.:: 53 ::.

108 13 4
                                    

Hacía calor, el bosque estaba cubierto de flores bajo la frondosa cúpula que formaban las copas de los árboles con sus hojas teñidas de rojo y marrón. Miles de mariposas revoloteaban de un lado a otro y unos finos copos de nieve flotaban como plumas en su lento descenso hacia el suelo. Era como si las cuatro estaciones se hubieran fusionado en aquel hermoso lugar, dándole un aspecto de fábula. Jisung se llevó la mano a la cara y rozó los dedos de Minho que acariciaban su mejilla. Le sonreía.

—¿Vas a quedarte? —le preguntó.

De repente él se puso serio, retiró la mano poco a poco y dio un paso atrás.

—¡No, no, no, no te vayas! —suplicó Jisung  estirando el brazo hacia él, pero Minho no se detuvo, y dando media vuelta comenzó a alejarse sin mirar atrás. Intentó correr tras él, pero sus pies parecían pegados al suelo.

Una espesa niebla invadió el bosque. Giró sobre sus talones, buscando desesperado con la mirada. Comenzó a correr sin poder ver nada. Pero no le importó darse de bruces o caer por una de las pendientes de la montaña. De repente la niebla desapareció, y ante Jisung se materializó un largo pasillo de paredes blancas, repleto de puertas también blancas, a un lado y a otro. Acertó a ver como Minho desaparecía por una de ellas. Corrió hacia la puerta, la empujó con fuerza y entró a otro pasillo idéntico al anterior. La escena volvió a repetirse y cada vez que él entraba a un nuevo corredor, él desaparecía por una de aquellas puertas sin poder alcanzarlo.

Comenzó a llorar, las lágrimas enturbiaban sus ojos y no podía ver por dónde pisaba, aun así continuó corriendo, cada vez más deprisa. El blanco pasillo comenzó a difuminarse, transformándose de nuevo en una espesa niebla que la envolvía sin apenas dejarla respirar. Era tan fría que la piel le dolía como si se estuviera congelando, pero lo que de verdad se estaba entumeciendo era el interior de su pecho. Sentía la escarcha solidificando su corazón, sus pulmones, y cómo ascendía por su garganta. Intentó llamar a Minho, gritó su nombre. Sin embargo, de su boca solo salieron trocitos de hielo tan rojos como la sangre.

Volvió a gritar completamente aterrado. Abrió los ojos, justo cuando la puerta de su dormitorio se abría de golpe y Eun Woo traspasaba el umbral. El chico cruzó como una exhalación el cuarto y la tomó por los brazos.

—¿Estás bien? —preguntó preocupado.

—Sí, solo ha sido una pesadilla —
respondió parpadeando varias veces para aclarar su visión. Eun Woo le acarició las mejillas. Entonces notó que estaban húmedas, que estaba llorando, y volteó la cabeza para esconder su rostro. —¿Qué haces aquí? —preguntó Jisung cubriéndose con la sábana.

—Te oí gritar.

—¿Sí? Lo siento, siento haberte despertado.

—Tranquilo, estaba leyendo un rato.

Jisung se acomodó sobre las almohadas y forzó una sonrisa. Eun Woo se la devolvió y se levantó de la cama sin prisa.

—¿Quién es él? El hombre al que llamabas —aclaró al ver la cara de sorpresa de Jisung.

—Ya te he dicho que era una pesadilla.

—¿Es él el culpable de que siempre estés
tan triste? —preguntó sin conseguir que su voz sonara con tono indiferente.

Jisung se levantó de la cama como un
resorte. Se llevó una mano al pecho y con la otra se masajeó la nuca con nerviosismo.

—Eso no es asunto tuyo —respondió.

Eun Woo lo observó fijamente en aquel
incómodo silencio. No podía apartar la vista de sus manos, tan hermosas y pálidas, ni de la piel que rozaban en ese momento. Pura seda envolviendo su tesoro más valioso, litros de exquisita sangre cálida y dulce. Podía oírla fluir a través de las venas, un torrente rápido y desbocado a causa de los nervios que agitaban su corazón.

Donde el cielo cae... [MINSUNG] SKZ •ADAPTACIÓN•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora