Cap. 15: Entrenamiento

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-Entonces, ¿cuáles son esas buenas noticias, amor?- le preguntó Kokushibo entrando a la cabaña.

-Pues...- hablarlo con él era algo difícil. ¿Cómo le diría que ella, con quince años apenas, quería que ese demonio fuera su esposo?

-¿Pasa algo, mi amor?- le preguntó Kokushibo al verla tan nerviosa- si es algo bueno, no deberías preocuparte.

-Vale- contestó Katzuki suspirando- verás, amor... desde que me dijiste que querías entrenarme y convertirme en demonio, hay una idea que ronda mi cabeza... y no sé si aceptes.

-Si es algo bueno, no le veo problema- y acarició su mejilla suavemente- dímelo, cielo.

-De acuerdo... no sé si... tú... terminando el entrenamiento... quisieras que... nos casemos... -Kokushibo la miró sorprendido. ¿Ella era quien le estaba proponiendo casarse? No era algo que le pareciera malo, pero... tampoco lo había pensado. La conocía desde que tenía siete años y nunca hubo una relación más allá que de ser amigos. La amaba mucho y quería estar a su lado siempre, pero le era difícil imaginar algo así con ella. Los demonios no tenían como casarse. En su vida anterior, sólo vivió con ella unos meses, en calidad de esposos, antes de llevarla con Muzan para transformarla. Pero ahora, ahí estaba ella en su versión más joven e inocente, diciéndole que quería ser su esposa en un futuro no muy lejano. Suspiró y respondió sonriendo:

-Acepto, cielo- Katzuki sonrió y exclamó:

-¿De verdad?

-Si... pero... los demonios no tenemos como...

-Lo sé, amor... pero algo simbólico no estaría mal.

-¿A qué te refieres?- tampoco había entendido esto. ¿Algo simbólico?

-Verás- comenzó Katzuki a explicarlo- le dije a Douma sobre hacer la ceremonia en su templo... y que él nos casara.

-¿Douma?- Kokushibo la miró desconcertado. Desde luego que Katzuki no podría estar hablando en serio.

-Si... sé que no tiene tanto poder para eso, pero es lo más cercano que se me ocurrió... en la Fortaleza Infinita no creo que sea buena idea y Muzan dudo que quiera "casarnos". Eso suena descabellado, ¿no crees?

-Si, tienes razón...- le contestó Kokushibo- mejor con Douma- le dijo de prisa. Conociendo a Katzuki, era capaz de mencionar que Nakime fuera la encargada de la música, cosa que le pareció graciosa. Aún así... el pensar que aquella niña que rescató fuera su esposa le parecía algo... extraño. Era tan inocente y pura que se sentía incapaz de imaginarse teniendo intimidad con ella, aún si fuera mayor de edad.

-Vamos afuera- le dijo- para comenzar a entrenarte.

-¡Voy!- respondió Katzuki llena de emoción y ambos salieron.

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A partir de ahí, Kokushibo comenzó a entrenarla. Primero le enseñó la manera correcta de respirar. Le explicó lo importante que era ya que, al hacerlo de la forma adecuada, la sangre recibía más oxígeno y eso incrementaba su fuerza y su resistencia. Le enseñó que debía meditar también. Noche tras noche, repetían el proceso de la respiración y la meditación. Al tenerlo ya dominado, comenzó el trabajo pesado: la hizo cargar objetos pesados, correr con ellos... trabajar cada músculo de su cuerpo, así como enfrentamientos cuerpo a cuerpo. Para este punto, Katzuki había tenido que cambiar su kimono púrpura por ropa más cómoda, como unos pantalones hakama, para tener más movilidad. Se hizo un kimono similar al anterior, pero el patrón era en forma de estrellas y lo usaba como haori de vestir, para tener más comodidad. Kokushibo se impresionaba de lo rápido que aprendía y como progresaba a pasos agigantados. Tenía recuerdos muy vagos de su primera vida, de cuando la conoció siendo humano aún, al lado de su hermano Yoriichi. Su hermano se había encargado de entrenarla y enseñarle una respiración. Su memoria algo distorsionada, lograba tener pedazos de lo paciente y amable que su hermano había sido al entrenarla. Apartaba esos recuerdos, ya que sólo lograban molestarlo y se concentraba en su novia.

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Cuando por fin llegó el turno de empuñar la katana, Katzuki ya tenía el control de todo su cuerpo y su fuerza había aumentado considerablemente, así como su agilidad y flexibilidad. Kokushibo tenía guardada la katana que había usado cuando era humano y esa fue la que le dio a Katzuki. Era de hoja color púrpura, con la funda negra. Le explicó que eran hechas a partir de un mineral que absorbía la luz del Sol y los demonios se trasformaban en cenizas al decapitarlos con tal arma. Tal y como le dijo, no fue capaz de hacer las dieciséis posturas de la respiración lunar, pues esa katana era muy corta, en comparación con la de Kokushibo. Sólo tenía alcance para siete posturas y algunas quedaban algo limitadas. Katzuki se desanimó un poco al ver tal cosa.

-No tienes por qué sentirte mal, amor- le dijo su novio al escucharla- eres fuerte e inteligente. Siete posturas es más que suficiente. Con un poco más de entrenamiento, incluso puedes crear tu propia respiración- ella sólo le sonrió. Lo que Kokushibo no sabía era que la chica ya había empezado a desarrollar su propio estilo. Era sólo cuestión de perfeccionarlo y se lo mostraría. Trabajaba en ambas respiraciones simultáneamente para, cuando retara a su novio a un enfrentamiento amistoso, sorprenderlo y, ¿por qué no? Quizás derrotarlo. Sabía que, cuando se convirtiera en demonio, Muzan se interesaría mucho en su potencial. Lo que ella no imaginaba, era que su vida estaba a punto de tomar un giro inesperado... y que causaría a ambos un gran dolor.

Mi Luna (Kokushibo x tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora