Un trocito

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Lejos de testigos, Adam agarró el brazo de su hermana que emitió un pequeño gritito y le pidió que no caminase tan rápido.

¿Alguien le hizo caso?

Fue evidente que no. Tuvieron que ir hasta otra estancia, vacía para detenerse y la soltara del brazo. Veronique entrecerró la mirada sobre él, que se notaba lo inquieto que estaba.

- No le he dicho tu secreto.

Adam enarcó una de sus cejas y se cruzó de brazos.

- Bueno, eso he supuesto cuando te he encontrado con ella, hablando tan animadamente.

- Claro, es una de nuestras invitadas especiales. No querrás que huya a medianoche porque no soporta más tu presencia.

- ¡Qué graciosilla eres! - no se rio, sino que cabeceó -. ¿No puedes confiar un poco más en tu hermano? Porque crees que lo hice, no deberías...

- No lo creo, estoy segura. Además, ¿qué hay de malo en conocer a mi futura cuñada?

Otra vez su hermano se sonrojó. Estaba siendo como un bebé.

- Oh, te pellizcaría los mofletes como cuando lo hacía mamá contigo o nuestras tías.

- Calla. Me estás dando dolor de cabeza.

Veronique no se compadeció de su hermano. Sino que se le acercó, y le dio una tierna palmadita en la mejilla.

- Aunque no lo creas, eres muy adorable. Adam. Seguro que si te viera la señorita Shelford ahora mismo, caería a tus pies - ignoró el gruñido de su hermano.

- Lo único que te pido Veronique es que no hagas ninguna tontería.

- Te lo prometo. Mientras tanto, deja que me divierta. ¿Si?

Tuvo que poner los ojitos de corderito para que claudicara. No tuvo más remedio que asentir, esperanzado de que no cometiera ninguna locura como desvelar su secreto.

- Espero no arrepentirme.

Siénteme (breve)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora