Capítulo 17

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Perdón por las faltas. Si hay algunas más en este capítulo, las corregiré cuando pueda. Estoy intentando escribir en un portátil antiguo que va muy lento. Se va a hacer lo mejor posible.

- No sé cómo puede tener tanto apetito. No ha hecho nada más que sentarse cuando se ha llenado el plato - dijo su compañera de mesa refiriéndose a alguien en particular -. Es vulgar. Comerse tanto dulce va a estropearle su figura.

Adam centrado en sus pensamientos no prestó atención.

- ¿Disculpe? ¿Qué estaba diciendo?

La risa que soltó fue demasiado estridente para sus oídos e intentó mantenerse en el papel de caballero cortés que muy difícil le estaba siendo cuando anhelaba otra compañía que estuviera a su lado.

- Solo comentaba sobre la señorita Shelford y su interés hacia la comida.

- Ammmm - carraspeó para no ponerse en evidencia y no mostrar una excesiva atención a la información aportada -. ¿Qué era lo que comentaba precisamente?

- No me haga caso, milord - respondió apurada sabiendo que no podía dar su opinión a la ligera -. Estaba pensando en voz alta.

No siguió insistiendo porque su mirada se perdió hacia la protagonista de la conversación. No podía quitarle la mirada de encima. No estaba seguro si era por el vestido. Debía reconocer que el color verde le favorecía, era un color que alegraba a la vista y no la empañaba con algún negro o gris paloma que había estado acostumbrar en ella, aunque no estaba disgustado del todo con ello. Los vestidos anteriores no estaban tan mal si solo tenía en mente la función de quitárselos. Dejó de mirarla como halcón que acechaba a su presa. Era muy pronto para pensar en ello, aunque unas horas antes ella había estado en sus brazos, cálida e insinuante. Había sido natural haberla cogido entre sus brazos. Podría haber dado otro paso; otro paso que la hubiera acercado más a él. No obstante, y probablemente, habría acabado en el suelo y con un dolor en sus partes nobles.

¿Cómo podía no controlarse? Si veía que con cada intento de alejarse de ella, no funcionaba. ¿Había perdido el arte de seducir? ¿O a qué estaba esperando? Parecía que la táctica de provocar celos a cierta damita no estaba haciendo el efecto deseado. Oyó jadeos y grititos desilusionados cuando se percató de la razón de ello. Todos los invitados se habían levantado hacia los ventanales que dejaban ver el manto de agua que estaba cayendo.

- ¡Está lloviendo! Es una absoluta pena. No podemos dar un paseo por los jardines - exclamó la señorita Houdson, un tanto desilusionada por ver que su acercamiento entre el marqués y ella había acabado con esas decenas de gotitas.

- Podemos esperar a que amaine o idear alguna actividad que podamos hacer en el salón que está desocupado - sugirió la duquesa para que no decayera el ánimo -. La lluvia es impredecible y, afortunadamente, no nos pillado afuera.

- Mi esposa tiene razón, miremos el lado bueno de esto. Es mejor que nos quedemos en el salón mientras intentamos paliar el aburrimiento. Seguro que encontramos algo divertido. Pero por ahora terminemos de desayunar tranquilamente.

Rachel sintió que aquello podía ser una oportunidad para escaquearse, mas no se lo permitió a su madre que la agarró del brazo en cuanto se pusieron en pie.

- Hija, ¿por qué te vas tan pronto?

- No entiendo porque he de permanecer con el resto de invitados cuando somos muchos en un espacio pequeño -vaya mentira que había soltado.

- ¿Pequeño, dices? Qué graciosas estás esta mañana. Si no fuera por tu falta de decoro - le palmeó el brazo -. ¿Por qué siempre tienes que poner una objeción a todo?

- No he dicho...

- Shhhhh. Por una vez sé menos impulsiva en tus acciones. No estás en la casa para hacer y deshacer lo que mejor te conviene. Obviaremos lo ocurrido esta mañana. ¿De acuerdo?

- No ha ocurrido ninguna catástrofe que lamentar. Solo he llegado tarde unos minutos.

- Rachel.

Asintió sin tener otro remedio que hacerlo y las dos avanzaron junto con el rebaño que se encaminó a una sola dirección. La duquesa improvisó sobre la marcha; dividió a sus invitados por grupos y decidió de sacar los juegos tradicionales de mesa como las damas, el ajedrez o las cartas. De mientras, a petición de la adorable señorita Houdson, ella misma, se encargó de amenizar más el ambiente tocando el pianoforte. Una muestra de su bondad, o de hacer alarde de sus habilidades como un pavo real con sus plumas.

Aun así, Rachel no quiso estar allí jugando y componiendo sonrisas que no sentía. Estaba muy cargado el salón entre conversaciones y risas. Para colmo, le estaban empezar a doler las sienes. Lo decía totalmente en serio. Además, ¿alguien iba a echar de menos su presencia si se ausentaba un rato si todos estaban centrados en divertirse?


Siénteme (breve)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora