Capítulo 14 (mini)

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A la falta de porque llegaran más invitados al día siguiente, la cena fue lo más tranquila posible, sin mucho bullicio y con el sencillo placer de disfrutar del menú que les había preparado la cocinera de los Werrington. Durante la velada, Rachel se enteró de que había más miembros de la familia de los duques que aún no habían llegado. No se podía quejar; era una familia numerosa donde los niños eran los protagonistas. Los que estaban presentes eran las hermanas del duque y sus respectivas parejas. Todas enamoradas y con la madurez de la experiencia. Se respiraba amor en el ambiente. Aunque una fuera ciega, era imposible no verlo. Sería eso o la presencia de la sobrina de lady Houdson a lado de Adam, que se le hizo la cena demasiada larga. Lo dejó pasar, diciéndose que sería algo de la comida que le había sentado mal.

¿Era la única que no aspiraba a un matrimonio, sobre todo por amor?

Quizás porque estaba aburrida, veía con cierto empacho la sobrecarga de amor que había en el aire. O era ella, que estaba amargada de su propia suerte. Ya fuera una cosa u otra, no le gustó verse al otro lado e intentó ignorar el "problema". La comida estaba exquisita, los anfitriones eran muy atentos con sus invitados y el ambiente era idóneo para pasarlo bien. Y cierto caballero estaba cumpliendo con su palabra, de ser amigos.

Amigos a secas, se corrigió ya que no le había dirigido la palabra desde que se sentaron en la mesa y, unos minutos antes, solo había inclinado la cabeza como señal de saludo.

¿Qué mal había en todo ello?

Echó de menos estar con su hermana y cuñado, y con los niños que no estarían juzgándola el porqué su única tía era soltera. Claro, su vida no era tan miserable si pensaba en ellos. Su propósito siempre había sido criar los mejores caballos y mimar a sus sobrinos, siendo su tía soltera y feliz. Lo seguía siendo salvo que en ese momento viendo las parejas casadas dichosas, y no infelices o distantes como otras que había conocido, le estaba demostrando una cara que no quería ver o darse cuenta de ello.

Gracias a Dios, que pasaron a los postres y luego los grupos se separaron. Rachel aprovechó para salir a la terraza a que le diera el aire sin que la echara de menos cuando las damas se habían reunido en el salón. Esa noche no habría baile, se celebraría unas noches más tarde. Por lo tanto, no tenía la urgencia de volver. No tan pronto.

- ¿No vienes con nosotras?

Le estaba sonando familiar la voz de la joven.

- Sí, en un momento iré.

Veronique asintió con una sonrisa y no la presionó a que entrara, dejándola en la terraza.

¿Sería de mala educación quedarse un rato más?

Pese a cómo se sentía, no podía negar que la noche era preciosa, con el manto de estrellas y la luna. Podía quedarse mirando el cielo toda la noche; así no tenía que volver adentro y presenciar el coqueteo entre la sobrina de Houdson y el marqués. Si los viera de lejos, podía decir que hacían una pareja envidiable.

Tal para cual. Hermosos los dos, elegantes y perfectos. 

¿Qué más se podía pedir?

Nada, ¿no había dicho que eran perfectos?

Gruñó para sus adentros, sintiendo que no podía deshacer de sus pensamientos sobre él.

- Como si le quiere pedir matrimonio ahora, no me importa - se dijo.

Enfadada consigo misma al notar que no se lo podía sacar de la cabeza, se marchó con paso firme sin preveer que había entrado otra persona más en dirección hacia la terraza, chocándose con ella.

No evitó que el choque de sus cuerpos la dejara sin aliento y sin asimilar lo ocurrido. La sujetó a un tris de que se cayera al suelo, apretándola contra su cuerpo. Podía notar a su propio corazón cabalgar como un loco, respirar su aroma y sentir que se mareaba.

- ¿Estás bien?

Ella quería llorar por su mala suerte, se apartó rápidamente de él sin que este pudiera hacer algo.

- Sí, lo estoy - respondió agitada -. No miraba por dónde iba.

¿Qué hacía disculpándose?

Se sonrojó al sentirse un poco tonta.

- Creo que soy culpable también.

Afortunadamente era lo suficiente oscuro para que no la viera, pero no hacía el suficiente frío para sentir otra cosa que no fuera su presencia cerca de ella.

- Bueno, lo dejamos estar - ¿por qué estaba nerviosa? -. Ni culpa tuya, ni mía.

- De acuerdo.

El silencio se instaló con ellos, pesado como una losa.

- Mmmm. Vuelvo dentro - dijo Rachel.

- Ve yendo, luego nosotros nos reuniremos más tarde.

Asintió aún notando los latidos de su corazón.

Años atrás, en otro lugar, se había dado un diferente escenario. Esta vez no hubo encuentro amoroso, ni la confundió con otra.

Esta vez no hubo nada.

Deseó más que nunca que las dos semanas se pasaran volando.


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