Capítulo 16

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Gracias por seguir leyéndola! 🤍

Aunque fue un tropiezo de su parte, se aseguró de que no volviera a ocurrir. Porque exponer sus pensamientos a viva a voz al marqués no era un plan vencedor.

Mas no había un juego entre ellos, pensó Rachel cuando se fue alejando de la biblioteca y de todo lo que concernía a él.

¿Por qué la tenía que sacar de quicio? ¿Por qué le afectaba más sus palabras que las de otro cualquier chico?

Dado que todavía estaba alterada (no quiso profundizar más la razón de ello), fue hacia a los establos.

¿No había querido cabalgar?

Estaba segura de que no habría problema de coger una montura. Intentando olvidar el encuentro, del momento de haber estado en sus brazos, apoyada en la firmeza de su torso... Podía haber sido menos obtusa  y haber disfrutado de estar en sus brazos.

¡Ni hablar!

Era un encantador de serpientes, y no iba a cambiar de opinión respecto a él. Aunque si fuera sincera, Werrington se estaba comportando correctamente con ella desde que llegó a Devonshire.

Dejó de centrarse en el problema que le suponía el hijo de los duques y miró las caballerizas. Había muchos ejemplares y no podía quedarse quieta. Avanzó hacia un zaino precioso que no le quitó la vista desde que se acercó a él.

- Hola, precioso. Te cuida bien por lo que veo - estaban limpios los cubículos, además de tener a sus caballos cuidados y atendidos -. Vamos a dar una vuelta.

Alguien que la escuchara, se quedaría atónito. No era para menos, se llevaba mejor con los caballos que con algunos adultos.

Venirle a la cabeza (otra vez y no había pasado el día completo) cierto personaje de un cuento que era la vida real, no era una buena manera de empezar el día.

- De alguna manera te quitaré de mi cabeza.

Rachel intentó que nadie, ni muchos menos fantasmas de su cabeza, la perturbara en ese momento que era para ella sola.

Además...

¿No había decidido cabalgar?

***

Como no podía ser una impresentable ante sus anfitriones, tuvo que darse prisa en subir a su habitación y cambiarse para un nuevo día en Devonshire.

Su doncella que había estado nerviosa por no haberla encontrado, estuvo a punto de dar la voz de alarma cuando la vio aparecer por la puerta agitada.

- ¡Dios santo! ¿Dónde había estado?

- Shhhhh, he ido a cabalgar, Meredith. No he hecho nada malo. Ayúdame a cambiarme. Si me ve mi madre, le da un desmayo.

Afortunadamente, pudo cambiarse por un vestido (para su gusto, un tanto llamativo ya que cualquier color que no fuera gris, marrón o negro, sobresalía de normal y no pudiera pasar de desapercibida). Había optado por uno verde claro que no tenía escote como los otros. Así que se decidió por él sin tener otra pretensión que llevarlo puesto.

- Gracias, me voy yendo. Ya estarán todos despiertos y levantados.

Caminó con ligero paso e intentando no ponerse más nerviosa de lo que estaba. No fue su intención llegar tarde. Aun así, no estaba en su propia casa para hacer lo que le diera la gana. Entró no sin antes de sentir un nudo en el estómago. No tenía nada que ver con que alguien estuviera presente.

- Disculpadme - dijo ante el escenario de personas que estaban comiendo en la mesa del desayuno.

Llegó evidentemente tarde y mantuvo la barbilla en alto cuando los demás presentes interrumpieron su desayuno al verla entrar. No se fijó si estaba o no; se dirigió a su silla ignorando la mirada reprobatoria de su madre. Afortunadamente, una persona más amable se alegró por su aparición.

- Has dejado alguno con la boca abierta.

- Dios, no ha sido adrede - dijo Rachel con  la boca casi cerrada para que nadie más la escuchara, notando el rostro encenderse -. Se me ha echado el tiempo encima.

- No, no me des ninguna explicación, Rachel. No te estoy juzgando - replicó Veronique con una sonrisa para calmarla -. ¿Por qué debería hacerlo? Ojalá las normas para nosotras fueran menos encorsetadas. Seguramente si un hombre de la mesa llegara también tarde, no causaría las malas miradas que nos echa a nosotras cada vez que lo hacemos. Obtendría en cambio una admiración exagerada. ¿Por ser un honorable holgazán? A ellos se lo perdonan todo.

Se lo agradeció con la mirada.

- Desayunemos - le instó -. Están muy bueno los bollos con crema. Tienes que probarlos.

Antes de coger uno, sintió un impulso. No pudo ignorarlo, y miró hacia el otro lado para encontrarse con el marqués, bien despierto, nada de falta de sueño, y atractivo. Ajeno a su mirada y al nudo que se agrandó en su estómago, lo vio cómo sonreía a su perrito fiel.

- ¿Estás bien?

- Sí, ¿por qué no iba a estarlo?

Apartó la mirada, enfadada, y cogió un bollito, dos... Hasta llenarse el plato. Ya que estaba, no iba a desaprovechar de tomar un buen contundente desayuno. Lo necesitaba. Estaba tan centrada en ello que no se dio cuenta de que el marqués no estaba haciendo su mejor esfuerzo de serle indiferente.

Siénteme (breve)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora