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—¡Vamos, déjame a mí, déjame a mí! —dijo la señora Rossdale.

Jisung dio un par de tirones más a la
cremallera y se rindió refunfuñando. Bajó los brazos y dejó que la señora Rossdale terminara de abrocharle aquel traje exótico.

—Precioso —dijo la mujer—. Este verde te favorece, Jisung. Hace juego con tus ojos.

—Gracias, señora Rossdale. ¿Hemos
terminado ya? —preguntó forzando una
sonrisa.

—Sí, cariño. Ahora te sienta como un
guante. —Miró el reflejo del joven en el
espejo y le deslizó las manos por la cintura para alisar una arruga—. Puedes quitártelo.

Jisung entró en el probador y se quitó el
traje. Volvió a vestirse con su ropa y esperó pacientemente a que empaquetaran su precioso traje.

El día estaba siendo un espanto. Se sentía abrumadi, al borde de un precipicio que amenazaba con dejarlo caer para ser engullido por un oscuro y profundo abismo. Habían pasado dos días desde el ataque de los Nefilim y nadie sabía nada de ellos. Por lo que los planes seguían su curso y esa misma tarde, al anochecer, se celebraría la boda entre Hyunjin y Jeongin.

Dos días en los que no había vuelto a tener noticias de Eun Woo. Le pidió que se marchara y él cumplió su deseo sin una sola objeción. Se despidió con un beso en la mejilla y un ya sabes cómo encontrarme si me necesitas. Después de la dolorosa despedida, Jisung había pasado el resto de la noche llorando. En el fondo no le importaba nada de lo que Eun Woo pudiera haber hecho antes, sabía que pensar así no era lo correcto, pero no podía evitarlo. Había sido su salvavidas, le había devuelto el aire y, en parte, las ganas de respirar. Sin embargo, también sabía que debía alejarse de él, era la única forma de protegerlos a todos, de que no acabaran enfrentándose por su culpa.

Dos días en los que no había conseguido
apartar a Minho de su mente, y esos
pensamientos eran demasiado dolorosos y amargos. Había regresado más guapo que nunca, con el pelo algo más largo y un brillo especial en la piel que ya no parecía tan pálida. Pero su regreso no se debía a él. Eso fue lo que se repitió a la mañana siguiente del ataque, cuando Minho apareció en su puerta y se negó a hablar con él. Apagó el teléfono al quinto mensaje y después de eso, él debió de captar la indirecta, porque dejó de insistir. Era cobarde hacerlo, pero prefería esconderse. Era incapaz de aguantar sus disculpas, sus excusas y un nuevo adiós. Eso sería más de lo que podría soportar.

Sin embargo, esa tarde debía dejar a un lado la cobardía y armarse de determinación. Jeongin se casaba, era el día más importante en la vida de su amigo y jamás se perdonaría si se lo estropeaba. Además, era un hombre adulto, resuelto, que estaba a punto de entrar en la universidad. Iba a vivir solo, a cuidar de sí mismo. Debía rehacerse y seguir adelante, empezando por afrontar su mayor reto,
enfrentarse a Minho.

Abandonó la tienda con la enorme caja en los brazos. Pasó por la zapatería y recogió las zapatos. Lo guardó todo en el coche y se dirigió a la residencia de los Hwang. Sabía que los chicos estarían en la nueva casa de Changbin. Hyunjin iba a vestirse allí para cumplir con la tradición de no ver a la novia, en este caso al novio hasta el momento de la ceremonia.

Tamborileó con los dedos el volante. Tenía los nervios de punta, le temblaban las manos y la ansiedad que sufría le estaba provocando mareos. El cóctel perfecto para sufrir un accidente.

No le quedó más remedio que aparcar en el camino, a varios metros de la casa, entre el camión del catering y el de las flores. Acercarse hasta la puerta se convirtió en toda una odisea. Había gente de la organización por todas partes, corriendo de un lado a otro ultimando detalles. Jisung se sorprendió de que se necesitaran tantas cosas para una pequeña e íntima ceremonia, con apenas un centenar de invitados que no tardarían en llegar.

Donde el cielo cae... [MINSUNG] SKZ •ADAPTACIÓN•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora