cabeza un tanto nerviosa y tímida. La primera vez que la veía así, tanto que se le desencajó la mandíbula.

- El marqués está hablando ahora con padre - reprimió las ganas de reír al ver el escepticismo de su madre -, quiere pedirle permiso para que sea su prometida. ¿No es maravilloso?

- Ahora sí que me voy a desmayar.

- ¡Madre!

Mientras tanto el marqués estaba sosteniendo un interesante interrogatorio por parte de lord Shelford, aún incrédulo por la llegada de tal ilustre persona. Ni siquiera había esperado que fuera a visitarles, y muchísimo menos, pedirle que la mano de su hija.

- No es una dama de carácter fácil. Es caprichosa y más terca que una mula - le advirtió antes, debía atenerse a cualquier consecuencia que implicaba casarse con su hija -. ¿No le importa que no sea de alta alcurnia?

Era un hombre de negocios que gracias al matrimonio con su mujer le había aportado un título, prestigio y reconocimiento social. No había tenido altas expectativas con que su hija hiciera un gran matrimonio. Después de todo, esta había estado reacia a casarse. Siempre había echado a perder cualquier avance de sus pretendientes. El único fuera el marqués que había llegado hasta allí, le hacía pensar que era un ignorante o un loco.

- No me importa que no tenga sangre azul en sus venas. Como tampoco el hecho de que le gusta pasar más tiempo con los caballos que el estar en un baile.

- Pero eso no sería favorable para que sea la marquesa Werrington.

- Creo que subestima a su hija, señor.

- ¿Perdón?

- No pretendía ofenderle - estaba todavía en sus manos en darle su aprobación o no -. Aunque su hija me lo ha dicho en persona que no cree que sirva para ser marquesa, considero que ella puede ser competente en lograrlo si se lo propone. Es demasiado tenaz y persistente, dos cualidades que podrían empujarla a ser la perfecta marquesa. Es más, no es necesario que me convenza, ya lo es.

- Vaya, esto sí que no me lo esperaba - miró el vaso que aún no se había bebido del todo -. Entonces, ¿está seguro que quiera casarse con mi hija?

- No puedo estar más seguro como el hecho de que sé que no podría irme por esa puerta sin haberlo intentado.

No tenía argumentos para rebatirle. Había sido todo un descubrimiento el saber que el marqués estaba interesado en su hija. Una idea muy alocada pero real. Una risa empezó a burbujear por su garganta hasta escapársele de sus labios.

- Será porque me imaginé que nunca llegaría este día. Ay, espero que la haga muy feliz,  Werrington. Sino, seré el primero en rendirle cuentas porque, aunque mi hija sea una chica rebelde y un alma libre, la quiero mucho como a mi otra hija, Hester, y por nada del mundo quiero que sufra.

- No le daré motivos para que desconfíe de mis sentimientos por ella.

- Lo veo en su mirada - fue sincero cuando lo dijo -. Al fin de cuentas, no todos los días se ve a un marqués enamorado.

Siénteme (breve)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora