Otro trocito

769 182 5
                                    

La tensión tan densa como el humo oscuro era palpable entre ellos. Incluso habiendo barreras como la presencia de otros o la distancia de una mesa entre las comidas persistía esa tensión. Esa necesidad persistente no había desaparecido, ni aunque hubieran dado un paso más en su relación.

No se podía discutir el destinatario del afecto del marqués. Se veía a lenguas quién era y como este tenía una sonrisa que no dudó demostrar y de lo poco que se le había visto en la estancia del ducado.

La señorita Shelford no era tampoco indiferente a esa atención que le prestaba a la lejanía porque había que mantener la compostura enfrente de los invitados, de ambas familias que no se habían separados de ellos. A diferencia de los anteriores días, se la vio más relajada en cuanto a la gente que le rodeaba, sin ser arisca con sus comentarios o tener el hocico torcido porque no quiso ir en un principio en Devonshire. Era uno de los efectos que tenía el amor.

Tenerlo en secreto creaba más misterio y expectación. No se podía negar, la espera era la anticipación de la caza. Mientras se dirigían miradas discretas, sutiles, el uno hacia el otro, la necesidad se agudizó y el aire se espesó.

No iban a estar con los brazos cruzados. Así que cualquier excusa fue perfecta para encontrarse. Como en medio de un pasillo desierto, donde no había nadie, sino habitaciones vacías porque los invitados estaban en diferentes grupos.

Rachel se le olvidó el chal y, antes que una criada se lo llevara, ella misma se ofreció sin armar más escándalo. Las damas estaban entretenidas con los cotilleos en la hora del té mientras que los caballeros disfrutaban de una partida de cartas con una copa de oporto.

En verdad, se le había olvidado el chal pero se dijo que tras pasar por la otra sala, donde se suponían que estaban los caballeros, podía echarles un vistazo. No temía porque cierto caballero jugara, sino porque quería verlo desenfadado en ese ambiente. Bien que en el pasado criticó dicha faceta en él cuando le disgustaba en general las banalidades de los hombres.

No alcanzó su destino porque alguien pensó en que se ocupara de otro menester. No tuvo tiempo de reaccionar, ni de sermonearlo por asustarla cuando tiró de su mano y la introdujo en una habitación con él.

- ¡Adam! No puedes actuar de esa forma tan infantil  - aún su corazón no se había calmado por el susto y por algo más que se prendió en sus entrañas al saber de inmediato que era él -. ¿No ves que es temerario?

- Sí y no. Dime, estabas muerta de la curiosidad por lo que estaría haciendo.

La pilló con las manos en la masa. No se lo confirmó, tenía algo de dignidad. Se cruzó de brazos.

- Siempre tan presuntuoso. Para tu información, lamento decepcionarte que no era así. No te estaba buscando.

- ¿Ah, no? - el caballero se mostró remolón en su postura, apoyándose en la pared sin dejarla de mirar -. ¿Entonces a quién buscabas si no era a mí?

- No te lo pienso decir.

Jadeó cuando él ni corto ni perezoso se acercó, cortándole el aliente y azuzándola. Colocó sus brazos a cada lado de su cabeza.

- Puedo retenerte el tiempo que quiera y sonsacarte la verdad. Puedo ser muy habilidoso con mis técnicas de persuasión.

¿Lo era?

El saberlo no reducía el efecto devastador que tuvo en ella. Peligroso. Se le secó la garganta y notó el pecho pesado dentro de corsé, apretándole, sin que el caballero, que tenía a un palmo de su cuerpo, la estuviera tocando.

- ¿Puedes? - lo retó.

- Ay, mi hermosa dama, no deberías tirar el guante primero sin saber a qué te enfrentas.

Lo sorprendió porque no fue de esa damas remilgadas, dejándole la iniciativa al hombre, dejando el poder que pudiera tener sobre la dama. Se puso de puntillas, alzó sus manos hasta rodear su nuca, notando su piel bajo sus dedos y las puntas rizadas de sus cabellos. Lo sintió tensarse, lo sintió respirar entrecortadamente, afectado por su caricia.

- Uno no debería adelantarse a los hechos, querido - rozó sus labios con los suyos, sin abordarlos o avasallarlos como quiso, saboreó su contención, rasgando el aire - y subestimar al rival porque puedes perder.

Siénteme (breve)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora