.:: 49 ::.

114 12 0
                                    

Minho se agazapó tras los cipreses que
bordeaban la carretera y estudió con atención el muro de piedra que se alzaba unos tres metros del suelo. Lo coronaba un cableado de alta tensión dispuesto para propinar una buena descarga a todo aquel que intentara trepar por la tapia. Acababa de anochecer, así que debía darse prisa antes de que los guardias aparecieran en los jardines.

Observó el barrido de la cámara de
vigilancia, encontró el ángulo ciego y lo
aprovechó. Una vez al otro lado, se movió con cautela. El sitio estaba plagado de alarmas y sistemas de seguridad, pero él había aprendido algunos trucos nuevos.

El plan era sencillo, atraparía a Marcelo y le haría hablar. Por suerte, la villa era una edificación con muchos siglos de antigüedad, y su dueño poco amigo de las nuevas tecnologías. Así que Marcelo dejaba la seguridad del interior exclusivamente a sus guardias, vampiros en los que confiaba ciegamente, y junto con la firme creencia de que nadie intentaría nada contra él, aquel lugar era un parque con las puertas abiertas para cualquiera lo suficientemente loco y osado como para querer entrar.

Una vez dentro de la casa, encontrar la
entrada al refugio fue fácil. ¿Qué fallaba en aquella bodega? Minho rió para sí mismo mientras contemplaba la ostentosa chimenea decorada con volutas y dos bustos femeninos en las esquinas. El calor no era bueno para el vino toscano, especialmente para el Brunello di Montalcino con el que comerciaba Marcelo, entre otras muchas cosas.

El busto de la derecha parecía más
desgastado. Lo presionó y el fondo de la
chimenea cedió. Tres escalones más abajo encontró al primer vampiro muerto, y en apenas diez metros encontró a otros siete. Faltaban cuatro, y también el loco que los estaba masacrando. Reconocería su forma de actuar en cualquier parte. Como el dedo de Dios, así era Christopher cuando perdía toda sensatez. No quería encontrarse con su hermano, aún deseaba liarse a puñetazos con él. La risa burlona de Christopher resonó con fuerza en el corredor. El sonido del acero vibraba a través de la fría piedra, y después solo gritos. Minho corrió hasta irrumpir en una cámara abovedada y se encontró con una escena dantesca. Los cuerpos de cuatro vampiros yacían en el suelo decapitados. Christopher estaba
cubierto de sangre y empuñaba dos dagas de espaldas a él. Iba a abrir la boca para llamarlo, cuando de repente tuvo que dar un salto hacia atrás para evitar el tajo que su hermano lanzó de lado a lado.

—¡Eh, soy yo! —exclamó Minho.

Christopher parpadeó como si despertara de un sueño.

—¿Qué haces aquí? —preguntó molesto
por su presencia.

—Yo también me alegro de verte —replicó con sarcasmo.

—No deberías estar aquí, conseguirás que te maten.

Minho miró a su alrededor.

—¿Quiénes? ¿Ellos? —lo cuestionó
señalando los cuerpos.

—Aún no he encontrado a Marcelo, ni a
Fabio —dijo a modo de respuesta—. ¿Qué haces aquí? —volvió a preguntar.

—Buscar respuestas.

—Pues ya somos dos —anunció mientras tendía una de las dagas a Minho.

—¿Qué ha pasado? ¿Te ha descubierto?

Christopher sacudió la cabeza, molesto consigo mismo.

—No. Pero no soporto ni un minuto más el papel de infiltrado, ya no soy capaz de fingir más sumisión. Y aprovechando que pasaba por aquí…

—¿Junho sabe lo que estás haciendo?

Christopher alzó las cejas y una sonrisa traviesa se dibujó sus labios.

Donde el cielo cae... [MINSUNG] SKZ •ADAPTACIÓN•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora