Capítulo 11 (mini)

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No se percató que se había quedado en la puerta mirándola marchar hasta que un "intruso" se lo hizo notar.

- ¿Quieres que te ponga un cubo debajo? - bromeó su hermana que no tuvo la pizca vergüenza de hacerle el gesto que estaba chorreando -. Me pregunto si ella no sospechará de cuán tramposo eres.

Se pellizcó el puente de nariz, agarrándose la poca paciencia que tenía. Le dedicó a Veronique una sonrisa sardónica.

- Podría decir lo mismo de ti - se sentó en el sofá con los brazos cruzados -. Además, ¿de qué me acusas? Yo no he hecho nada. Sin embargo, tú has estado ahí escondida escuchando una conversación ajena. Si madre se enterara...

- ¡Ay, Adam! Si no lo veo, no lo creo - tuvo el descaro de reírse y eso a su hermano mayor le hizo ni una pizca de gracia, al notar que era objeto de su risa. El ceño fruncido se agravó más -. ¿Quién me iba a decir que harías cualquier cosa por la mujer que te interesa? ¿Estás pensando encerrarte en una vida monógama?

- Ja-ja-ja. Para, Veronique - no paró, sino que se sentó a su lado y puso los zapatos en la mesa bajita, mirándolo con regocijo -. No pongas los pies en la mesa.

- Si me reconoces que has sido tú, el que has orquestado el viaje a Devonshire.

No lo reconoció, no de momento ni de manera directa.

- Lo sabía; eres un tramposo, Adam.

- Y tú, una chismosa de mucho cuidado.

Ella no se ofendió en absoluto. Es más, le respondió con una sonrisa encantadora.

- Menos mal que tienes a mamá para que te apoye. Si no, no tendría ningún sentido de invitarla a ella y a mis amigas, la mayoría de ellas casadas, a Devonshire. Tendrás que esforzarte para que no sospeche de que la cabeza pensante has sido tú. Ahh, te recomiendo que invites también amigos tuyos. Recuerda que deben ser solteros.

Gruñó y la sonrisa femenina se amplió.

- No te preocupes. Si la señorita Shelford tiene el leve interés en ti, no deberías preocuparte por cualquier paso que dé tu propio género hacia ella.

- No estoy preocupado - el gesto de recolocarse el cuello lo delató, ocasionando nuevamente la risa de su hermana.

Se puso en pie y le quitó los pies de la mesa.

- ¿No tienes nada que hacer?

- No, esto es más divertido.

En cambio Adam se fue de allí, cerrando la puerta con un sonoro y ruidoso portazo.

Siénteme (breve)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora