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De repente, el estruendo de un aleteo sobrevoló sus cabezas, decenas de pequeños pájaros asustados abandonaron la seguridad de los árboles y se alejaron emitiendo un sinfín de molestos graznidos. Lo mismo sucedía en todo el parque, y el cielo estrellado quedó oculto por una nube oscura y brillante que se movía con rapidez.

El cuerpo de Minho se tensó con un respingo y sus pupilas dilatadas se encogieron hasta transformarse en un pequeño punto oscuro en el azul de sus ojos. Podía oír a la perfección cómo se acercaban, a pesar de que sus pies casi no tocaban el suelo; caminando con el aire furtivo y sobrenatural de una criatura demoníaca. Se giró presa de la cólera y la hostilidad que latían en su pecho al rojo vivo. Sus ojos entornados sondearon la oscuridad. Poco a poco, una mujer y un hombre surgieron de la penumbra. Minho agarró a Jisung por el brazo y lo apartó de los recién llegados, interponiéndose entre ellos. Notó cómo Jisung se pegaba a él de un modo instintivo.

—¿Qué ocurre? ¿Quién es? —preguntó Jisung, contemplando a la hermosa mujer que acababa de aparecer.

Tenía una larga melena rubia que brillaba como si estuviera hecha de hilos de plata. Su pálida piel era hermosa y el óvalo de su rostro enmarcaba unas facciones perfectas. No podía apartar los ojos de ella, algo le parecía familiar en aquella mujer. De golpe, la luz iluminó su mente: se parecía a Minho, pero no como se parece un hijo a su padre o un hermano a su hermana. Ellos se parecían como un caucasiano a otro caucasiano o como un asiático a otro asiático. Ellos pertenecían a la misma… ¿raza?

«Escúchame, Sung —dijo Minho, aunque ni una sola palabra brotó de sus labios. Esta vez usó su poder y proyectó el pensamiento en la mente de él. Nunca antes lo había hecho, pero una certeza en su interior le dijo que funcionaría—. Tienes que confiar en mí. Veas lo que veas, oigas lo que oigas, no te separes de mí. Si lo haces, te matarán».

Jisung no contestó, pero pegó su cuerpo al de Minho como si quisiera fundirse con él. Un pánico descontrolado empezó a apoderarse de él.

—Ji Eun —susurró Minho con una mirada mortífera.

Ji Eun clavó su mirada dorada y desdeñosa en él. Lo observó de pies a cabeza y un extraño brillo apareció en sus ojos.

—¡Hola, Min! Tengo que reconocer que los años te sientan bien, estás mucho más guapo, si eso es posible —dijo de forma sensual. Un siseo le hizo volver la cabeza, Andrew la reprendía con la mirada. Ella lo ignoró—. ¿Cuánto tiempo ha pasado?

—No el suficiente —respondió Minho. Su rostro se había transformado en una máscara inescrutable.

Hubo un largo silencio mientras se miraban el uno al otro. Minho siempre se había preguntado cómo reaccionaría al volver a verla, cuáles serian sus sentimientos y si sería capaz de cumplir con su misión de matarla. Ahora todas esas preguntas tenían respuesta. No sentía nada, contemplaba aquel rostro que tantas veces había acariciado y besado, y no sentía nada; solo un odio profundo y el deseo frenético de atravesarle el pecho con una daga.

—Me rompes el corazón —se lamentó Ji Eun con fingido pesar y frunció sus labios dibujando una hermosa mueca—, creí que te alegrarías de verme.

—¿Cómo has llegado hasta aquí? —preguntó Minho entre dientes.

—Bueno, primero en avión —su voz sonó burlona y despreocupada—, después un largo camino en coche y luego…

Minho soltó un bufido de advertencia, no estaba para chistes malos. Podía sentir la calidez del cuerpo de Jisung en su costado y el ligero temblor que la sacudía. Apretó los puños, cada vez más nervioso, y con el firme propósito de sacarlo de allí ileso.

Donde el cielo cae... [MINSUNG] SKZ •ADAPTACIÓN•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora