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—Va a matarnos —masculló Juyeon sin
dejar de moverse, iba de un lado a otro como un león enjaulado.

—Si mata a alguien, será a nosotros,
estábamos vigilando —replicó Sunwoo, lanzando una mirada nerviosa a Changbin.

—¿Están seguros? —preguntó Juyeon.

—¡Maldita sea, sí! —exclamó Changbin—. Ni un solo rastro se aleja de esta casa, no ha salido.

—¡Pero tampoco está dentro! —gritó
Juyeon a su vez.

—Ya está bien —intervino Sunwoo. Puso una mano sobre el hombro de su hermano para tranquilizarlo—. Te hemos llamado porque estás al mando hasta que papá vuelva. Bien, ¿qué hacemos? Porque el funeral terminó hace unos minutos.

Juyeon soltó una risa amarga y miró a su primo con un destello dorado en los ojos.

—Llámalo y prepárense para la tormenta.

Changbin asintió con un suspiro y sacó su móvil, se alejó unos pasos y empezó a hablar. De repente los tres miraron hacia la casa. Un sonido se iba acercando, como un retumbar que parecía surgir de la mismísima tierra. Luego se oyó un ligero tintineo de cristales vibrando y la temperatura empezó a descender. Una fría explosión de furia los sacudió y Minho surgió caminando del interior.

—¿Dónde está? —bramó.

Minho continuaba hecho una furia. Su
ánimo empeoraba conforme pasaban las horas y no encontraba ninguna pista sobre el paradero de Jisung. Había rastreado cada palmo de aquella montaña, del pueblo, y de cualquier lugar que se le pasaba por la cabeza. Sabía que era un esfuerzo inútil porque Eun Woo podría habérselo llevado a cualquier parte del mundo.

Miró su reflejo en el río. Su hermosa cara se asemejaba a la de un espectro demoníaco, poseído por una especie de frenesí vengativo al que no sabía cómo dar rienda suelta. Y eso era lo último que necesitaba en ese momento, perder la cabeza no iba a ayudarlo. Debía mantenerse frío y calmado; y pensar, pensar en cómo encontrar a Jisung.

Estaba a punto de amanecer. Se desmaterializó y un segundo después tomó forma en el exterior de su casa. Poco a poco fueron llegando los demás, nadie había encontrado nada.
Christopher le puso una mano en el hombro y le dio un apretón.

—Tranquilo, lo encontraremos.

Minho asintió con un movimiento seco de cabeza y la mirada fija en algún punto que solo él parecía ver.

—Está a punto de amanecer, deberían
marcharse —dijo con la mandíbula apretada y los nervios de punta.

Cuando los vampiros se hubieron
marchado, los lobos formaron un semicírculo frente a él, como si esperaran a que él les dijera lo que debían hacer. Pero ni él mismo lo sabía. Aunque sí conocía a alguien que podría tener la respuesta. Con paso decidido avanzó hasta el centro del jardín. Alzó la cabeza al cielo y abrió los brazos.

—¡Gabriel! —gritó con todas sus fuerzas. Los Hwang se miraron como si Minho hubiera perdido la cabeza. —¡Gabriel! —volvió a gritar girando sobre sí mismo—. ¡Gabriel! ¿Quieres que te suplique? Bien, lo haré. —Se arrodilló en el suelo—. Te lo suplico.

Un fuerte viento comenzó a soplar
arrastrando un zumbido, y empezó a nevar bajo un cielo completamente despejado. Un resplandor cegador surgió de la nada iluminándolo todo con una cascada de destellos. Poco a poco una figura mucho más resplandeciente y translúcida comenzó a tomar forma ante sus ojos. Gabriel posó sus pies descalzos en el suelo, vistiendo tan solo unos pantalones negros que hacían juego con sus alas. Las batió un par de veces y se plegaron hasta desaparecer por completo.

Donde el cielo cae... [MINSUNG] SKZ •ADAPTACIÓN•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora