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Christopher apretó los labios con fuerza y volvió a sentarse en la mesa. Solo acató el deseo de Minho porque había pasado toda su vida inculcándole valores y el respeto por las leyes. Debía dar ejemplo, pero, maldita sea, estaba a punto de saltar encima de él y darle de bofetadas. Si pensaba que se iba a olvidar de todo sin más, estaba muy equivocado.

—Vale. Tú mandas —accedió. Tomó el viejo libro que Minho había lanzado sobre la mesa y empezó a hojearlo—. Espero que seas consciente de que ese anillo volverá a la mano de nuestro padre. Y que entonces voy a patearte el culo hasta que me implores un poco de misericordia y me demuestres el respeto que me debes como tu hermano mayor.

Minho sintió una punzada de remordimientos. Quería a Christopher y lamentaba como acababa de comportarse con él.

—Será divertido verte intentarlo —replicó Minho.

Christopher levantó la vista hacia él y sonrió divertido. Minho le devolvió el gesto, ansioso por dejar a un lado los últimos minutos.

—Sí, y el final será el mismo de siempre: mi espada en tu estómago hasta la empuñadura —dijo el vampiro. Soltó una risita perversa y bajó la vista hacia el libro—. ¿Qué diablos es esto?

—Jisung lo encontró en la biblioteca. No sé, parece el diario de un investigador de temas ocultos.

Christopher cerró el libro para poder ver la cubierta de piel cuarteada. Le echó un vistazo al autor en la primera página y pronunció su nombre en voz baja. Luego lo abrió y continuó hojeándolo. Se detuvo en la ilustración de los perros.

—Esto es polabo. ¿Qué demonios hace un libro como este en la biblioteca de Heaven Falls? Es una reliquia, un museo sería más apropiado.

Minho se encogió de hombros. Christopher comenzó a leer en silencio. —Pues esta historia es buena, según el tal Baptistam, en el año 1642 un grupo de…, y leo textualmente: salvajes bestias, seres sin conciencia y seguidores de Satán, fueron encerrados en una profunda sima a las puertas del infierno para proteger al mundo de la destrucción que arrastraban a su paso. —Miró a Minho—. Habla de licántropos, pero los describe como fieros perros, tan altos como un caballo y la envergadura y la fuerza de un Ursus arctos… ¡Un oso Kodiak! Nunca he visto un lobo tan grande. ¡Es lo que tienen las leyendas y los cuentos, que siempre exageran!

—Sí lo has visto —le hizo notar Minho. Christopher puso cara de póquer—. Changbin es casi tan grande como se describe a esos.

Christopher se quedó pensando. Rememoró la noche del baile de solsticio, en la que Fabio intentó matar a Changbin por celos. En aquel momento la adrenalina y la rabia lo empujaron a actuar sin pensar, y apenas recordaba nada de lo que pasó. Solo tenía vagos recuerdos del lobo blanco desangrándose sobre la hierba; la histeria de Felix y las heridas de Minho; las cadenas de plata hechas trizas en el suelo. Esas cadenas eran prácticamente irrompibles.

—¡Eso tengo que verlo! —exclamó con un brillo curioso en la mirada.

Minho puso los ojos en blanco. Christopher había encontrado un nuevo juguete, solo que el juguete podía devorarlo de un bocado si se pasaba de listo.

Sonaron unos golpes en la puerta y Cyrus entró sin esperar a que le dieran permiso.

—HyunBin y Mihail acaban de llegar. No son buenas noticias —anunció el guerrero.

Minho y Christopher cruzaron una mirada preocupada. Con paso rápido, los tres juntos se dirigieron al salón. HyunBin estaba conectando un ordenador portátil a una pantalla, bajo la mirada atenta de Hyungsik y sus tres hijos. Irene y Changbin observaban las fotografías que uno de los hombres de HyunBin colocaba sobre la mesa con expresión grave. El cazador hablaba muy rápido, y Changbin asentía sin parar con los brazos cruzados sobre el pecho, tan envarado y tenso que parecía una estatua de granito.

Donde el cielo cae... [MINSUNG] SKZ •ADAPTACIÓN•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora