Capítulo 8 (breve)

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No debió haber aceptado la invitación del tomar el té de lady Houdson.

Podía perfectamente haber rehusado ya que su madre estaba incluida en dicha nota que tan amablemente les había enviado para pasar un buen rato en su compañía, por no decir que la dama en cuestión le gustaba tener un auditorio para sus chismes. Le gustaba ser el centro de atención y, como no, de estar ser la primera que se enteraba de todo. No había nada malo, salvo que no soportaba el cotilleo, ni tampoco que el tema principal fuera el marqués Werrington. Ni siquiera alejándose de él, podía estar ajena a todo lo que le rodeara. Siendo sincera, habían pasado dos semanas que no lo había visto, ni tampoco hubo encuentro alguno. Lo que le hizo entender que iba en serio cuando se disculpó y su intención de ser amigos. Mas lo encontró con una sensación de vacío.

Cabeceó para despejarse esa idiotez de la mente. No había prestado atención cuando su madre disimuladamente le dio un codazo.

- Perdón, estaba perdida en mis pensamientos.

- No se preocupe, querida - la sonrisa de lady Houdson no invitaba a nada bueno -. Estábamos hablando de usted y de cómo el marqués ha vuelto a jugar al despiste. Creíamos que estaba interesado en su persona, dado que no se le ha visto en dudosa compañía. Ya me entiende.

Antes de asimilar lo que le estaba diciendo, se fijó que todas las miradas estaban puestas en ella. Incluida, su madre, que había estado al tanto de los movimientos del márqués y preguntándose el  porqué ya no la visitaba como antes. No obstante, cuando acabó la mujer de darle la información, frunció el ceño. ¿Qué tenía que ver con ella que dejara de ir a ciertas actividades licenciosas?

- No diré una palabra sobre el marqués, milady. No tenemos una estrecha relación para intercambiar confidencias y, menos, si me incumbiera, no la diría expresamente aquí.

Su respuesta fue como clavarle una aguja en el trasero de la mujer. Más de una, jadeó ante su respuesta un tanto insolente. No quiso mirar a su progenitora que probablemente estaría abochornada.

- ¿Quién ha dicho lo contrario, jovencita? - levantó la barbilla muy digna -. Estaba diciendo un hecho que es evidente. Pero me habré equivocado que la atención del marqués esté en otra parte y quiere dejar los malos hábitos para tomarse en serio sus deberes con el marquesado. Sin duda, he tenido un lapsus al creer que tenía sus miras puestas en usted, señorita Shelford, que ha estado mucho tiempo en el mercado matrimonial sin conseguir una propuesta de matrimonio.

Iba a decirle dónde podía meterse su compasión cuando notó otro codazo de su madre, calĺándola. Otra cosa era defenderse, y otra abochonarla más. Así que no le contestó,  tomando tranquilamente el té frío. Preferiblemente era eso que escuchar a las cacatúas.

- ¿Quién creéis  que será la afortunada de su atención? - inquirió otra dama, entusiasmada por que había un nuevo romance a la vista -. ¿No sería maravilloso que hiciera como una especie de competición para ver qué dama ganaría su afecto?

Rachel casi tiró el té de la boca al escucharla.

- Estoy de acuerdo contigo, Melissa. Una competición sería lo más justo para que una de nuestras hijas pueda ser merecedora de ganar su mano. Ya que está rendimiéndose, podemos perdonarle sus faltas y olvidar su vida disoluta. Es tan buen candidato como otro noble de buena posición y con principios.

Como si hubiera dicho una genialidad, las presentes aplaudieron la idea.

Cierta damita no dijo su opinión hasta que salieron de la casa, por fin, libres de su agotadora presencia.

- ¿Las has escuchado, madre? ¿Quieren competir por la mano del marqués como si fuera esto... un concurso de quién puede ser más ridículo?

La aludida hizo una mueca.

- ¿Por qué tienes que ser tan obtusa, hija? Si no estás interesada en conseguir un marido, las demás, sí lo están. Es normal que lo piensen porque el marqués sigue siendo un buen candidato pese a la vida que ha llevado en el pasado, aunque tú no lo quisieras ver.

Boqueó como un pez ante el injusto ataque de su madre.

- ¿Estás enfadada porque lo rechacé? ¡Él nunca ha estado interesado en mí! A la vista está de que yo tenía razón.

- ¿No crees que sea razonable que lo pierda? Hasta tu padre y yo hemos intentado de que cambiaras de parecer y, aún así, ¿no puedes pensar que sea comprensible que se haya cansado de tus desaires hacia su persona? Porque se fije en otra dama, no debería molestarte.

- ¡No me molesta, créeme! Si se quiere casar con otra, no me importa.

- Entonces, aquí se acaba el tema.

- Pero...

- No hay nada más que discutir.

No hablaron durante el trayecto de casa, aun así, Rachel no estuvo tranquila con las palabras de su progenitora que estuvieron navegando en sus pensamientos.



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